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DELEITATE EN DIOS (CAPITULO 15)

Amadísima familia:

Compartimos con ustedes el capitulo quince de la Biográfía de Mueller. Con este interesantísimo capítulo, me ha abierto mucho el entendimiento nuestro amado Abba Padre, contandome Sus verdaderos propósitos entre un hombre y una mujer desde el principio. Ya sabíamos que era así, pero un testimonio tan vivo y real como éste, como el que compartían en su vida marital George y Mary, es muy efectivo para ver cuál es aquel sometimiento en el matrimonio del que habla Dios en la Biblia. Nadie que lea este relato podrá ser capaz de ver el menor sometimiento mundano en la vida de este matrimonio, tal y como lo como predican y alardean los legalistas. Las vidas de George y Mary Mueller se encontraban sometidas al cien por cien para Dios única y exclusivamente, y como consecuaencia les llovían bendiciones tiernísimas diariamente en su vida juntos. Es de una lucidez pasmosa este capítulo quince para quien procure a Dios queriendo saber lo que nuestro Abba se imaginó del hombre y de la mujer, antes de la maldita caída. Todas las sujecciones posteriores, sin tener en cuenta a Dios, son corruptas y como todo lo infectado del mundo, la unidad de los hombres y mujeres también se van cada día que pasa deteriorando más y más, progresivamente, y luego los legalistas justifican y envuelven este deterioro del matrimonio en leyes y normas....en fin, todas las cosas que se les ocurran. Sencillamente andando en la ley del amor a Dios dejando vivir en nosotros el primer y grande mandamiento, y el segundo que es semejante, hace que la vida genuina y hermosa de Cristo florezca natural, y espontáneamente como en el caso de Mary y George. Esta es la voluntad de Dios para el matrimonio: una vida floreciente disfrutando El Amor y la ternura de Sus propósitos, de lo que nuestro Abba tuvo en mente al principio. Quiera Dios que con un testimonio como este, se derritan muchos corazones y no tengan más remedio que desistir a las leyes y normas, y caigan muchos en la gracia de nuestro Abba Padre.

Espero que lo disfruten muchísimo

Juan Luis Molina



DELEÍTATE EN DIOS

Una Biografía de George Mueller

Por Roger Steer

TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina

Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena



15

Un Regocijo Indescriptible


Un granjero dijo: ´Yo estaba subiendo las Colinas de Ashley la otra mañana, cuando me encontré al Sr. Mueller de camino a la ciudad. Yo no lo conocía, había oído decir de él que era un caballero de fina lisura y despreocupado, tan serenamente andaba, tan pacífico y majestuoso era su porte, que parece que tuviera el Salmo veintitrés escrito en su rostro.
Mueller se encontraba ahora (en 1865) en sus sesenta años; todavía muy lleno de energía. Su salud era mucho mejor de la que había tenido en sus veinte y treinta años anteriormente, Arthur Tappan Pierson, el profesor de American Bible que conoció muy bien a Mueller, escribió:

Su silueta era alta y delgada, siempre aseadamente vestido, y muy derecho, y su paso firme y aplomado. La expresión de su rostro, reposada, podría decirse un tanto austero, si no fuese por la sonrisa que habitualmente afloraba por sus ojos y se extendía a través de todos sus trazos, la cual se dejaba ver en las líneas de su cara. Sus maneras eran de una sencilla cortesía y espontánea dignidad: nadie podría notar en su presencia vana frivolidad alguna, y tenía en él un cierto e indescriptible aire de autoridad y majestad, que recordaba las cualidades de alguien nacido príncipe; y al mismo tiempo se mezclaba con todo esto la sencillez de un niño, de tal manera, que hasta los mismos niños se sentían en casa cunando se encontraban con él. En su manera de hablar, él nunca perdía aquella peculiar característica con su acento extranjero, y siempre hablaba despacio y con mesurada articulación, como si una redoblada vigilancia guardase la puerta de sus labios…
Aquellos que no sabían sino muy poco de su persona, y veían en él solamente sus serios modales, podían pensar que carecía de aquella peculiar cualidad humana que es el buen humor. Pero ni era un antisocial, ni estaba desprovisto de aquel elemento de inocente apreciación. Sino que disfrutaba en los aspectos cómicos, de aquella clase de regocijo que se tiene oyendo una buena historia con gracia, y que hace parte esencial del hombre completo. Sus hábitos eran sobrios, pero dejaba desbordar siempre algún chiste que nunca era soez, y en el que nunca había intención de rebajar a nadie. Para los que conocía mejor y amaba, sin embargo, se mostraba verdaderamente como era en sí mismo, en sus divertidos modales – como sucedió en Ilfracombe, subiendo con su esposa y otras personas las colinas desde donde se divisaba el mar, él iba andando un tanto adelantado, y sentándose para esperar por el resto del grupo, entonces, cuando ellos apenas se habían sentado donde él estaba, se levantó y serenamente dijo: ´Bueno ahora, que ya hemos descansado, prosigamos.´

Mueller era un amante de Ilfracombe: él adoraba pasear sin rumbo fijo por el puerto, protegido de los vientos del mar por los Montes Capstone, o explorar los edificios de la parte antigua ciudad situada en las cimas elevadas. Entonces, si el tiempo era agradable, reunía a su familia para escalar andando juntos las cimas de los bosques que en forma de semicírculo rodeaban la ciudad.
En septiembre de 1865 hizo una de sus visitas a Ilfracombe ´para un cambio de aires´. En la mañana del día 4 subió el Monte Capstone con Mary y Lydia. Mientras bajaban de la cima, dos hombres se aproximaron a ellos.
´Perdóneme, por favor,´ dijo uno de ellos´, ¿No es usted el Sr. Mueller?´
´Sí, yo soy´
´Tengo que darle algún dinero para los huérfanos.´
´¿Por qué no se sientan conmigo durante un rato en esta roca, para que podamos conversar un poco más?´ dijo Mueller.
´Yo vivo en la vecina ciudad de M. Soy un hombre de negocios. Hace algún tiempo llegó a mis manos uno de sus Informes Anuales, pero, debo honestamente confesarle, que no pude creer aquello de que usted obtenga sus fondos, simplemente en respuesta a sus oraciones; dudé mucho que eso fuese verdad. Sin embargo, el asunto se me quedó grabado en mi mente, y he estado pensaba en el asunto una y otra vez.  ´Mientras consideraba si Dios estaría, o no, en el centro de todo esto, y si usted verdaderamente obtenía por la fe sola y en respuesta a las solas oraciones estas grandes sumas de dinero, yo escuché hablar de una cierta propiedad que estaba en venta, la cual pensé que me gustaría comprar, si su precio fuese razonable. Yo la fui a ver para ser avaluada por un competente hombre en el negocio, el cual me dijo que su precio era demasiado elevado. Entonces pensé para mí mismo, de una manera un tanto escéptica: ´Ahora veré si realmente Dios está del lado del Sr. Mueller, o si no lo está. Por tanto, si consigo comprar esta propiedad (fijando sobre ella un precio muy bajo), entonces le daré al Sr. Mueller cien libras.´
´Yo entonces encomendé a una cierta persona que me representase en la subasta del terreno, y se dirigiese al sitio donde seria vendida esta propiedad en subasta pública, manteniéndome yo a una cierta distancia; pero mi curiosidad era tan grande para ver si Dios realmente aparecería respaldándole a usted en todo este caso, que tomé el tren y me presenté en la sala de subasta en el momento del acto, para que pudiese saber en primera mano y cuanto antes, cómo acabaría todo esto.
´Y sucedió, para sorpresa mía, que realmente obtube esta valiosa propiedad por el exacto bajo precio que la había previamente fijado. Yo me quedé atónito. Pero comencé a meditar más acerca de los principios que usted pone en práctica, y me quedé sorprendido pensando que, como cristianos, tanto yo como cualquier otro hubiésemos podido dudar, y cuestionar lo que usted dice acerca de las respuestas a las oraciones. Mientras más consideraba el asunto, y leía su Informe, mejor veía cuan apropiado y correcto es dirigirse a Dios por todo lo que necesitemos, y confiar en Él para todas las cosas.
´Habiendo sido hecho el acuerdo, y habiendo acabado ya todo lo referente acerca de la venta, ahora me siento en la obligación de cumplir mi promesa; así que este amigo mío, a quien usted acaba ve aquí conmigo, y yo, salimos a dar una vuelta por Devonshire, y entonces, cuando ya íbamos de vuelta para casa, se nos ocurrió antes llamar a la puerta de su casa; pero hallamos que se encontraba ausente. Ayer nos quedamos en Bristol, y habiendo obtenido información del sitio donde aquí se estaba hospedando, nos hemos acercado a Ilfracombe hoy, porque deseaba mucho conocerle personalmente.´
´Bueno,´ dijo Mueller, ´No me sorprende nada de que Dios actúe así en mi respaldo, una vez que día tras día procuro Su ayuda, y es verdad que de esa manera, en respuesta a las oraciones, obtengo de las personas más inesperadas, y más desconocidas, los donativos y ofrendas para la obra. Por ejemplo, tengo conmigo una carta de un abogado de M. de donde usted es, que me ha llegado recientemente, pidiéndome que le diga la forma de poder mandarnos un legado de herencia, donado para los huérfanos, una vez que uno de sus clientes desearía dejar un legado de mil libras en su testamento para los huérfanos. Ahora bien, tanto cuanto se, yo no conozco personalmente ni a una sola persona en M., ni conozco tampoco el nombre del individuo que se ha propuesto ofrecernos estas mil libras.´

´Acerca de ese tal legado, replicó el extraño, ´yo puedo decirle algo. Después de que obtuve esta propiedad, y de ver cuán equivocadamente me comporté siendo tan escéptico de su obra, como si no fuese realmente llevada a cabo a través de las oraciones, he decidido ayudarlo con algo más. He pensado para conmigo mismo, aunque soy un hombre que goza de bastante salud, y de mediana edad aun, sería sin embargo bueno que hiciese mi testamento, y que le deje a usted mil libras para los huérfanos.´
Así fue como Mueller descubrió que éste era el individuo en cuya representación le había escrito aquel abogado. Una hora después, éste en un tiempo escéptico hombre, llamó a la hospedería de Mueller y le dejó allí un cheque de mil libras.

En 1859 al amigo y fiel colaborador Henry Craick le había sido informado por su médico que poseía un débil corazón. Desde el verano de 1865 era evidente que Craick, quien, al igual que Mueller, contaba con sesenta años de edad, se encontraba desesperadamente enfermo. Durante el mes de enero de 1866, el hombre que había  rehusado dos veces un doctorado honorario por la Universidad de S. Andrés, en reconocimiento de sus escritos teológicos, se encontraba obviamente a las puertas de la muerte. Entre las cartas que Craick recibió en aquel enero hubo una firmada por un tal J. N. Darby llamándole de su ´querido hermano´ y retractándose de su separación.´
Mueller se encontraba frecuentemente al lado de su amigo. En una de las visitas, cuando Craick se encontraba muy debilitado, Mueller le besó y estaba a punto de salir cuando Craick, demasiado débil como para seguir hablando, le dijo, ´Siéntate´ y también le pidió a la mujer de Craick que se sentase para que pudiese contemplarlos, aunque era incapaz de hablar. Mueller se sentó allí y se mantuvo en silencio durante un buen espacio de tiempo, y después salió.
Al día siguiente, Mueller contrajo un resfriado y fue obligado a quedarse durante varios días en casa. En ese periodo, Craick falleció. Ambos, tanto Mueller como Craick, habían sido colaboradores cristianos por más de cuarenta años. Mueller anotó: ´Mi amadísimo hermano y amigo ya ha finalizado su curso; yo he tenido el privilegio y el honor al más alto grado de vivir para el Señor, y tengo que seguir haciéndolo ahora sin aquel de quien yo a menudo he recibido muy sabios consejos.´
El inmenso número de coronas que llegaron en ese mismo día a Bethesda para el funeral de Craick, fue un muy vivo testimonio de la pérdida que se sintió en el corazón de la comunidad cristiana.
En mayo de 1866 comenzaron las obras del cuarto Orfanato; y en enero de 1867, en cuanto se llegó a las siete mil libras en los cofres de las ofrendas, comenzaron las del Núm. 5. Los contratos para ambos hogares sumaban en sus gastos la cifra de cuarenta y una mil libras. Todos los cristales para sus setecientas ventanas fueron ofrecidos gratuitamente por una firma de constructores de edificios. En el día de Guy Fawkes (celebración nacional) de 1870, el cuarto de los Hogares fue abierto; y el día seis de enero de 1870, el último de de los grandes edificios en Ashley Down, el ¨Nuevo Orfanato Núm. 5´ fue debidamente inaugurado.
El vasto programa de expansión de Mueller en Ashley Down se encontraba ahora finalizado. Veinticinco años se habían evaporado desde que él había por primera vez anunciado su plan de construir los hogares para huérfanos. Pero de ninguna manera tenía sentido alguno dormirse ahora en sus laureles. Todas las mañanas se levantaba entre las seis y media, y las ocho menos cuarto, después de su periodo usual de oración y estudio de la Biblia, él iniciaba el trabajo leyendo y respondiendo su correspondencia. Después, como el periódico The Times refirió algunos años más tarde, ´a las diez de la mañana en punto era aguardado por nueve asistentes, a quien les daba sus instrucciones´. (Hasta 1850 había atendido una correspondencia de cerca de tres mil cartas al año sin tener secretaria.)
Los gastos con los orfanatos ascendían ahora a las treinta mil libras al año. Dos mil niños tenían que ser alimentados y vestidos; sus indumentarias lavadas y remendadas; por arriba de dos mil pares de zapatos tenían que comprarse y ser reparados; cada año, cientos de nuevos niños aparecían en el Orfanato, que debían ser provistos con ropas y calzado; cientos de niños y niñas salían como aprendices en las ciencias domésticas,  y tenían que ser guarnecidas de ropas a cargo sus gastos de la Institución. Cada muchacho que dejase los Hogares como aprendiz, tenía derecho a un premio económico que le entregaba su maestro, este montante de dinero era similar y equivalía a lo que un obrero ganaba en un año para pagar su mantenimiento. Cuando alguno de los muchachos o muchachas partía, sus gastos de viaje les eran costeados por la Institución también.
Mantener los cinco enormes edificios reparados, con más de mil setecientos amplios ventanales y más de quinientas habitaciones, era muy costoso; había que pintar, blanquear, colorear, reparar las faltas y daños. Miles de artículos de mobiliario tenían que ser reparados o reemplazados.
Cada vez que un niño caía enfermo, o moría, aparecían gastos extras que debían ser cubiertos. El amplio número de personas que trabajaba en Ashley Down, incluyendo un inspector de escuela, matronas, profesores, oficiales de medicina, enfermeras, y los asistentes personales de Mueller, eran todos asalariados con el dinero que provenía de las oraciones. Sin embargo, escribió Mueller: ´somos capaces de realizar toda esta obra, de una forma muy sencilla, aun más sencilla de lo que los hombres nobles y ricos la pudiesen llevar a cabo, simplemente por ver en todas nuestras pobrezas, a Quien es infinitamente rico para suplirlo todo´.

Mary Mueller era la esposa ideal para el director de los cinco grandes hogares de niños.
´Querida mía,´ le decía a ella muy a menudo Mueller, ´El Mismísimo Dios fue quien te reservó para mí, como la más apropiada esposa que yo hubiese podido desear haber tenido.´
Durante los años de dificultades y pruebas desde 1838 hasta 1846, cuando Mueller mismo tuvo que poner de su propio dinero para los gastos que surgían en las reuniones en los Hogares, Mary nunca le reprochaba nada, sino que se juntaba con él en oraciones a Dios para que enviase más provisiones. Y cuando Dios les respondía, lo que verdaderamente hacía siempre, ellos juntos muy a menudo, lloraban de regocijo.
Además de tener una buena educación general, Mary era una experta en toda clase de bordados y tejidos, y en los apropiados tipos y cualidades de los materiales destinados al vestuario y los aseos que se hacían en Ashley Down. Porque era suya la responsabilidad de ordenar y conservar cientos de miles de metros de telas y de otros tejidos. Era ella quien aprobaba o desaprobaba el material cuando se recibía en los hogares. Todos los meses además, examinaba los libros de la contabilidad e inspeccionaba cientos de facturas y recibos. Se decía en Ashley Down que si algún comerciante o alguna de sus cooperadoras en los Hogares cometiese el más pequeño de los errores, sería sin duda alguna descubierto a la postre por Mary. Ella se pasaba casi todo el día en Ashley Down y prestaba una especial atención a los niños que estuviesen enfermos.
De su casamiento con Mary, Mueller dijo:

Cada año que pasa va en aumento nuestra felicidad a más y más. En cualquiera de los momentos en los que me encontraba con ella inesperadamente, en cualquier parte de Bristol, nunca me encontré a mi querida mujer sin que me sintiese un regocijo enorme al verla. Y nunca la dejé de encontrar por acaso, incluso en los Orfanatos, sin que mi corazón se llenase de felicidad en la bendita casualidad que nos proporcionaba Dios en ese inesperado momento. Día tras día, cuando nos encontrábamos en nuestros vestidores, en los Hogares, para lavar nuestras manos antes de la cena o para tomar el té, me encantaba encontrarme con ella, y a ella le proporcionaba también el mismo placer al verme. Miles de veces le dije: ´Amada mía, yo nunca te he visto ni una sola vez, desde que eres mi mujer, sin que todo mi ser se regocije al verte.´
Además, día tras días, si alguna cosa tuviese que ser hecha, yo me pasaba después de cenar veinte minutos o una media hora con ella en su habitación en el Orfanato, sentado en su diván, con el amor de los hermanos cristianos, juntos y relajados, y la tomaba en mis brazos…yo sabía que era bueno para ella, que sus queridas actividades mentales y manuales pudiesen reposar, y sabía bien que eso no podría suceder, si no tuviese a su querido marido muy cerca…Yo me pasaba estos preciosos momentos con mi querida mujer. Allí nos quedábamos sentados, lado a lado, sus manos en las mías, como algo habitual, teniendo en intercambio entre los dos unas pocas palabras de amor, o permaneciendo en silencio, pero siempre la misma felicidad en Dios entre nosotros, tanto cuando hablábamos como cuando no, era indescriptible. Nosotros no teníamos unos cuantos días felices al año, ni un mes de felicidad por año; sino que teníamos doce meses de felicidad al año, y así un año tras otro. Repetidísimas veces le decía: ´Querida mía, ¿Crees que podrá haber alguna pareja en Bristol, o en el mundo entero más felices de lo que nosotros somos?´

Mueller estaba convencido de que uno de los más grandes secretos de su bien aventurada vida marital era que, junto a sus momentos de oraciones privadas y las oraciones en familia, él y Mary frecuentemente se juntaban solos en íntima oración con el Padre.

Durante muchos años mi mujer y yo hemos mantenido, inmediatamente después de las oraciones matinales, un corto espacio de tiempo para orar los dos juntos, en los que los asuntos más importantes del día, los poníamos delante de Dios. Y cuando había alguna presión mental en nosotros, o alguna particular seria necesidad, entonces volvíamos a reunirnos después de cenar, y visitaba su habitación… y esto en tiempos de extraordinarias dificultades o necesidades, podía ser repetido dos o tres veces hasta el anochecer…
Entonces al anochecer, durante la última hora de nuestra estadía en los Orfanatos, cuando su trabajo o el mío no eran tan demandantes, era algo muy habitual que esta hora libre la dedicásemos para orar en intimidad. Mi amorosa mujer venía entonces hasta mi habitación, y ahora nuestra oración, de súplica e intercesión junto con acciones de gracias, duraban generalmente cuarenta minutos, cincuenta minutos, y algunas veces una hora entera. En estas sesiones exponíamos tal vez cincuenta o más diferentes puntos, o personas, o circunstancias delante de Dios.

Mary Mueller tenía ahora (en 1870) setenta y dos años. Desde hacía uno o dos años era obvio para Mueller que su salud se estaba deteriorando: se estaba gradualmente y muy deprisa, debilitando y fatigándose. Mueller intentó sin éxito persuadirla a que trabajase menos y a que comiese más. Algunas veces, Mary se quedaba despierta por la noche durante dos o más horas y Mueller expresaba su desagrado.
´Querido mío´, le diría ella, ´Estoy envejeciendo, las personas de edad no precisan descansar y dormir mucho.´
Dos años antes ella le había dicho, ´Amado mío, yo creo que el Señor me permitirá ver edificado el Hogar para Huérfanos Núm. 4 y el 5 con todo lo necesario para su apertura, para que después me pueda ir para casa; pero lo que más deseo de todo es que el Señor Jesús venga ya por nosotros, y que podamos vernos ya reunidos todos juntos yendo con él!´
Y realmente el Señor le permitió ver los edificios Núm. 4 y Núm. 5 abiertos; y durante todo el año de 1869 se pasó casi todo el día trabajando en los cinco edificios.
Desgraciadamente trabajó demasiado duro.




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