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Tu refugio y fortaleza. Joseph Prince

Salmos 91:2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.

¿Qué estás diciendo del Señor hoy? Si estás diciendo que Él te dio el problema en el que te encuentras actualmente o una enfermedad para enseñarte humildad, es hora de cambiar lo que crees acerca de Él. Si realmente crees que Dios es el autor de tus problemas, ¿realmente acudirías a Él en busca de ayuda?

Amigo mío, seamos como el salmista que declaró: “Diré del Señor: Él es mi refugio y mi fortaleza; mi Dios, en Él confiaré'” (Salmo 91:2 KJV).

La palabra hebrea para “refugio”, “machaceh”, se refiere a un refugio contra las tormentas y el peligro. Este refugio es como los búnkeres que muchos judíos tienen hoy en sus hogares en Israel para protegerse de ataques a pequeña escala. En sentido figurado, cuando dices que el Señor es tu “machaceh”, también estás declarando que Él es tu lugar de esperanza.

El Señor es también tu fortaleza. En hebreo, la palabra usada para “fortaleza” es “matsuwd”. Se refiere a un castillo o fortaleza, un lugar de defensa y protección contra ataques a gran escala. ¿No es una imagen hermosa? Cualquiera que sea el momento por el que estés pasando, puedes declarar que el Señor es tu refugio y tu fortaleza, tu protección tanto en ataques pequeños como grandes.

Quizá no hayas estado diciendo que Dios está detrás de tus problemas. Quizás no estés diciendo nada acerca del Señor en absoluto. Quizás Dios parece estar lejos y te sientes separado de Él.

Si ese eres tú, ¿puedo alentarte a que hoy te tomes un descanso de todo lo que tengas en tu apretada lista de tareas pendientes y simplemente te tomes un tiempo para morar en Su dulce presencia? Dios no está distante; a veces simplemente estamos demasiado distraídos para escuchar Su voz o sentir Su amorosa presencia.

Tómate un momento y mírate en Su lugar secreto. Permanece bajo su sombra. Saborea Su favor. Recibe Su sabiduría. Y encuentra descanso para tu alma atribulada. El sentimiento de estar alejado de Dios es sólo un sentimiento, nada más. Él ha prometido en Su Palabra que nunca te dejará ni te desamparará (Heb. 13:5).

Nuestro Señor Jesús pagó para que tengas acceso a la presencia constante de Dios. En la cruz, clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Él tomó nuestro lugar y fue rechazado cuando cargó con nuestros pecados para que hoy podamos tomar Su lugar de estar en la presencia constante del Padre y tomarlo como nuestro refugio y fortaleza.

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