Donaciones
Fuera de México:

Check out with PayPal

ORIENTALISMOS- ALGUNOS DICHOS POPULARES, SACRIFICIOS Y EL ESTANDARTE - POR BISHOP KC PILLAI (CAP. 10,11,12)

Del libro "Luz a través de una ventana Oriental"
 Traducción al español por Juan Luis Molina
Con la colaboración de
Claudia Juárez Garbalena 

Capítulo 10

Algunos Dichos Populares
 Ya hemos señalado algunas expresiones o dichos que todavía hoy en día se emplean y que tuvieron su origen en hábitos y costumbres antiguas. Una de ellas fue “pon tu hombro al ataúd” que ha sido mencionada en el capítulo 5; otra fue “el espino en la carne” del capítulo anterior. Ahora desearíamos mencionar algunas más que pueden ser de interés.
Ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. “Así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza” (Romanos 12:20).
Yo no sé exactamente qué es lo que se os ha enseñado particularmente en vuestro estudio de la Biblia, pero me da la impresión de que los occidentales en general piensan que esta expresión encierra una especie de revancha. El dicho original, sin embargo, proviene de la manera en que el carbón en brasa es transportado de una casa de familia a otra en las ciudades orientales. Una de las mujeres que tiene con ella la piedra del mechero, se levanta temprano y prepara primeramente el fuego, y un muchacho entonces coge el carbón en brasas en una especie de brasero de barro y se lo pone en su cabeza, y va dejando piezas de carbón en brasa en las demás casas de familia. Esa labor es realmente un placer llevarla a cabo para el muchacho porque en medio del frío del invierno, él se llega a calentar debido a las brasas del carbón que lleva en su cabeza mientras va de casa en casa. El versículo es una extensión de aquella exhortación que nos dice: “Bendecid a los que os maldicen; haced bien a los que os aborrecen; orad por los que os ultrajan y os persiguen,” una vez que tú amontonas ascuas de fuego sobre su cabeza, puedes bendecirle calentándole en el frío y hacerle mudar de manera de pensar en su corazón, y persuadirle a dejar de lado sus malos caminos contigo.
Sacudid el polvo de vuestros zapatos. “Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies” (Mateo 10:14). Este antiguo dicho oriental significa dejar de lado la animosidad y los sentimientos de amargura que pueda haber entre ti y alguna otra persona cuando sales de su presencia, para que puedas seguir tu camino con tu corazón lleno de paz y de gozo. Nunca debes guardar contigo o almacenar dentro de ti el polvo del rencor y del odio; échalo fuera de ti y ponlo de lado para que puedas seguir manteniendo un corazón puro.
Proclamadlo desde las azoteas. Esta expresión tiene su origen en el hecho de que todas las casas orientales tienen azoteas abiertas encima de sus tejados donde las personas van y utilizan con variados propósitos. Una de estas finalidades es la oración. Las personas judías piensan que desde el sitio más próximo de Dios donde puedan estar, más efectivas serán sus oraciones. En Hechos 10:9 leemos:
Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta…
Otro versículo que contiene esta expresión se encuentra en Isaías 22:1:
¿Qué tienes ahora, que con todos los tuyos has subido sobre los terrados?    
Aquí se está refiriendo a la costumbre de toda la población de salir a sus azoteas para orar por liberación. Eso puede hacerse por ejemplo como respuesta para algún tipo de calamidad nacional tal como una epidemia próxima. Un líder de la ciudad hará sonar una trompeta llamando la atención de las personas para que se congreguen en sus azoteas, y el anuncio será proclamado desde una azotea a la otra más próxima por toda la ciudad. Todas y cada una de las personas del pueblo participan en el acto juntándose así en la súplica y oración; esto es por lo que se dice “vosotros todos, ¡subid arriba!”: todos tienen que ir; los enfermos y las personas ancianas y todo el mundo tiene que subir. Una calamidad de ese tipo sucedió en Nínive como se describe en el libro de Jonás (3:7-8): el rey ordenó que fuese proclamado y publicado por decretó en la ciudad que todas las personas debían vestirse de cilicio y clamar a Dios. Y vemos que Dios así lo hizo y liberó a la ciudad.
Guarda tus lágrimas en un vaso. En Salmos 56:8 encontramos: “Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No está ellas en tu libro?”
El que alguien guarde sus lágrimas en un recipiente es una costumbre muy antigua oriental basada en la creencia de que estas lágrimas servirán de prueba para Dios de que el individuo ha llorado amargamente con justicia por alguna buena causa. Las lágrimas injustas no se toman en cuenta: las lágrimas de ira o de rencor, por ejemplo. Pero todas las lágrimas que se derrame para la Gloria de Dios son guardadas para ser sepultadas con la persona que las derrame como prueba para Dios. El versículo en el Salmo 56 está diciendo, por tanto, que las personas piadosas no precisan guardar consigo sus lágrimas, una vez que las buenas obras de la gente de Dios ya se encuentran escritas y registradas en el libro de Dios.
En Lucas 7:37-38 nos encontramos con la historia de la mujer de la ciudad, la cual si era pecadora y que se acercó a la casa donde Jesús estaba comiendo, trayendo consigo un vaso de alabastro con perfume:
Y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Yo me sorprendo pensando que los occidentales puedan imaginarse que esta mujer llorase tanto que fuese capaz de lavar los pies de Jesús con sus lágrimas. Yo estoy persuadido y creo con toda seguridad que esta mujer lo que trajo consigo fue su frasco de lágrimas y se las derramó sobre los pies de Jesús para lavárselos con ellas. Esto representa un enorme sacrificio, una vez que se considera una desgracia ser enterrado sin el vaso de las propias lágrimas. De hecho, esta mujer estaba realmente siendo muy penitente, porque ella trajo consigo un precioso y caro recipiente de alabastro, y abandonó dejando de lado la idea de ser enterrada con su frasco de lágrimas cuando muriese, y además se rebajó y humilló a sí misma en extremo cuando utilizó su cabello para enjugarle sus pies. El cabello de la mujer es su corona de gloria; esta mujer estaba queriendo decir que tan solo su corona de gloria era apropiada para enjugar  los pies de Jesús.




Capítulo 11


Sacrificios


En Jueces 11:30-31 encontramos la historia de Jefté y de su hija que ha sido extremamente mal entendida. Jefté se encontraba aquí en lucha con el pueblo de Amón.
Y Jefté hizo voto a Jehová, diciendo. Si entregares a los amonitas en mis manos,
Cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto.
Ahora bien, esto no significa que la persona fuese muerta y quemada sobre el altar, como muchos se han imaginado. Dios nunca demandó que la humanidad ofreciese sacrificios humanos, aunque a Abraham se le dijo que ofreciese a Isaac; sin embargo, como bien sabemos, aquello fue una prueba de fe, y nunca llegó a realizarse.
Una mujer que es dedicada a Jehová es enviada para servir en el templo, y no contraerá matrimonio. Es igual que se hace en el caso de las monjas y de los sacerdotes en la Iglesia Católica Romana hoy en día. El fundamento para este caso lo encontramos en Levítico 27:2:
Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno hiciere especial voto a Jehová, según la estimación de las personas (en la traducción inglesa se lee: Cuando alguno  haga voto específico a Jehová, la persona será estimada propiedad para el Señor).  
Ahora veamos lo que sucedió con Jefté (Jueces 11:32-38):
Y fue Jefté hacia los hijos de Amón para pelear contra ellos; y Jehová lo entregó en su mano.
Y desde Aroet hasta llegar a Minit, veinte ciudades, y hasta la vega de las viñas, los derrotó con muy grande estrago. Así fueron derrotados los amonitas por los hijos de Israel.
Entonces volvió Jefté a Mizpa, a su casa; y he aquí que su hija salía a recibirle con panderos y danzas, y era ella sola, su hija única; no tenía fuera de ella hijo o hija.
Y cuando él la vio, rompió sus vestidos (aquí debería ser: su fular), diciendo; ¡Ay, hija mía! En verdad me has abatido, y tú misma has venido a ser causa de mi dolor; porque le he dado palabra a Jehová, y no podré retractarme.
Ella entonces le respondió: Padre mío, si le has dado palabra a Jehová, haz de mí conforme a lo que prometiste, ya que Jehová ha hecho venganza en tus enemigos los hijos de Amón.
Y volvió a decir a su padre: Concédeme esto: déjame por dos meses que vaya y descienda por los montes, y llore mi virginidad, yo y mis compañeras.
Él entonces dijo: Ve. Y la dejó por dos meses. Y ella fue con sus compañeras, y lloró su virginidad por los montes.
Esto se hacía comúnmente cuando las mujeres estaban preparándose para entrar al servicio del templo. Ellas visitaban y recibían a todos los familiares y amigos, y les anunciaban el abandono de su vida mundana. La hija de Jefté era una princesa; ella debía poseer preciosas ropas y joyas y siervos en su vida; se hubiese casado y le habría dado el gozo a Jefté de tener nietos y con ellos un heredero que le sucediese en el trono. Pero todo esto se había quedado fuera de cuestión, una vez que Jefté había hecho el voto.
Cuando la virgen es traída a la puerta del templo al fin de los dos meses, ya se encuentra lista para entrar al servicio del templo. Su pelo es rapado en señal de que está abandonando la gloria de su cabeza para que así pueda servir a Dios. Sus finas vestiduras son mudadas por la indumentaria blanca que es el símbolo de la pureza y santidad. Y eso es lo que sucedió con la hija de Jefté (Jueces 11:39-40):
Pasados los dos meses volvió a su padre, quien hizo de ella conforme al voto que había hecho. Y ella nunca conoció varón.
Y se hizo costumbre en Israel, que de año en año fueran las doncellas de Israel a endechar a la hija de Jefté galaadita, cuatro días en el año.
Esta palabra “endechar” es una palabra mal traducida. Algunos de vosotros debéis tener una Biblia con notas marginales donde encontraréis que esta palabra debería leerse “hablar con.” Me parece muy extraño que la verdadera palabra se encuentre al margen y que el error se mantenga en el texto. ¿Cuándo es que se decidirán a retirar el error y a reponer la verdad en el texto?
Existe otro pasaje que ha sido también muy mal interpretado relacionado con este mismo tema. Se encuentra en 1ª Corintios 7:36, que en la versión Reina- Valera se expone de la siguiente manera:
Pero si alguno piensa que es impropio para su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que así sea, haga lo que quiera, no peca; que se case.
Todo esto tiene que ver con la preparación durante el tiempo en el cual nosotros todos nos ofrecemos a nosotros mismos como un sacrificio vivo para Dios. Encontramos esta idea expresada por Pablo en su epístola a los Romanos (12:1-2):
Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
A esta declaración lo único que se le puede añadir es: “Si, amén”.




Capítulo 12


El Estandarte


En el Salmo 20, en el versículo 5, encontramos esta jubilosa exclamación:
Nosotros nos alegraremos en tu salvación, y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; conceda Jehová todas tus peticiones.
Esta palabra pendón se refiere a un objeto que sería mejor expresado a través de la palabra “estandarte”: alzaremos nuestro estandarte. ¿Qué es lo que esto significa? Cundo Dios les habló a los hijos de Israel y les dijo (Éxodo 20:5):
 …Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen –  El expresó  un sentimiento que ha sido una tradición entre los orientales desde hace siglos. Ellos dejaban de hacer lo que fuese con tal de cumplir  y hacer efectiva esta maldición. Los hijos y los nietos de un hombre que hubiese sido asesinado se sentían en la obligación de procurar derramar posteriormente la sangre de los hijos y nietos del asesino.
Suponte que dos hombres se encontrasen en un valle apartado. Krishna reconoce  que el otro es Raman, el nieto del hombre que había asesinado a su abuelo. Krishna desenfundaba su espada, “Yo voy ahora a vengar la sangre de mi abuelo,” le declaraba con un grito, y comenzaba a luchar contra Raman.
Ahora bien, hay dos cosas que Raman puede hacer. Una es salir corriendo hasta una Ciudad de Refugio que se usa con ese fin, donde él pueda permanecer hasta que el Sumo Sacerdote de aquella ciudad muriese. O, si él no tiene intención de huir,  también puede levantar sus brazos y exclamar: “En el nombre de…” (él usa el nombre de alguien muy respetado tal como Mahatma Gandhi) … En el nombre de Mahatma Gandhi, yo te pido perdón.”
Si Krihna le perdona, ellos tienen que ir a la ciudad a la casa del hombre cuyo buen y reputado nombre ha librado la vida de Raman.
“Debo contarte la cosa tan maravillosa que ha sucedido en tu nombre,” Raman le cuenta, y les abre su casa para que reunidos le cuente de nuevo todo el relato acerca del asunto.
Pero esto no es todo, Raman entonces prepara un sequito y salen juntos por la ciudad proclamando la buena nueva. Él le coloca una guirnalda alrededor del cuello de su salvador, llaman juntos algunos muchachos para que transporten un estandarte sobre su cabeza, y vayan delante de él tocando un tambor. “Venid y ved al hombre por cuyo nombre ha sido librada mi vida,” va diciendo Raman a medida que recorren la ciudad.
De la misma manera, amigos míos cristianos, vosotros y yo hemos sido llamados en el nombre del Señor, y él nos ha librado y salvado nuestras vidas.
Él nos ha comprado bajo el madero con su preciosa sangre. Él nos ha ofrecido la garantía de que ha ido a preparar un lugar para nosotros, y con toda la certeza volverá por nosotros de nuevo para que estemos siempre juntos con él.
A él le debemos nuestra existencia; hemos comido de su sal desde el principio, porque es por su gracia que nosotros obramos y comemos; en él vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser.
La palabra se hizo carne y nació en el mundo en la figura de un hombre para que pudiésemos ser salvos. Sus promesas son verdaderas y no hay en ellas engaño, porque él fue envuelto en pañales cuando era niño para ser honesto y verdadero.
A través del don del espíritu santo, nosotros podemos practicar la renovación de nuestro entendimiento y hallarnos en comunión con él. Podemos hacer crecer nuestro ser espiritualmente como la semilla de mostaza, pasando de un ínfimo grano a ser un árbol crecido.
Aun cuando el cordón de plata pueda perderse, o que el cuenco dorado haya sido quebrado, nosotros tenemos la garantía de que el espíritu vuelve para Dios que nos lo dio primero.
Si andamos en Sus caminos, podemos florecer como el árbol de la palmera, y crecer como el cedro del Líbano.
Por tanto, igual que la mujer en el pozo, dejemos para atrás nuestro cántaro de barro, y salgamos para proclamar en la ciudad que hemos hallado a Cristo. Presentémonos nosotros mismos en sacrificio vivo; levantemos nuestro estandarte en el nombre de nuestro Dios, porque en nombre de Su Hijo somos salvos. Porque es solamente por Su Nombre que tenemos salvación – no por la “religión” o rituales ni sacramentos, ni tampoco por las buenas obras – sino por el Nombre único que se nombra por encima de todo nombre,  sea en los cielos o en la tierra, en el Nombre que estableció el Señor nuestro Dios.

Dios te bendiga.




Si deseas recibir nuestras publicaciones directamente en tu dirección de e-mail o contactarnos escríbenos a: mirasoloadios@live.com

Comentarios