DIEZ SERMONES SOBRE LA SEGUNDA VENIDA - Por E.W. Bullinger
PREFACIO
Los siguientes sermones
fueron predicados en la Iglesia de San Ebbe, Oxford, del 21 a 25 noviembre
1887, y se publicaron por encargo.
Hay, tal vez, poco
que no se haya dicho ya respecto a la Segunda Venida, pero con la esperanza de
que pueda haber espacio para otro testimonio para los temas de suma importancia
ya tratados, estos Sermones son enviados para la gloria de Dios, y para honrar
Su Santo Nombre y Su Palabra.
Febrero de 1888.
Segunda edición.
Reimpreso en octubre de 1892.
CAPÍTULO I. LA IMPORTANCIA DEL
ESTUDIO PROFÉTICO
“TENEMOS TAMBIÉN LA PALABRA PROFÉTICA MÁS
SEGURA, A LA CUAL HACÉIS BIEN EN ESTAR ATENTOS COMO A UNA ANTORCHA QUE ALUMBRA
EN LUGAR OSCURO, HASTA QUE EL DÍA ESCLAREZCA Y EL LUCERO DE LA MAÑANA SALGA EN
VUESTROS CORAZONES”. 2ª Pedro 1:19
A pesar de lo
irrelevante que el Estudio de la
Profecía pueda parecer al juicio de los hombres, nosotros aprendemos de nuestro
texto que es un tema de suma importancia a los ojos de Dios.
Es cierto que la gran
mayoría de los cristianos profesantes desprecian la profecía como si fuese del
todo irrelevante y desprovista de interés. Eso tal vez ocurra porque, en vez de
permitírsele a Dios que nos dé el significado de lo que Él dice, cada uno de
los intérpretes declara que Él quiere decir algo muy diferente, y así el lector
común de la Biblia se queda perdido y desorientado con la Babel que le rodea: o
tal vez sea por la creencia de que Cristo no vaya a venir al menos dentro de
los próximos mil años, lo que haga pensar que es inútil esperar por Él, o
estudiar las Escrituras que hablen de Su Retorno: o tal vez sea por creer,
prácticamente, que Cristo llega en el momento de la muerte de cada creyente, que se vea como un asunto de poca consecuencia
saber si Cristo vuelve antes, o después del Milenio.
Por eso, mientras se
va levantando el grito de media noche, con un grito de aviso aquí, y otro por
allá, clamando: “He aquí que el Novio se acerca”, este aviso se toma como fue
tratado el aviso de Lot, cuando, “a sus yernos les pareció que Lot se estaba
burlando de ellos.”
Ellos mismos
confiesan con este trato que le dan al aviso, su ignorancia del tema, y eso sin
duda alguna es la razón de la persuasión que les rodea, de que las profecías
son vanas y sin provecho, e incluso peligrosas de observar.
Pero vamos a considerar
este gran tema en su conjunto, porque nosotros creemos en la importancia de la
“Palabra Profética más segura”; y nuestro objetivo es mantener esta importancia
impresa en nuestros corazones.
Consideraremos
primeramente el lugar que Dios Mismo le ha dado en Su Palabra. Nuestra meta es
procurar mantener toda la “Verdad” en Su correcta proporción, porque la Verdad
fuera de proporción pasa a ser un error en vez de verdad. No solamente debemos
recibir la Verdad de Dios porque sea la Verdad, sino que debemos recibirla en
el orden de importancia que Dios la ha revelado y otorgado, en la proporción de
importancia que Dios le ha dado, y con el énfasis que Dios ha puesto sobre
ella.
Mire ahora la verdad
Profética en esta perspectiva. ¿Cuál fue la primera de todas las promesas en el
Paraíso? ¿No fue la profecía concerniente a la simiente de la mujer, y Su victoria
sobre aquella vieja serpiente el Diablo? ¿En que se basa la fe de los Patriarcas
sino en la palabra Profética? La de Abel fue la fe en el sacrificio venidero,
la de Enoc fue la fe en la venida del Señor, la de Noé fue la fe en el juicio
venidero, la de Abraham fue la fe en una heredero que estaba por llegar, y una
herencia venidera, la de Isaac fue la fe en “las cosas venideras”, la de Jacob
fue la fe en una Bendición futura, la de José fue la fe en un Éxodo venidero,
la de Moisés en una “recompensa del premio”; y mientras tanto todos estos procuraban
y esperaban por “alguna cosa mejor”, y por la “mejor resurrección”. La fe que
tenían se basaba en la “palabra Profética más segura”, y por abrazar
fuertemente esta fe, sufrieron y vencieron.
El Pentateuco está repleto
con palabra Profética. La ley ceremonial, el Tabernáculo y sus mandamientos,
todo eso fue “el reflejo o la sombra de las cosas excelentes venideras”, su
tipo o ilustración.
Los Salmos están
llenos del “testimonio de Jesús” que es “el espíritu de profecía.” De David
leemos, que “siendo él un profeta” – “vio de antemano estas cosas”, hablando de
Cristo. Y junto con los Salmos, tenemos diecisiete libros (de un total de treinta
y nueve) directa y completamente proféticos.
Cuando llegamos al
Nuevo Testamento encontramos que tiene 260 capítulos; y dentro de ellos, ¿qué
otra verdad o doctrina encontramos tantas veces mencionada como esta de la
Palabra profética, que se menciona 318 veces?
Si tomamos los
versículos en vez de los capítulos, encontramos que un versículo por cada
veinticinco se refiere a esta gran doctrina.
Si tomamos sus
diversas partes, encontramos que la profecía forma el sujeto principal del
ministerio de Juan el Bautista; que los Discursos de nuestro Señor fueron
regados con profecía; que casi todas las epístolas contienen profecía; y que el
último de los libros en la Biblia no es otra cosa sino puramente profecía.
En cuanto a lo que
respecta a nosotros mismos, todas nuestras esperanzas se hallan edificadas
sobre la profecía. La promesa de la victoria futura, la promesa de
Resurrección, el regocijo del Cielo, la esperanza de Gloria y todo lo que
sabemos acerca de ellos, no es otra cosa sino profecía.
Está claro, si
debemos juzgar la importancia de una doctrina por la preeminencia que se le da
en la palabra de Dios, entonces debemos decir y concluir que tenemos un sujeto
en la profecía “al cual hacéis bien manteniéndolo encendido en vuestros
corazones.”
Si necesitamos un
ejemplo en cuanto a cuál pueda ser nuestra actitud adecuada con respecto a este
tema o sujeto, solamente tenemos que fijarnos en DANIEL. Dios hizo de él un
príncipe entre los profetas. Tanto como un erudito, como hombre de estado, y
como santo, él fue relevante y eminente. Fue “un hombre muy amado”, y
“altamente favorecido”, ¡“sin tacha alguna”! Ahora bien, ¿en qué consideración
tenía la “palabra de profecía”? Jeremías le había precedido primero, y había
predicho la cautividad de su pueblo en Babilonia. ¿Acaso le pareció a Daniel
que este asunto no le concernía ni le decía respecto? ¿Que eso no era
importante? ¡Claro que no! Él “hizo bien” y “retuvo en su corazón” la palabra
de Profecía: “Yo Daniel entendí por los escritos el número de años que la
palabra del Señor vino al profeta Jeremías, que se cumplirían setenta años en
la desolación de Jerusalén.” (Daniel 9:2). ¿Cuál fue el efecto que produjo su
estudio profético? Vea el siguiente versículo, “Y volví mi rostro al Señor
Dios…y oré delante del Señor mi Dios.” El estudio de la Profecía le hizo
volverse para Su Dios y postrarse a Sus pies. Lo mismo se puede decir de
SIMEÓN. Él se hallaba entre aquellos que estaban “esperando la consolación de
Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él”. Encontró su reposo en Cristo como
la salvación de Dios “preparada” para ser “luz que alumbra a los gentiles, y la
Gloria de Su pueblo Israel”, (Lucas 2:25-32) Otro tanto se puede también decir
de ANA: Ella se hallaba entre aquellos pocos que “aguardaban la redención en
Jerusalén”, y esta búsqueda le aproximó muy cerca del Redentor; pues era él la
sustancia de su testimonio – ella “habló sobre ÉL” (Lucas 2:38). Estos santos
fueron diligentes estudiantes de la Profecía, y Dios los honró a los dos y les
concedió que viesen Aquel por quien procuraron y esperaron.
Si, es cierto, Jesús
es “el espíritu de la profecía”, y ningún estudio sobre ese espíritu puede estar correcto, si no nos guía y acaba
siempre en Él. El efecto de un mero conocimiento intelectual de la Palabra de
profecía se puede observar en “los sumos sacerdotes y los escribas”. (Mateo 2).
Ellos conocían a la letra la Profecía, pero no le prestaban atención. Porque, cuando
Herodes “indagó de ellos el lugar donde debería el Cristo nacer”, ellos podían
haber escudriñado los rollos, y poner sus dedos en Miqueas 5:2, quien profetizó
que de Belén saldría el “Regidor”. Pero ahí terminó el asunto. Ellos no amaban
a este Regidor, mientras que los hombres sabios (Magoes), verdaderamente sabios,
aunque desconocedores de la palabra escrita, no descansaron hasta encontrar su
lugar para adorarle postrados a sus pies. Así, pues, aquellos que solo tenían
un mero conocimiento intelectual (que solamente “envanece”) pusieron su
conocimiento al servicio de Herodes, para que llevase a cabo la destrucción de
Jesús; mientras que aquellos quienes tenían un verdadero amor de corazón (el
cual “edifica”), fueron Divinamente guiados y encontraron el lugar que les hizo
felices a los pies de Jesús.
Con toda seguridad
que no deberíamos descuidar esa parte de la palabra de Dios a la cual se nos exhorta
especialmente a “estar atentos en nuestros corazones;” y sobre el cual Él tiene
así puesto Su sello así de realzado. ¡Ni puede ser correcto el hablar de
aquellos que “aman Su venida” como si fuesen excéntricos! Además, que estos pocos
son excéntricos (según el mundo) es muy cierto, pero eso solo demuestra cuán
lejos la mayor parte de los cristianos profesantes en la Iglesia se han alejado
del orden Divino y de la importancia de la palabra de Dios. Si esta doctrina
que ocupa un lugar tan grande en la Biblia se ignora, y es despreciada por la
mayoría de los cristianos profesantes, no precisamos de más evidencias de que
la Iglesia se halla apartada de la fe, y adentrado más y más en su más baja
“degradación.”
Si se nos pidiese que
nombrásemos los asuntos que tienen prioridad hoy en día con mayor urgencia y
son más frecuentes en su Iglesia, diríamos que son el bautismo y la última cena del
Señor. Pero vea cual es el lugar que estos temas ocupan, y la posición que
se les da en las Epístolas, que fueron escritas especialmente para instruir a
la Iglesia. Al Bautismo se le menciona solamente 19 veces en 7 epístolas (5
veces el nombre y 14 veces el verbo), y ni tan siquiera una sola vez en 14 de
las 21 epístolas; y en cuanto a la última cena del Señor, no hay más que tres o
cuatro referencias suyas en todo el Nuevo Testamento. ¡En 20 (de 21) de las
Epístolas no aparece ni una sola vez! Pero por la importancia que le dan los
hombres sin embargo, alguien podría imaginarse que el Nuevo Testamento debería
estar lleno de este tema. No se trata de que un tema sea más importante, y que
otro sea de menor importancia, sino que es una cuestión de proporción y relación; y ciertamente, si las Escrituras contienen veinte referencias al tema de la Venida
del Señor, en contraste con una sola
referencia concerniente a otro asunto, debemos decir que Dios nos ha señalado
así lo que es de provecho para nosotros, y realmente importante.
Y, ¿será entonces de
nula importancia que el Padre nos haya revelado las cosas que Él “ha preparado
para aquellos que le aman”? ¿Será de nula importancia que Jesús nos haya
asegurado que Él vuelve para recibirnos en un lugar que ha preparado para
nosotros cuando se fue? Será de nula
importancia que el Espíritu Santo haya hecho que santos hombres de Dios de la Antigüedad
escribiesen estas cosas para nuestro aprendizaje, y hayan sido por Él enviados
con el propósito de “guiarnos a toda la verdad”, y para mostrarnos “las cosas
que van a suceder” (Juan 16:12, 13)? ¡Dios mío, Dios mío! La necesidad de estas
cuestiones nos muestran el carácter de los tiempos o edades: y muestran cómo el
Enemigo de la Palabra de Dios está teniendo tanto éxito alcanzando este su
único gran objetivo. ¿Cuál ha sido el gran engaño del Enemigo desde el principio
hasta este presente momento? ¿No ha sido el de negar, pervertir y esconder la
Palabra de Dios? ¿Qué fue lo que causó la inundación completa del viejo mundo?:
¡El desprecio y burla de la Profecía de Noé! ¡Todo el mundo pensó que la
Profecía carecía de importancia como para ser tenida en cuenta! Sin embargo,
“Así como sucedió en los días de Noé….y como también sucedió en los de Lot…así
está sucediendo hoy con respecto al tiempo cuando el Hijo del hombre aparezca y
sea revelado” (Lucas 17:26-30, Mateo 24:37-39). Israel fue recibiendo
sucesivamente aviso sobre aviso de parte de los Profetas inspirados por Dios;
pero no le dieron importancia bajo su punto de vista; y así sucede con los
hombres hoy en día también, pero su fin será el mismo que el de aquellos, y la
palabra que Dios ha hablado, esa misma palabra los juzgará en aquel Su Día.
Observe de Nuevo, las
palabras de nuestro texto, “Tenemos la palabra profética más segura, a la cual
hacéis bien en retener firmemente y estar atentos (como una luz que alumbra en
la oscuridad, hasta que el lucero de la mañana amanezca) en vuestros corazones”.
Quiero llamar su atención al paréntesis en el cual hemos puesto esta frase, y
pedirle que conecte las palabras “retener firmemente” con las palabras “en
vuestros corazones”. Tenemos muchos ejemplos de tales paréntesis en las
Escrituras. *
* Vea Efesios 1:19
(“de acuerdo…todo en todos”) hasta el final del capítulo. Después, en 1:19, “Y
cual la sobre excelente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos”
(…..) 2:1 “aun cuando estabais muertos en delitos y pecados.”
Vea otro ejemplo en
Efesios 3, Sermón No 5.
Un ejemplo importante
se halla en 1ª Corintios 15, donde, si desde el versículo 20 hasta el final del
28, se pone en paréntesis, el sentido se
leería así: Si no hay resurrección, entonces, aquellos que durmieron en Cristo
perecieron, y en ese caso, ¿cuál es el provecho de que alguien se bautice en
Cristo si todos perecemos? (Este es el énfasis de la palabra traducida “por”, vea Rom. 5:6, 7, 8. Gálatas 2:20.
Efesios 5:25. Filemón 13. Hebreos 2:9. 1ª Pedro 2:21, etc. donde significa en vez de, o en lugar de).
Observamos que estos paréntesis surgen generalmente de paralelismos
introvertidos en la estructura de los Originales, por ejemplo, Génesis 15:13:
“Tu simiente será extranjera en una tierra ajena, y serán sus siervos, y los
afligirán durante cuatrocientos años.”
Cuando este paréntesis no se tiene en cuenta,
el día alumbre y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones, se explica
generalmente con el significado de conversión. Pero esta explicación induce y
obliga a pensar que, la profecía, debe ser tenida en cuenta hasta la conversión,
y entonces pueda por eso mismo ser dejada de lado; ¡pero está claro que no
puede ser ese el significado! El paréntesis debe ser tenido en cuenta, si es
que vamos a sacar algún sentido de este pasaje. No hay que admirarse de que el
versículo se haya tomado como si dijera que la profecía es un lugar oscuro, al
cual haremos bien en evitar! Pues la gente de hecho la denomina y considera
oscura y tenebrosa. Pero el Espíritu Santo describe exactamente lo contrario,
que este mundo es un lugar oscuro y
tenebroso, y declara que esta palabra de profecía es la única lámpara que hay
en él: la única luz que puede alumbrarnos y mostrarnos dónde estamos y hacia donde
tiende a dirigirse todo.
La Profecía es la luz
que brilla durante esta noche oscura (la cual, gracias a Dios, está “muy
avanzada”) “hasta que el día acabe y desaparezcan las sombras”, hasta que
llegue “la mañana sin nubes”, cuando el lucero de la mañana aparezca” (Ap. 22:16). Entonces tendremos la “Luz Verdadera” de la
cual “escribieron los Profetas”.
Ciertamente, si está
escrito, “en la cual haréis bien en estar atentos”, entonces no haremos bien si la tratamos de poca o
nula importancia. Prediciendo todo esto el Espíritu Santo ha pronunciado una
solemne y enfática bendición sobre todo aquel que obedezca el precepto
contenido en nuestro texto: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las
palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el
tiempo está cerca”. (Ap. 1:3). No dice nada acerca de entenderla, sino solo que
la lea, la oiga, y la guarde; en otras palabras, que se le dé
preeminencia en nuestros corazones. De esto se deduce que, aquel que no le de
importancia, necesariamente se pierde la bendita promesa. Una vez más se
escribe (2ª Timoteo 3:16, 17) “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y es
provechosa,” etc. Sin embargo, ¿cuántos son los que tratan la Escritura como
si no fuese “toda ella provechosa, y pensando que por lo menos un cuarto suyo (de
la palabra Profética), realmente, no tiene provecho alguno? No pueden creer que
“toda la Escritura es útil y provechosa”, ¡sin condenar su confesada
negligencia de una porción tan grande de ella!
Hebreos 4:13 es
estrictamente paralelo en su estructura y en el orden de las palabras, pero los
Revisores han enfatizado la traducción de la Versión A.V. “están desnudas y
abiertas” y no dicen ¡“todas las cosas desnudas están también abiertas”! De
igual manera tratan también 1ª Timoteo 4:4. Dicen “Cada criatura de Dios es
buena y nada hay que deba desecharse”, y no dicen “Cada buena criatura de Dios no
tiene nada también (o tampoco) que deba desecharse”! Así que
ellos mismos condenan su propia traducción de 2ª Timoteo 3:16 haciéndola
diferente de estos ejemplos.
Pero esto no solo
termina en negligencia; porque mientras que la mayoría caen en la negligencia,
muchos van más allá y la pervierten; otros simplemente especulan acerca de ella,
y la tratan con lo que denominan “lenguaje profético”, de acuerdo con sus ideas
e imaginaciones. Así anulan la palabra de Profecía y la hacen confusa e
incompresible. Pero todo esto no puede servir de excusa para que menospreciemos
nosotros también esa Palabra. Aunque es cierto que esta forma de tratar la
Escritura, ha caracterizado siempre todas las edades de la Historia
Eclesiástica.
¿Cuál ha sido la
verdad importante o doctrina fundamental que no haya sufrido de los necios
escribanos que han especulado y razonado acerca de las verdades espirituales? A
través de todas las edades los hombres se “han vuelto a las fábulas” y han
“escuchado a espíritus engañadores y doctrinas de demonios”. De ahí que la
Expiación de Jesús, la Justificación por gracia, y casi todos los demás
artículos de la fe cristiana han sido anulados o pervertidos.
Pero ciertamente esta
debería ser la gran razón o motivo principal por el que deberíamos contender por
esos artículos y “darles preeminencia”; y si la gran doctrina de la Segunda
Venida de nuestro Señor ha sido encubierta y oscurecida con las enseñanzas de
hombres, tenemos mayor motivo de por qué debamos separar lo que Dios ha dicho,
de lo que el hombre ha enseñado, y emplear todo nuestro empeño y máxima
atención en este gran e importante tema.
Hay una consideración
más que debemos evidenciar y sobre el cual llamar la atención, si es que alguna
razón más fuese necesaria; y tal vez sea efectiva en su ponderosa conclusión.
Es aquella que forma el tema de nuestro sexto Sermón y, por tanto, no preciso de
mucho más que mencionarla ahora aquí. Y esta consideración es: La importancia
de la profecía en cuanto a sus efectos prácticos sobre la vida Cristiana. “El
testimonio de Jesús es el Espíritu de Profecía”, y, por tanto, su correcto estudio
tiene necesariamente que estar conectado con Jesús, y que ocuparse enteramente
con Él. Aquellos que le amen desearán ardientemente Su aparición, para poder
verlo; y este deseo incrementará naturalmente en nosotros que nuestro amor por
Él. Se nos exhorta a esperar y aguardar por Él, para que nada se pueda
interponer entre nuestros corazones y Él, y que así pueda ir formándose nuestro
carácter.
“He aquí que nosotros…somos transformados en su
misma imagen”. No por esfuerzos incansables, no por ansiedad o afán, sino que simplemente
“!He aquí que nosotros…somos (o vamos natural y espontáneamente)…siendo
transformados!”
La vida Cristiana no
se molda a base de preceptos, o reglas por ordenanzas. La Ley que era “santa,
justa y buena”, solamente vino a probar la impotencia del pecador, para que
pueda entregarse a sí mismo en la omnipotencia del Salvador. Por eso vemos que
la Gracia que trae la salvación (Tito 11:14) también nos enseña cómo vivir, y
para qué o con qué objetivo vivir. La Ley solamente ordena, pero la Gracia
“enseña” y da la habilidad de aprender; y nos enseña a procurar “esa bendita
esperanza y la gloriosa aparición de nuestro Salvador Jesucristo, que se dio a
sí mismo por nosotros”.
Si alguien descuida
esta espera “por esa bendita esperanza”, está claro que, o bien no conoce nada
de la Salvación que la gracia proporciona, o entonces no ha aprendido la
lección que la gracia enseña.
Este punto de vista
del tema levanta y disipa el orden de la mera teología, y le da su verdadera
posición como el medio Divino que usa para la formación del carácter cristiano.
Muestra que es tanto una cuestión de piedad, como de profecía. Y lo que es más,
cualquier teoría o sistema de doctrina que tenga el efecto de causar en
aquellos que la retienen, el no
mirar “a esa bendita esperanza,” ni a “esperar al Hijo de Dios desde los
Cielos”, demuestra ser contraria, y subversiva de, la gran lección que enseña
la Gracia.
Existen muchos libros
donde esta lección se omite, pero no son Divinos. Existen muchos Sermones en
los cuales nunca la encuentras, pero ni son Apostólicos ni Primitivos. Son
proveniencia de la sabiduría de la carne y enseñanzas humanas; o el producto de
mentes que no creen que “toda escritura es…útil”, y que no obedecen al
contenido de nuestro texto.
Queridos hermanos,
ojalá que le demos a este gran tema el lugar que debe ocupar, en nuestras
mentes, en nuestros corazones y en nuestras vidas, y recordar que, después de
todo, no depende tanto de sabiduría intelectual, como sobre la gracia en el
corazón. Es un tema del corazón. Vea como es así que aparece en Tito 2:13-14:
“Aguardando la bendita esperanza, y la gloriosa aparición del gran Dios y
nuestro Salvador Jesucristo que se dio a sí
mismo por nosotros”, etc., y en 1ª Tesalonicenses 5: 9, 10, el apóstol dice
respecto a la aparición de Jesús: “porque Dios no nos reservó para ira sino
para obtener salvación a través de nuestro Señor Jesucristo quien se dio a sí mismo por nosotros
para que, ye sea que velemos o durmamos, vivamos juntamente con Él,” y de nuevo
1ª Tesalonicenses 1:10: “Y esperar de los cielos a Su Hijo, a quien Dios
levantó de la muerte, a Jesús, quien nos
libró de la ira venidera”.
Se ha dicho de una
gran montaña que, lo que tiene de transcendentalmente grande, es que parece
constantemente hallarse muy próxima. Y nosotros podemos decir lo mismo de esta
gran doctrina. ¡Oh Dios mío! ojalá que esta “bendita esperanza” pueda
engrandecerse, y siempre se muestre cercana y muy próxima; que se engrandezca
en su importancia para nuestras mentes, grande en su influencia en nuestras
vidas; y siempre cercana y próxima en cuanto a su preciosidad en nuestros
corazones.
TRADUCIDO POR JUAN LUIS MOLINA Y CLAUDIA JUAREZ GARBALENA
TRADUCIDO POR JUAN LUIS MOLINA Y CLAUDIA JUAREZ GARBALENA
Si deseas recibir nuestras publicaciones directamente en tu dirección de e-mail o contactarnos escríbenos a: mirasoloadios@live.com
Comentarios
Publicar un comentario