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DELEITATE EN DIOS (CAP. 17, 18)

Muy amada familia de Dios:

!Feliz año nuevo!!!

Es un gran gozo y plena satisfacción dirigirnos a ustedes para desearles el mejor año de sus vidas en este 2012 que comienza en unos cuantas horas. ¡Nada anhelamos mas los colaboradores de este blog QUE NUESTRO PADRE SIGA SIENDO GLORIFICADO, ADMIRADO, ALABADO, BENDECIDO Y ADORADO POR SU GRANDEZA, GLORIA, HERMOSURA Y PODER!

Nuestro Dios nos ha regalado muchas satisfacciones haciéndoles llegar material que estamos seguros honra Su Santo Nombre y queremos expresarle a El nuestro profundo agradecimiento y admiración.

Es un gozo elevar cada una de sus vidas delante de Él y pedirle que haga caer sobre todos ustedes una inigualable lluvia de bendiciones, que continúe alumbrado los ojos de su entendimiento, y que juntos crezcamos en Su infinito amor y gracia.

Oremos porque Su iglesia de Cristo se fortalezca contra los ataques del enemigo, porque entendamos cada día mas las inescrutables riquezas de Cristo, porque entendamos la asombrosa autoridad que tenemos en su nombre, pero sobre todo, para que cada uno de nosotros crezcamos en una relación más intima, personal y profunda con nuestro Padre celestial y con nuestro amado señor y salvador Jesucristo.

Reciban un caluroso abrazo lleno del amor de Cristo, de parte de los colaboradores del blog, Juan Luis Molina, Gracinha Bento, Charo Quesada y de su servidora. Es un privilegio trabajar con las manos, la mente y el corazón de Cristo para gloria de Dios y bendición de nuestros hermanos.

¡A NUESTRO DIOS Y PADRE CORRESPONDE JUSTAMENTE TODA LA GLORIA, LA HONRA, LA ALABANZA, EL HONOR Y EL PODER ETERNAMENTE Y PARA SIEMPRE! AMEN Y AMEN
¡Dios los bendiga!

Con amor en Cristo,
Claudia Juárez



DELEÍTATE EN DIOS 
Una Biografía de George Mueller 
Por Roger Steer 
TRADUCCIÓN ESPAÑOLA – Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez Garbalena

                                                                             17

Reservados para la Gloria


No muchos días después de la inauguración del Hogar Núm. 5 en enero de 1870, Mary Mueller –ahora con setenta y tres años– sufrió un serio resfriado que la hacía toser penosamente.
´Amada mía, debes permitir que el Dr. Pritchard te vea’, le dijo Mueller.
Mary concordó, a duras penas.
´Ya no debes ir caminando desde tu casa en la calle Paul hasta Ashley Down´, le dijo el médico. ´Desde ahora en adelante debes ir en transporte público, y además debes tomarte un tiempo de reposo después de cenar diariamente.´
Por la noche Mueller tomándole el pulso a Mary lo halló muy débil e irregular; pero Mary no concordaría que hubiese nada grave con ella. A finales de enero, ella sintió un dolor alrededor de la parte baja de su espalda y en el brazo derecho. Aunque el dolor iba en aumento y empeorando, Mary se dirigió hasta Ashley Down con Lydia y llevó a cabo sus actividades usuales en los Hogares. A la hora del té regresó para su casa con su hermana Groves y con Lydia; Mueller abandonó la reunión de oración en la iglesia de Salem. Cuando llegó a su casa, se encontró que su médico Josiah Prithchard, le había ordenado que se metiese en la cama.
´Mary tiene que permanecer en cama’, le dijo el Dr. Pritchar a Mueller, ´y su habitación calentada con la hoguera. Padece de fiebre reumática.´
Mueller esperaba lo peor. Pero, dijo, ´aunque mi corazón estaba próximo a despedazarse, por causa de mi profunda aflicción, me dije a mí mismo: “El Señor es bueno, y todo lo que hace es bueno; hágase todo conforme a Su voluntad. Nada sino lo mejor, como Él Mismo es, puede venir de Dios. Si a Él le place llevarse a mi mujer, eso será lo mejor, porque Él es bueno. Lo que yo tengo que hacer, como hijo Suyo que soy, es estar satisfecho con aquello que mi Padre hace para que pueda así glorificarle.”´
Al día siguiente, el martes por la tarde, Mueller se sentó solo en la habitación de su mujer en el Núm. 3. Mary se encontraba en casa por primera vez en nueve años; en la pared había un calendario con un comentario diario El Silencio Confortable, Mueller leyó el texto de ese día: Salmos 119:75, ´Conozco, oh Jehová que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me has afligiste,´ Mueller leyó una y otra vez estas palabras.
´Sí, Señor´ se dijo a sí mismo, ´Tus juicios son justos, yo estoy satisfecho con ellos. Tú conoces la profundidad de la aflicción de Tu pobre hijo por su querida mujer, sin embargo estoy satisfecho con Tus juicios; y en lo más profundo de mi alma digo que fui afligido conforme a tu fidelidad. Todo esto que está sucediendo es de acuerdo al amor con el cual Tú me amaste en Cristo Jesús, y cualquiera que sea el resultado, todo lo que venga nos ayudará a bien.´
A seguir a este texto, El Silencio Confortable tenía las palabras: ´En Tus manos están mis tiempos´ (Salmos 31:15).
´Sí, Padre mío´, pensó Mueller, ´los tiempos de mi querida esposa están en Tus manos. Tú harás lo que sea mejor para ella y para mí, tanto si es la vida como la muerte. Si es posible, recobra la salud a mi preciosa mujer de nuevo, Tú eres capaz de hacer eso, aunque ella se halle tan enferma; pero cualquier cosa que determines hacer conmigo, solamente te pido que me ayudes a continuar estando perfectamente satisfecho con Tu santa voluntad.
Durante esa semana, las palabras del himno ´Aquel que está por encima de todos´, se mantuvieron constantemente en la mente de Mueller:

La mejor de las bendiciones nos proveerá
Nada malo nos sucederá,
Guardados para la gloria Él nos guiará,
¡Oh cuán grande es Su amor!

´Mi corazón´, dijo él, ´me repite continuamente – “Nada malo nos sucederá”,´
El miércoles, Mary sintió menos dolores, y antes de salir de la Calle Paul para Ashley Down, Mueller se sentó en su cama y leyó un versículo del Salmo 84, ´Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.´
´Amada mía’, le dijo Mueller a Mary, ´ambos hemos recibido gracia, y recibiremos por tanto gloria; y a medida que andemos en integridad, por la gracia de Dios, el bien no nos será quitado de nuestras vidas.´
Posteriormente en ese mismo día, Mary le repitió a su hija Lydia el versículo que Mueller le había leído y le compartió el gran consuelo que recibió leyéndolo con él. Y mientras Mueller se dirigía hacia su trabajo en Ashley Down se dijo una y otra vez a sí mismo: ´Yo ando en integridad, por tanto mi Padre no permitirá que nada malo me suceda; así que si es bueno para mí que mi querida Mary recobre la salud, con toda la certeza eso es lo que sucederá; si así no fuese, yo de cualquier manera procuraré glorificar a Dios en perfecta sumisión a Su santa voluntad.´
´Cada dos horas durante la noche’, le dijo el Dr. Pritchard a Mueller en esa tarde, ´quiero que le des a tu mujer un poco de caldo de carne o una cucharada de vino mezclado con una cucharada de agua,´
Mueller así lo hizo, y en cada turno hacían juntos una oración.
´Creo que me sentiría mejor´, le dijo el Dr. Pritchard a Mueller, ´si mi colega el Dr. Black pudiese examinar a la señora Mueller porque debo confesarte que su situación se ha vuelto bastante grave.´
´Yo estoy plenamente satisfecho con el tratamiento que está teniendo con usted´ le contestó Mueller, ´pero si se siente mejor, haga lo que más crea conveniente.´
El sábado por la mañana, Mueller se quedó en casa al lado de Mary. Después de la comida le dijo:
´Querida mía, siento mucho tener que dejarte, pero regresaré a tu lado tan pronto como me sea posible.´
´Yo estoy siempre con Jesús, no te preocupes´ le dijo Mary.
En esa misma noche los dolores empeoraron. Mueller pasó toda la noche intentando consolarla lo mejor que podía. Mueller se encontraba ahora incapacitada de mover cualquiera de sus brazos.
Por la mañana fueron llamados el Dr. Black y el Dr. Pitchard.
´No hay esperanzas de que recobre su salud´, le dijo el Dr. Black a Mueller.
Mueller entró en su habitación.
´El Señor Jesús viene a por ti´, le dijo Mueller a Mary.
´Sí, ¡ya sé que en breve vendrá! Le dijo Mary.
A la una y media, Mueller le dio a Mary su medicamento y una cucharada de vino con agua, Mary tuvo mucha dificultar en tomarlos y comenzó a delirar. George se mantuvo tranquilo a su lado y se dio cuenta de que ´su amada se estaba apagando´.
Salió por unos instantes de la habitación.
´Mary se está muriendo´, le dijo calmamente a Lydia y a la hermana de Mary.
  Las dos mujeres se juntaron con George al lado de Mary y poco después también se juntó con ellos otra de las hermanas de Mary. Los cuatro permanecieron sentados durante dos horas y media. A las cuatro y veinte del 6 de febrero de 1870 Mary Mueller falleció.
´Gracias Padre por haber libertado a Mary´, dijo Mueller mientras se arrodillaba cerca de la cama. ´Gracias por haberla  llevado contigo. Te pido que ahora nos ayudes y consueles a nosotros.´
George y Mary habían estado casados durante cuarenta años.
El 11 de febrero de 1870, el propio Mueller presidió el servicio fúnebre tanto en Bethesda como en el cementerio. Alrededor de mil doscientos niños secundaban la procesión; reunidos por el personal desde Ashley Down y con cientos de miembros de la Iglesia de Bethesda. Antes de predicar su sermón en el funeral, Mueller se sentó en la sacristía repitiendo una y otra vez:
´!Oh Mary, mi amada Mary!´
Y comenzó a leer el texto, ´Bueno eres tú, y bienhechor.´ (Salmos 119:68). Recordó que Mary había sido el primer miembro de la iglesia de Bethesda cuando reabrió bajo la dirección de Craik en 1832; que había visto en su vida a dos mil y setecientos creyentes adherir a su comunión; y que cuando ella falleció contaba con novecientos y veinte miembros. Después hizo un recuento detallado de su vida y obra.
´Tal vez a ninguno de los cristianos que me hayáis escuchado´, dijo al final de su discurso,´ no les sea difícil de concordar de corazón que “ el Señor es bueno, y bienhechor” habiéndome concedido estar tanto tiempo con ella; pero les pido a estos queridos amigos cristianos que se extiendan un poco más adelante conmigo, y que digan en sus corazones también: “Bueno eres Tú, y bienhechor” habiendo quitado a esta eficaz, amorosa, excelente esposa de su marido, y que en el momento que, humanamente hablando, él más que nunca precisaba de ella. Mientras estoy diciendo esto, estoy sintiendo la voz dentro de mí. Mi amada ya no está conmigo, para compartir mi gozo y tribulación. Cada día que pasa la recuerdo más y más. Veo más y más cuán grande es su pérdida para los huérfanos. Sin embargo, sin esfuerzo alguno de mi parte, en el fondo de mi alma me regocijo con el gozo de la partida de mi amada. Su felicidad me produce gozo. Mi querida hija lo siente igual. Dios mismo es Quien produce en nosotros todo este gozo, los dos estamos satisfechos con Él…´
Sin embargo, a pesar de estas consoladoras y valientes palabras en el funeral, en los meses siguientes a la muerte de Mary, Mueller sintió la pérdida más profundamente. Él registró en su diario: ´todo mi gozo terrenal desapareció´; y alrededor de diez días después de la pérdida llegó a estar, durante un cierto tiempo, muy angustiado y enfermo. Cuando recobró de esta enfermedad, cayó en la cuenta de que cuando ´entre las ocho y las nueve por las tardes, me iba para casa desde los Orfanatos, en vez de hacer el camino con la compañía de mi amada Mary, como lo había hecho durante tantos años (porque siempre lo hacía conmigo), pensé para mi mismo: “Cuando llegue ahora a casa, no me voy a encontrar con ella allí, pero sé que el Señor Jesucristo sí que estará esperándome, mi precioso amigo; Él me confortará”; y le agradecí a Dios que me permitiera tener a mi queridísima hija a mi lado, que siempre estaba esperando que llegase, para consolarme, y hacía todo lo posible para atenuar el dolor que tenía en mi desconsolado corazón. Es que la pérdida que sufrí fue muy grande, la angustia fue muy profunda, y, con el transcurso de las semanas y meses,  aunque continuando habitualmente no solo a estar satisfecho con Dios, sino también adorándole por lo que había producido en esta amargura de corazón, la herida tendía a agrandarse en vez de achicarse, y el sentimiento de pérdida cada se hacía más y más grande…´
La pérdida fue sentida también por los niños, así como por los chicos y chicas más mayores que habían pasado por los Orfanatos; Mueller recibió centenas de cartas de condolencia, aun en los meses siguientes al acontecimiento. Una de estas cartas fue enviada por una de las primeras niñas de Wilson Street:

Querido Sr. Mueller, créame que no ha sido por ingratitud que no le haya escrito antes, sino porque sabía que usted tendría que atender centenas de cartas; pero no amo ni un ápice menos a la Sra. Mueller que aquellos que le han escrito. Yo pienso que la amé junto con usted igual que si fueran mis verdaderos padres. Es cierto que nunca conocí a mis padres, para saber por experiencia cómo sea amarlos; sin embargo sé muy bien lo que es amar tanto a usted como a ella, y desde lo más profundo de mi corazón siento su pérdida. Bien es que usted la echa de menos a diario. Guardo un grato recuerdo de ella andando por los Hogares; porque siempre los observaba cuando salían juntos; pero ahora usted se ha quedado solo. Confío en que a Dios le placerá guardarlo con nosotros durante muchos años, así como a su querida hija y familia; porque, ¡Oh Dios mío! Sería un gran vacío, de hecho, si nos fuese quitado de nosotros. Siempre le recuerdo muy afectuosamente.

La escritora de esta carta no era la única en pasar por esta ansiedad de qué sería lo que sucedería si Mueller faltase.
´¿Qué es lo que será del Orfanato, Sr. Mueller, cuando usted falte? Le preguntaba la gente.
´Los Orfanatos´, les contestaría Mueller, ´y las tierras que les pertenecen, se encuentran en las manos de once fieles servidores y administradores, así que la Institución se mantendrá en los mismos pasos que hasta ahora, en este particular, como otras Instituciones de caridad.´
´¿Pero dónde va usted a encontrar al hombre que lleve a cabo la labor en el mismo espíritu con que usted lo ha hecho, a través  de confiar solamente en Dios para todo que sea necesario para la obra?´
´Cuando al Señor le plazca quitarme de mi puesto, Él Mismo probará que no es dependiente de mí, y que muy fácilmente puede Él levantar a otro siervo Suyo que prosiga la obra.´
´Bien puede usted orar para que Dios nos levante un sucesor que tome las riendas de la obra después de usted.´
´Eso es lo que hago regularmente’, contestaba siempre Mueller.

“¿Podría avisar al Sr. James Wright que venga a verme?´
Le dijo Mueller a un asistente no muchos meses después de la muerte de Mary,
Desde que Wright era muy joven, Mueller siempre había estado observando sus ´consistente piadoso comportamiento´, y durante cerca de doce años él había sido uno de los colaboradores más eficaces de Mueller en todos los aspectos de la obra en la Institución para el Conocimiento de las Escrituras incluyendo el trabajo con los niños. George y Mary habían orado juntos durante una serie de años específicamente para que Dios lo preparase para llegar a ser el sucesor.
´Tengo que confesarle´, le dijo Mueller a James Wright, ´que estoy considerando que es la voluntad de Dios que usted me suceda como director de esta Institución.´
Wright le dio a Mueller una serie de razones del por qué se consideraba a sí mismo incapaz de ocupar el puesto, ninguna de las cuales le pareció válida a Mueller.
´Yo creo que la obra es una carga demasiado pesada para ti. Te imploro que no aceptes la invitación del Sr. Mueller´, le dijo su esposa a Wright. Algunas semanas después, sin embargo, ella cambió de opinión y Wright fue a encontrarse con Mueller nuevamente.
´Siento que es mí deber no oponerme a la invitación que me hizo por más tiempo.´
´Entonces estamos de acuerdo´, dijo Mueller, sonriendo, ´si yo falto, tú serás mi sustituto.´
Poco tiempo después de esto, la esposa de Wright falleció.
Se dijo de Wright que su ´bello rostro y radiante sonrisa, mejor de lo que las palabras podrían, mostraban que la paz y el gozo gobernaban su corazón’. Su manera al mismo tiempo digna y graciosa ganó el respeto y la admiración de todos con unanimidad. De su fe y amor, sus obras daban testimonio, pero su humildad era igualmente aparente para cualquier mente observadora.´
Wright era entendido en música y durante muchos años su bella voz de bajo dirigía las canciones en Bethesda. Le gustaba mucho juntar un coro alrededor del piano o del órgano y cantar himnos del cancionero  Bristol Tune Book.

Dieciocho meses después, en agosto de 1871, Wright pidió ver a Mueller para tratar con él un asunto particular.
´He venido para pedirle la mano de su hija en casamiento.´
No sabemos cuál fue la respuesta que Mueller le dio, pero escribió en su diario: ´No sé de nadie mejor a quien con toda mi buena voluntad le confiase la vida de mi precioso tesoro terrenal.´
Durante dos semanas estuvo Lydia agonizando acerca de la respuesta que debería de darle al pedido de Wright. Mueller descubrió que su único obstáculo residía en no querer dejar solo a su padre.
´Yo te ruego que no permitas que eso sea un obstáculo en tu vida´, le dijo Mueller a Lydia. ´Sería un gran consuelo y gozo para mi verte casada con un marido tal.´
Se casaron en Bethesda el 16 de noviembre de 1871: Wright tenía cuarenta y cinco años y Lydia treinta y nueve. Wright posteriormente describió su vida juntos como un tiempo de ´felicidad inquebrantable´.
Bethesda asistiría poco después a un nuevo casamiento.



18

De Vuelta al Rigi

Cerca de dos años después de la muerte de Mary y del casamiento de Lydia, entre otros hechos, finalmente persuadieron a Mueller a contraer matrimonio nuevamente –una decisión meditada, dijo él, ´en el temor a Dios, y en la absoluta convicción de que he tenido la guía y la aprobación de mi Padre Celestial´. Registró que había conocido a la Srta. Susannah Grace Sangar, una gobernanta de Clifton hacía unos veinte años en su juventud, ´durante más de veinticinco como una fiel cristiana, y a respecto de quien no tengo razón alguna para dudar que ella sería capaz de ofrecerme una gran ayuda en mis varios servicios´. Se casaron el 30 de noviembre de 1871.
Durante los dos meses siguientes, Susannah Mueller fue aprendiendo más y más acerca de su trabajo, y procuró liberar a su marido de todo cuanto podía. Y entonces, en marzo de 1874, contrajo una fiebre muy severa: era la fiebre del tifus. Al principio se pensó que no era un ataque muy grave.
El jueves 26 de marzo, Mueller dejó a Susannah con Lydia en la calle Paul en un mejor estado que los días anteriores. Después de la comida, Lydia vino a encontrarse con Mueller en Ashley Down.
´Susannah ha sufrido una hemorragia.´
Mueller llegó a su hogar y se encontró con que su esposa había padecido una muy grave pérdida de sangre. El Dr. Williams llegó. ´Mi querida esposa´, redactó él, ´parecía tan pálida como si estuviese muerta, y la presencia de la muerte se manifestaba en su rostro; pero por los medios que se emplearon, después de unos instantes pareció volver de nuevo a la vida.´
El 15 de abril, Susannah comenzó a delirar; la fiebre se encontraba en el punto más alto. Por la tarde el Dr. William consultó al Dr. Black.
´La Sra. Mueller debe recobrar su salud si consigue dormir´, dijo el Dr. Black. Susannah no había podido cerrar sus ojos durante más de treinta horas.
Una tercera enfermera vino para que las otras dos pudiesen descansar. Mueller hizo lo que pudo para asegurarse de que las instrucciones del médico se llevasen a cabo correctamente. ´Pero mi confianza estaba depositada en Dios solamente. Yo le conozco muy bien, y se perfectamente que Él hará lo mejor para mí. Mi corazón está satisfecho con Él. Me deleito dentro de mí mismo en Él.´
El estado de salud de Mary era ya conocido en muchos países y miles de oraciones se ofrecían en todas partes en su respaldo.
En aquella noche la crisis tuvo su pico más alto y después desapareció. Ella consiguió dormirse durante cinco horas y durante la mayor parte del lunes, Desde ese día Mueller pudo comenzar a ver algunas señales de mejoría. Aunque el pulso de Susannah se encontraba en 120 y todavía muy debilitado.
´Nunca había visto a ningún paciente mío que recuperase después de una hemorragia masiva como la que sufrió la Sra. Mueller´, dijo un distinguido médico de Londres – Mueller lo describió como siendo ´uno de los más eminentes y expertos médicos de Londres.´
´Por tercera vez ahora´, escribió Mueller´, en lo más profundo de mi ser estoy satisfecho con Dios, deleitándome con toda mi alma en Dios, besando la mano de quien me azota; y, por Su gracia, así seguiré haciendo…Yo sé cuan amoroso, y generoso Ser es Dios, por la revelación que Le ha placido darnos de Sí Mismo en Su santa Palabra; yo creo esta revelación; y también sé muy bien por propia experiencia la verdad que hay en ella; y por tanto, yo me encuentro satisfecho con Dios, me deleito en Dios con toda mi alma; y estoy seguro que me concederá las peticiones de mi corazón, aun con la restauración de mi querida esposa.´
Al comienzo de mayo, Susannah se encontraba lo suficientemente recobrada de su salud como para salir de la cama y sentarse en una silla en el salón durante cortos periodos de tiempo; a mediados del mes dio su primer paseo al aire libre en un carruaje. Al final de mayo la pareja pudo viajar hasta Burnham, en Somerset, para que Susannah pudiera beneficiarse con los aires del mar. En septiembre viajaron hasta Ventnor en la Isla de Wight donde recuperó plenamente su salud.
Desde que había llegado a Bristol en 1832, Mueller casi exclusivamente solo había predicado en esta ciudad; su puesto como pastor de la extensa iglesia de Bethesda y como director de los Hogares de huérfanos, y el trabajo con la distribución de literatura lo habían retenido en Bristol. Pero las cosas en Bethesda eran ahora diferentes: había varios hombres habilitados espiritualmente y con la suficiente experiencia para tomar en sus manos las responsabilidades. Y James Wright ya había probado ser un excelente codirector en la obra de Ashley Down y de la Institución en general. Así que después de muchas oraciones, Mueller decidió emplear sus últimos años en la labor de predicar y enseñar la palabra en otros lugares.
Él estaba convencido de que había muchas personas que eran perfectamente genuinas en sus deseos de ser justos delante de Dios, pero que carecían de la paz necesaria debido a que se apoyaban en sus propios sentimientos. Después de más de medio siglo de diario, sistemático y consecutivo estudio de la Biblia, Mueller podría ahora compartir con una más extensa audiencia las verdades que él mismo había descubierto e incentivar a más cristianos para que fuesen más amantes de la Biblia en sus vidas personales; para que comprobasen todas las cosas por la palabra de Dios.
Otro de los deseos de Mueller al embarcar en sus viajes predicando sería (según el espíritu de Groves y los mejores miembros pioneros de Bethesda) cortar con las barreras  de las denominaciones y promover, como él dejó por escrito, ´el amor entre la hermandad de los verdaderos cristianos´.

Aunque no esté para nada de acuerdo con algunas de sus opiniones y prácticas, yo nunca dejé de predicar entre todos, habiendo considerado durante muchos años cuán grande debe ser la amargura en el corazón del Señor Jesús por la desunión que existe entre sus propios verdaderos discípulos. A este respecto, por tanto, yo he procurado  (en la medida de mis posibilidades) reunificar a los verdaderos creyentes, que ellos vean cara a cara y concuerden en cada punto con nosotros; pero, una vez que esto no es posible, debido al distanciamiento de nuestra hermandad en Cristo, yo preciso acercarme a ellos, y mantenerme unido con ellos, en la medida necesaria para que nadie tenga que decir de mí que no lo haya hecho con toda mi buena conciencia.

Susannah Mueller disfrutaba mucho en los viajes y sería una excelente compañera de viaje. Aunque la salud de George era todavía muy buena, sería imposible para él finalizar la ardua tarea programada de expandir la palabra que tenía en frente de él, sin tener a Susannah a su lado como asistente y enfermera. Ella podría asegurarse de que los viajes no fuesen solo trabajo, sin también disfrutar de otras cosas: porque, sin duda se debía en gran parte a su influencia, que la pareja saliera de la rutina de los numerosos compromisos para hacer también visitas turísticas atractivas a bellos monumentos y plazas de interés históricos.
Su primer viaje juntos –sin salir de Inglaterra– fue una corta visita en la primavera y el principio del verano de 1875. Mueller tenía setenta años y Susannah alrededor de cincuenta. Spurgeon le había pedido a Mueller que predicase en su lugar, y, en el famoso Tabernáculo Metropolitan, el hombre que fue pionero en la obra de Bristol se dio a conocer muy bien en Londres, dirigiéndose a una gran congregación. Predicó también en Newcastle y, regresando a Londres, lo hizo igualmente en la Conferencia Mildmay Park – la inter-denominación precursora de la Keswick Convencion que estaba en ese mismo tiempo comenzando a formarse.
Gavin Kirkham, siendo él mismo un evangelista con dones espirituales, y primer secretario de la Open – Air Mission, escribió acerca de ese tiempo:

La apariencia del Sr. Mueller es sorprendente; es alto e imponente. Tiene setenta años. Posee un fuerte acento alemán, aunque cualquier oyente ingles puede comprenderle muy fácilmente. En su ministerio público, él es sobre todo un maestro, que frecuentemente nos trae a la memoria el camino de la salvación, en una clara, dulce, y persuasiva manera. Los predicadores deben aprender sus métodos de predicación. Él antes que nada nos trae un mensaje de parte del Señor: Que él siempre depende del Señor, a través de la lectura de las Escrituras, meditación y oraciones, hasta que tiene la certeza de que tiene con él la mente o pensamientos del Espíritu como aquello que él dirá. Algunas veces permanece en duda de lo que dirá hasta casi el último minuto, pero ni tan siquiera una vez le ha defraudado el Señor. Él hace un apelo muy grande y practica una predicación expositora. En vez de utilizar un solitario sacado de su contexto, lo que hace es que selecciona un pasaje, que puede ser de varios versículos, en los cuales se detiene meticulosamente clausula por clausula. Lo primero que hace es dar el significado del pasaje, y después lo ilustra con otras Escrituras y por fin le da la aplicación que tiene. Esto lo hace frase por frase, la definición, la ilustración, y la aplicación continuamente –de manera constante. Así nunca tienen la certeza sus oyentes de cuándo va a acabar, y no saben cuántos versículos más se propone a considerar. Sus ilustraciones ocasionalmente son tomadas de la historia, la biografía, o de las ciencias naturales, pero en la mayor parte de los casos sacadas de las Escrituras con testimonios de sus experiencias personales.
Una de las cosas más sorprendentes de la predicación de Mueller es la forma como él induce a sus oyentes a reconsiderar todo lo que se va diciendo. Frecuentemente dice: ´Ahora bien, vamos a hacernos una pregunta, ¿Estoy comprendiendo todo esto? ¿Cómo se aplica en ? ¿Es ésta mi experiencia?´

El primer viaje fue relativamente corto, con Mueller predicando setenta veces; pero se hizo muy notorio que, a cualquier sitio que fuese, sería siempre recibido con entusiasmo e interés por muy largas audiencias.
En agosto de 1875, Moody y Sankey regresaron a Nueva York después de una campaña en Bretaña que les había dado mucha fama. Moody describió a Mueller como siendo una de las tres personas que más anhelaba conocer; su labor visitando Bristol se debió, según sus palabras biográficas, ´para embeberse una buena dosis de la fe de Mueller´.
En el mismo día que Moody y Sankey regresaron a Nueva York, George y Susannah salieron para su segundo viaje por Bretaña que duraría hasta julio de 1876. Mueller dijo que su especial deseo era ´ayudar a reforzar la obra de los hermanos comprometidos, Moody y Sankey…Estos queridos hermanos, por no haber podido permanecer mucho tiempo en cada sitio que habían visitado, no habían podido seguir enseñándoles a los nuevos conversos acerca del conocimiento y gracia; por eso procuro seguir la labor que han dejado, y, en la medida de lo posible, hacer lo que pueda para suplir este vacío de servicio.´ Estando ansioso de instruir a los nuevos conversos llegó a dar catorce conferencias en el Centro de conferencias Mildmay Park en Londres, generalmente hablando para una audiencia de tres mil personas de cada vez.
Y después en Escocia donde predicó en una Convención en Glasgow para cinco mil personas en el poder del Espíritu; no todos los asistentes tuvieron lugar en la sala, y Mueller aceptó una invitación para hablar en una rebosante reunión de cerca de mil doscientas personas en una iglesia vecina. Durante un mes en Glasgow predicó cerca de cuarenta veces, y todos los domingos por la tarde se dirigía a tres mil personas en el Teatro príncipe de Gales.
Después de llevar tres semanas en Dublín, incluyendo una serie de reuniones en un completamente lleno de gente Merrion Hall, los Mueller viajaron hasta Liverpool. Allí Mueller hizo de orador en el Gran Victoria Hall que había sido construido por Moody y Sankey. ´Entre esta vasta audiencia´, escribió W. H. Harding, ´se sentó un hombre bronceado por las inclemencias del sol, ahora capitán de un barco mercante, que en otro tiempo había sido residente del Orfanato. ¿Cómo le hubiese sido posible a este hombre, todavía no convertido, sentirse en paz consigo mismo mientras que este antiguo benefactor, anciano y obviamente entrado en años, le estaba predicando una vez más, el bendito mensaje de la vida eterna? El capitán lleno de cicatrices escuchaba atentamente, lleno de lágrimas, y aprendió espiritualmente el motivo de la vida de Mueller, y tomó el rumbo correcto hacia la obtención del descanso del alma.´
Mueller predicó alrededor de cincuenta veces en Liverpool, los domingos entre cinco y seis mil personas. Y después durante un ocupado viaje en el transcurso del cual Susannah recordó que mientras se encontraban en la ciudad de Crathie ´fuimos agasajados por una gobernanta cristiana que vivía en el Castillo de Balmoral, la cual muy gentilmente nos condujo una tarde hacia la residencia de la Reina en Escocia; y, un poco de tiempo antes de que saliésemos de Crathie, Su Majestad se acercó al Castillo, a quien vimos ocasionalmente paseando, acompañada por la Princesa Beatrice´.

El tercer viaje llevó a la pareja hasta Europa y pasaron las dos últimas semanas de agosto de 1876 en París. En septiembre llegaron a Berna donde Mueller predicó en alemán por primera vez en treinta y seis años. Una tarde se acercaron a Die Enge, un Auditorio en uno de los lados de una montaña a las afueras de Berna donde el Coronel von Büren había convidado a más de ciento cincuenta personas para encontrarse con ellos. Mientras estaban sentados bebiendo café y mirando alrededor los distantes Alpes, en cuyas cimas cubiertas de nieve se reflejaba una luz rosada de puesta de sol, alguien dijo:
Le bon Dieu l'a fait exprès pour vous donner plaisir.
(El buen Dios hizo esto a propósito para nuestro placer.)
Antes de embarcar en una larga serie de reuniones, George y Susannah se subieron a bordo de un barco de vapor en Lucerna y atravesaron el Lago Geneve hasta Vitznau a los pies del Rigi. Más de medio centenar de años habían transcurrido desde que Mueller escalara la montaña con Beta y sus demás amigos estudiantes en el verano de 1825. Afortunadamente, en los años anteriores alguien había terminado de construir un teleférico, y los Mueller pudieron hacer el viaje con una relativa comodidad. Pero la vista que se extendía sobre la Floresta Negra hacia el norte había cambiado muchísimo.
A medida que la nieve comenzaba a caer, la pareja se congratuló de encontrar refugio en un hotel al borde de la cima. ´A las cuatro y media de la mañana siguiente´, escribió la Sra. Mueller, ´escalamos a la Cima del Rigi, desde donde se contemplaban esplendidas vistas de innumerables picos llenos de nieve y glaciares distantes podían ser divisados extendiéndose por todas partes, los cuales, iluminados como estaban por el brillo del sol naciente, daban un prisma muy colorido a todo el escenario; y allí permanecimos felices contemplando aquella maravilla durante mucho tiempo, volviendo alrededor nuestra mirada para este lugar salvaje y solitario, una silenciosa región con un interés que difícilmente podía ser superado´.
En la cima del monte St. Gothan Pass, de nueve mil pies de altitud por encima del mar y envuelto en una espesa niebla, la gobernanta de la que hablamos anteriormente de Clifton y su marido se sintieron muy agradecidos de aceptar las pobres instalaciones que había disponibles en el Hospicio, y, a pesar del humo de algunos italianos que llenaban la única sala con hoguera dentro de ella que tenía toda la casa, se sintieron felices de que se les permitiera compartirla con ellos, y con otros viajeros que se les había ocurrido acudir allí´.
En Zúrich, Mueller predicó dos veces en la Capilla Anna a una congregación que sobrepasaba el número de asientos y se encontraba en los corredores y las salas adyacentes. En Constanza, los Mueller visitaron la Sala del Concilio en la Sala Merchant donde Juan Huss había sido juzgado y sentenciado a la hoguera por su punto de vista en las enseñanzas sobre la corrupción dentro de la iglesia de la pre- Reforma.
En Estugarda, Alemania, la Reina de Württemberg envió a llamar a Mueller y en el palacio le preguntó una seria de cosas acerca de la obra con los niños en Bristol. En Darmstadt se encontró una sala enorme repleta de gente donde se dio la reunión en la casa del Juzgado; había cuatro salas adyacentes con las puertas abiertas, y la Princesa Karl (madre del Príncipe Luis de Hesse, marido de la Princesa Alice de Inglaterra), la Princesa von Battenberg, y varias personalidades más del círculo real asistieron al acto.
En Düsseldorf, el Obispo de la Ciudad se acercó a Mueller con una preocupación.
´Yo tengo siete hijos y llevo muchos años orando para que se conviertan. Ellos no quieren saber de nada. ¿Qué es lo que debo hacer?´
´Mantente orando por tus hijos´ le dijo Mueller al Obispo ´y mientras espera una respuesta a tus oraciones,  debes alabar a Dios.´
En la primavera de (1877) George y Susannah visitaron el Castillo de Wartburg próximo a la Halle donde Martín Lutero había estado recluido en 1521. Visitaron la sala donde el reformador tradujo la Biblia al alemán. En la Halle, Mueller predicó en el Orfanato Francke, la institución que le había inspirado a él en sus días anteriores en Bristol. Mueller se quedó feliz, al ver que su antiguo tutor, el Profeor Tholuck, todavía se encontraba activo. Ahora ejercía el cargo de Alto Consejero del Consistorio de Prusia. Los dos hombre se regocijaron muchísimo de poder estar juntos y mantuvieron una larga conversación.
En el camino a Berlín, en Wittenberg, visitaron la iglesia a cuyas puertas en 1517 Lutero clavó sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias; y en un viejo monasterio visitaron la habitación donde Lutero había vivido cuando era monje Agustino.
Durante las tres semanas en Berlín, Mueller predicó a una amplia congregación. Count Bismarck (un primo del famoso hombre de estado), recorrió ciento veinte millas (190 Kms.) solo para encontrar a Mueller y oír predicar.
´Sus narrativas Sr. Mueller, han sido para mi alma un gran consuelo y bendición´ le dijo Bismarck a Mueller.
Después de predicar en congregaciones en casi todas las ciudades de Holanda, Mueller acabó su recorrido por Europa después de haber predicado en más de trescientas ocasiones. De regreso a la Calle Paul, le esperaba una carta de los Estados Unidos firmada por el Reverendo E. P. Thwing y cuatro otros pastores  implorándole que visitase América para predicar.
La invitación era la más reciente de otras muchas que ya había recibido invitándole a los Estados Unidos. En esta ocasión decidió aceptar la invitación. 
                           


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