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MI ÚLTIMO VIAJE A MADRID- Por Juan Luis Molina


13 de enero del 2013


            Los cinco sentidos, empapados como están de las influencias del mundo, no pueden creer en lo que Dios nuestro Padre nos dice y asegura que en breve tiene que suceder. Es imposible. Cuando pasamos a tener con nosotros la Presencia Divina y se nos instruye de las cosas que están por suceder, nos damos cuenta de lo absolutamente aislados que vivimos aquí, en el mundo de carne. No hay nada a nuestro alrededor que nos llene ahora el vacío que sentimos si nos alejamos de Dios. Nada se puede comparar al calor de Cristo, cerraditos en su cuarto, oyendo la Voz de nuestro Abba Padre. Cuando salimos a la calle, solo la fe se alza dentro nuestro y nos sentamos mentalmente, nos abstenemos de lo que vemos y palpamos y nos dedicamos a "esperar en medio de nuestra desesperación".

Nuestra unción santa nos asegura que sucederá brevemente todo lo que nos muestra de parte de Dios. El mundo nos convence de que todas las cosas siguen igual, como estaban en el tiempo de los Padres - que nada ocurrió desde entonces que sea nuevo.

Ya hacía dos años que me había encerrado Dios en mi casa, para enseñarme las cosas que están por suceder en breve tiempo. Es un mundo nuevo y lleno de cosas excelentes en gran manera lo que nos pone Dios delante, así que no sentimos necesidad de nada. Podemos vivir con Dios dos años encerrados y sin salir a la calle. Las visiones, los sueños y revelaciones son nuestro alimento diario cuando nos encierra Dios con Él. Es tan grande lo que vemos y palpamos que inmediatamente desaparecen de nosotros las angustias y todos los temores. Aquí todo es excelente en gran manera y ninguna planta dañina crece en este jardín Divino que es la habitación de Dios - Su Presencia sanadora nos suple todas las necesidades.

El tren llegó a las 8 de la mañana y Madrid me recibió con -2 grados centígrados abofeteándome en la cara. No había conseguido dormir nada en el viaje, así que, medio somnoliento como estaba, aquel frío de la estación me caló en los huesos de repente, y el bullicio de las personas apresadas corriendo por todas partes hizo que ya tuviese nostalgia de haber salido en viaje. Todavía no estaba fuera de la estación y ya sentía falta y nostalgia de mi encierro con Dios, a solas con Él, enseñándome Sus cosas.

Dios no me dijo que viniera a Madrid, sino que yo había recibido una carta de mis amigos, de los de toda la vida, y las ganas de verlos me impulsaron las prisas y me salí de Su Presencia. Así que llegué a Madrid supe inmediatamente que aquel no sería un viaje de muchas bendiciones. La verdad es que no debemos salirnos del "encierro con Dios" hasta que Dios no abra la puerta... y salga Él y se venga fuera con nosotros.

Dirigiéndome hacia la puerta, arrastré penosamente la maleta en medio de mi tristeza convenciéndome, tratando de repetirme que Dios no me dejaría. A pesar de todas mis prisas vería Su mano conmigo donde fuera. La fe se mantiene, o mejor dicho, es lo que nos mantiene en medio del desierto. No hay peor desierto que el Desierto de las Multitudes fuera de nuestro oasis celestial. Cristo es nuestro oasis Divino, donde nos encerramos con Dios para aprender a oír Su Voz. Ahora que decidí mirar algo más que solo a Dios, miles de personas corrían casi enloquecidas en todas las direcciones sin tan siquiera cruzar sus miradas entre sí. Nadie me presta ninguna atención. Cada una persigue un destino definido y manifiesta en su rostro un arduo empeño y esfuerzo por alcanzarlo sin demoras. En sus ojos se dibuja el pánico, la ansiedad viva de quien "llega tarde". Esta gente en la multitud no sabe lo que dice la unción del santo. No ve nada ni a nadie a su alrededor. Solos, aunque sean millares en el mismo sitio, deambulan con sus miradas perdidas como por el corredor de un manicomio. Están obsesionados y ciegos. Sin ver hace mucho tiempo "cosas excelentes en gran manera" a puerta cerrada con Dios.

A estas horas frías primeras del día, la Gran Mayoría no procura saber lo que enseña la unción del santo. No sabe por tanto lo que en breve va a suceder, antepusieron sus "labores" primero, y añoran y se afanan por llegar a tiempo a sus utilidades, a sus ocupaciones, a sus desafíos, a sus responsabilidades, a sus empleos cotidianos y a intentar ganarse su sustento. No van felices sino "obligados", son compulsivos, como si un látigo invisible los empujase y arrastrase hasta sus ocupaciones. Los días de Israel en la esclavitud de Egipto debían ser en todo semejantes a esta estación de Madrid a estas horas.  La Multitud se mueve así todos los días, y son millares y millares a tu alrededor los que pasan sus años en este frenesí esclavo.

 La fe te dice que algunos son hijos de Dios, pero ¿dónde están, y cómo distinguirlos? Y, ¿cómo es posible que, siendo hijos, también se hallen inmersos en esta "corriente del mundo" de la Mayoría? La Mayoría sin embargo juzga, se persuade de que los locos somos nosotros, por no seguir la loca corriente que les esclaviza a ellos. ¿No son al fin y al cabo la Mayoría en el mundo, y la Mayoría en la iglesia, los que procuran frenéticamente su sustento, para sí y para los suyos?   

Lucas y yo habíamos renacido juntos del espíritu unos treinta y cinco años atrás. Nuestras vidas las juntó el Padre desde la infancia, y aunque es cierto que se olvidó de Dios hace mucho tiempo,  eso nunca fue un obstáculo en nuestra relación.  Lucas tiene dos hijos de los que se ocupa con esmero y empeño. Después de recibirme calurosamente tuvo que salir corriendo para su trabajo. Se había levantado muy temprano a preparar comida para toda la semana. Sus hijos todavía no se habían levantado. La cocina se hallaba de rastros, pero había logrado llenar el frigorífico con alimentos para los próximos cinco días. No hubo tiempo para más nada. A las 9 de la noche nos veríamos otra vez. A esa hora vería también a mis amigos en la cena donde algunos estarían que no veía desde hacía veinte años.  Me quedé tumbado en la cama boca arriba contemplando al techo, y  aunque me sentía consolado de entrar por fin en calor mi cuerpo, me seguí notando frío por dentro y aislado de todo.

Lo que se ve excelente en gran manera e inmediato cuando nos encierra Dios con Él a solas, se puede contemplar muy lejano y sin valor en un instante, y luego nos resulta penoso recuperar nuestro camino de vuelta al Padre. Menos mal que es por la sangre que fuimos hechos cercanos al Padre, pero como es por la fe sola y no por emociones, me seguí "sintiendo" miserable. ¿Cómo sería posible sobrevivir aquí en Madrid estos próximos cinco días, después de dos años seguidos encerrado sin salir a la calle?, este frío escenario no me abandonaba mirando al techo. ¿A quién voy a encontrar que no tenga "prisas" y que quiera oír cosas excelentes?   ¡Que grande estúpido fui...saliéndome de mi cálido encierro para venir al frío de Madrid! 

A las nueve de la noche llegué al restaurante. Había logrado mal dormir unas horas y ahora estaba deseando ver a mis amigos. La mayoría ya había llegado y se veían felices. Sujetando en sus manos y esparcidas por la mesa se hallaban ya muchas cervezas servidas. La alegría fue muy grande cuando los saludé uno a uno. Todos mudamos, y ciertamente este nuestro viejo hombre se va desgastando. Nada mejor para comprobarlo que contemplar el rostro de quien no vemos hace 20 años. Hay cosas muy tiernas y dulces en estas reuniones, nadie juzga a nadie, es solo el placer de pasar tiempo juntos. Las cervezas y el vino corren libremente por la mesa sin restricción, y en menos de diez minutos ya te apetece "hablar de todo". De "todo" no incluye a Dios, por supuesto, pero incluye "todo lo demás." Acabamos a las dos de la mañana. Lucas y yo seguimos juntos para su casa. Esa noche con las cervezas que bebí logré dormirme enseguida mirando a Dios y sin saber bien qué decirle.

Me desperté con la misma sensación que antes de las "cervezas". Me costaba pensar que no estaba en "mi cuarto" encerrado a solas con el Padre. Lucas ya había salido a sus "quehaceres" y no sabía cuando ´volvería. Seguramente a la noche, me dijo su hijo: No suele llegar del trabajo antes de las 9 de la noche. Deambulé por Madrid sin saber bien a dónde iría. Por las calles hace un frío que te corta la respiración. Meterse en un bar a tomar café es el único pensamiento urgente que me viene a la cabeza. Mantener lo que Dios me ha enseñado que en breve va a suceder no es más que un espejismo a "lo lejos" a estas horas. La tristeza y el cansancio andando errante sin saber bien donde ir no te permite "ver ahora esas cosas excelentes en gran manera" -  ¡Sí! ¡Es cierto! ¡Sabes que sabes que sabes que son Verdad! pero no deja de ser cierto también que fueron promesas escritas dos mil años atrás, y que "todavía" no se han cumplido. Este es aquel testimonio de la Mayoría, diciendo a gritos que todas las cosas permanecen así, como al principio.

El bar se halla abarrotado de gente debido al gélido tiempo que corre fuera. Pido un café y agarro un periódico que ojeo mientras desayuno: Política, Economía, Guerras, Desgracias Humanas, Deportes, Literatura, Cultura y Noticias de última hora. Todo manifiesta la corrupción y el caos que impera en el mundo de la Mayoría.  Me acabo de un sorbo el resto del café y prefiero enfrentar el clima repitiéndome que "es Cristo en mí, es Cristo en mí, es Cristo en mí..." para contrariar la tristeza que me inunda el alma.  Este es el mundo del Hombre y de la Mayoría. Por este mundo le cambió el Adversario de Dios su libertad al hombre. No extraña que no conozcan ni sepan nada de lo que dice la unción del santo. El Espíritu... ¿dónde está en medio de esta Mayoría? ¿Qué sabe el hombre acerca de lo que "está por suceder"?

¿Cómo es posible? Son millares y millares a mi alrededor, ¿cómo se posible que ni uno se pare, ninguno de los miles sepa nada, o no le sirva de nada saber, que Cristo está para breve? ¿No será que sean ellos, la Mayoría, los que tienen la Verdad, y que la voluntad de Dios realmente sea que vivamos Sus criaturas "procurando frenéticamente el sustento del cuerpo"?

¡Ojalá Dios me acerque un hijo Suyo, con el cual pueda consolarme y hablar de lo que está en breve por suceder!!!...en los cinco días nadie se me acercó. Parecía como si Dios me dijese: ¿Lo ves? ¡Ya te lo dije! ya te dije que no salieses con tantas prisas. Quisiste tomarte unas "vacaciones" y ver también lo que hay en el mundo. No te bastaba lo que Yo te mostraba. Ahora vas a ver bien "lo que hay en el mundo"!.....me volví para la casa, me tumbé mirando al techo, volví a dormirme pensando en lo por venir...pero ahora lo veía muy lejano.

Todavía me faltaban más cuatro días en Madrid.  

Es impresionante. Son dos mundos opuestos y extremos. Nada hay en el mundo que sea de Dios, y viceversa. Dios no quiere para nada saber del mundo. Muchos cristianos juzgan lo contrario y suponen que Dios se encuentra ahora mismo "arreglando al mundo". Pensamos que Dios nuestro Padre no puede dejar de lado a la Multitud que nos rodea, y que nos llama locos. Nuestro Abba Padre Todopoderoso, sin embargo, no se digna ni a mirarlo - ni a mirar al mundo ni a sus Multitudes. Él no miró ni se opuso a que los cuerpos viejos de los de Su Pueblo cayesen muertos en el desierto, sin recibir lo prometido; sino que puso Sus ojos en la Nueva Generación cuando la vieja se decidió volver para Egipto. 
 
            Gracias a Dios, nuestro Dios no cambia, y permanece en Sus Alturas, aguardando pacientemente que "alguno" entre la Multitud que se pierde, quisiera a Sus Brazos volverse. Nuestro Dios y Padre es como el padre aquel de la parábola, que por mucho que amase a su hijo, no pudo "mover un dedo" para impedir que su hijo se "comiese las algarrobas del mundo."  Pensamos que Dios va con todos en todos sus desvaríos. ¡Pero no! ¡no es cierto! Nuestro Abba Padre permanece solo con Sus hijos, con los que "permanecen" en la Casa. Nuestro Padre aguarda, no se sale de la Casa. Nuestro Dios espera...!por si alguno quiera volverse! Todos los días se levanta muy temprano nuestro Abba Padre, siempre está mirando por aquel "alguno" Suyo que por fin se vuelva. Cuando llegue el último a Su Casa, se le acabó el tiempo a las Multitudes de la Tierra. Dios entonces, les concederá a la mayoría lo que procuraban, y les enviará "un poder engañoso" para que crean a la mentira y lleguen por fin a Egipto. 

Muchos juzgan en la Iglesia, y yo me llevé así treinta años, que Dios se halla "remendando" los daños del mundo, y que nos ha llamado para ser Sus colaboradores en esta "ardua tarea".  Pero el Arquitecto de Zoe no se preocupa con lo que desechó. El Alfarero Mor no "remienda" lo que se volvió desordenado y vacío, sino que hace "de nuevo." Destruye de un golpe el barro quebrado, y de su barro quebrado crea un nuevo Vaso - ¡Excelente en Gran Manera!

Nuestro Gigante Héroe se halla entre las multitudes, ¡Si! es cierto, pero Sus Multitudes celestiales. Rodeado de Sus santos ángeles. Y en medio de todos los cuerpos celestiales a Su vuelta se halla Cristo sentado en Su Trono - a Su Diestra.
 
            Tu eres parte integral de Cristo. Así que si el mundo y su Mayoría te gritan a voces la llegada de un "poder engañoso" a tu alrededor, con más fuerza y vigor grita tu Cristo dentro de ti: ¡que el Día del Señor está cerca!
Tú eres parte del Cuerpo Celeste más hermoso que existe en el Cielo, y también estará en breve sobre la Tierra. Pero ahora estamos en el Cielo, rodeados de criaturas celestiales. Esta multitud de Cuerpos Celestiales nos rodean en Cristo, y más son los que están con nosotros que los  que están con ellos. ¿Te parece? me decía el Padre en Madrid -¿Te engañas de que es muy fuerte la corriente del mundo? que es una puerta ancha a la perdición, y que aun los hijos de Dios se arrastran en su corriente?  - Pues entra por la "puerta estrecha" y veras las Multitudes del Cielo. Más son los que te vigilan y cuidan de ti,  que todos estos que roban, matan y destruyen. 

Cristo es tu "puerta estrecha", la entrada "angosta" por la cual la multitud no quiere entrar. Este Cristo es la propia habitación de Dios. Hemos sido traídos a la Presencia Divina., donde no falta de nada, donde todo es excelente en gran manera. Es una cálida habitación, y la preparó Dios para que cada uno de Sus hijos pudiese protegerse del frio, del gélido tiempo en que vivimos mientras estamos en el cuerpo. Este recinto de Dios es nuestro por derecho de sangre. 

El mundo y su corriente golpearán con fuerza y con sus vientos a la Casa, pero sin salirnos de ella nosotros resistirá sin ningún problema. Lo malo es temerle al viento, pero no pasa de eso, de simple viento. El "vientecillo apacible" que hace dentro de Casa nos hace vivir confiados, y llega a ser una bendición escuchar aquel viento huracanado fuera. Ese viento mundano se encrespa y agrava a cada momento, y barrerá como fuego a la Tierra. Pero entonces, inmediatamente antes de que todo eso suceda, ya habremos sido raptados en el aire. Puestos "de fuera."

! Es genial! en la Iglesia se ora casi continuamente, con muchas repeticiones, para que Dios calme los Vientos Huracanados, y que los hombres del mundo puedan gozar de paz y prosperidad. Yo aquí en la casa, y unos pocos más conmigo, nos regocijamos muchísimo de que ya estén carcomiéndose y empodreciendo los cimientos del mundo. Gritamos Aleluya, Aleluya...viéndole su perdición al mundo. Mientras más lo vemos arrastrándose en su perdición, como el Padre nos asegura que acabará, más y más de cerca divisamos ya el Rapto. Así que oramos con todas nuestras fuerzas...Si, si, si, Padre....!si! ¡CUANTO ANTES!!!!!!!!!!!!! ...haz rápida Tu Palabra y acaba ya con todo lo "viejo," para que brille toda Tu Gloria en la faz de Cristo, tanto en el Cielo donde estamos sentados ahora, como muy en breve también aquí en la Tierra. Barre, Dios mío, desinfecta antes la Tierra, antes que llegue el Rey de reyes y Señor de señores. Que el Apocalipsis sea Señor Jehová de los ejércitos, cuanto antes Padre. ¡Cúmplase ya Tu Palabra!!!!!

El Tiempo está cerca y ya no hay tiempo para nada. Es hora de recogerse en Casa cada uno de los miembros. Una antorcha aquí y otra más allá, una brillando en México y otra en Santarém, y una más en Argentina y otra allí en Chile...cada uno "dentro de Casa" se debe mantener. Parece que somos pocos pero en Cristo se nos asegura que somos Mayoría, y brillan como estrellas en el firmamento esos miembros acariciados del hogar de Dios. Cristo Jesús es la Cabeza y Casa de este Cuerpo suyo y de Dios. Es imperativo, en estos "últimos tiempos", que son peligrosos, nos aseguremos que no salgamos de la Casa, que cada miembro sea una solo a la Cabeza, y que nos dejemos llevar en Su Corriente Divina Cristo Jesús. Todo esto es vuestro por derecho de sangre. Hemos sido trasladados a Su Reino. Es cierto que ya nada podrá llenarnos fuera de la Presencia Divina. Ni los amigos ni los hermanos, ni tan siquiera las cosas más sublimes en el mundo las podemos comparar ya. No le llegan a los calcañares de lo que nos enseña la unción del santo. El espíritu santo es la hoguera que calienta tu casa. La unción que te enseña todas las cosas. Siempre se las enseñó a quien le prestó atención, pero ahora mucho más, porque ahora son "tiempos peligrosos". Siempre ha querido Dios que Sus hijos supiesen toda Su Verdad, y en estos tiempos debemos aprender solo por la unción del santo. No debemos llamar "maestro" a nadie más. Tampoco podemos llamar a nadie "padre", porque un solo Padre tenemos en Cristo. Si. Una antorcha aquí y un candelero allí, una vela de este lado y otro resplandor allí...Dios nos va dejando ver de cuantas estrellas se compone Su Firmamento...y nos va dejando babados. Esto hace parte de esta bendita comunión también, cuando nuestro Abba Padre nos encierra a solas con Él, en Su Habitación.

!Bendita habitación nos ha concedido Dios, para que soportemos las duras temperaturas del mundo!   

En Cristo,

Juan Luis Molina


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Comentarios

  1. Buenísimo Juan acá desde Argentina también esperando que Cristo venga por nosotros. Que se haga la voluntad de Dios así en el cielo como en la tierra.Dios te bendiga! Virginia

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  2. Dios te bendiga querida Virgnia! El dia de nuestra eterna redención se acerca velozmente y es un gran gozo esperar de los cielos contigo, y con todos los que amamos su venida, a nuestro glorioso Salvador! Un caluroso saludo querida hermana!

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