Usa tus palabras para bendecir. De Joseph Prince
1 Pedro 3:8-10 Y
finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente,
misericordiosos, amigables; no volviendo mal por mal, ni maldición por
maldición, sino antes por el contrario, bendiciendo; sabiendo que vosotros sois
llamados para que poseáis bendición en herencia. Porque el que quiere amar la
vida, y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen
engaño.
Amado, quiero que veas
que tus palabras son poderosas. Lo que dices sobre ti mismo puede cambiar tu
vida.
Permíteme llamar tu
atención sobre la escritura de hoy. La Palabra de Dios es tan bellamente clara.
Si deseas amar la vida y ver días buenos, todo lo que necesitas hacer es
abstener tu lengua de hablar maldad o lo malo.
Suena sencillo. De hecho,
podrías incluso argumentar que es demasiado simple. ¿Cuántos de nosotros
realmente creemos que nuestra lengua ejerce tanta influencia y poder sobre
nuestro futuro, incluso sobre nuestra vida cotidiana?
La lengua parece diminuta
e insignificante comparada con el resto de nuestro cuerpo. ¿Cómo puede un
órgano tan pequeño, que no tiene ningún soporte esquelético, tener un efecto
tan directo y pronunciado en nuestro futuro?
Sin embargo, la Biblia
nos recuerda que no debemos despreciar la lengua simplemente porque es pequeña:
“Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos,
son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas”
(Santiago 3:4-5).
En el libro de
Proverbios, Salomón también declara: “La muerte y la vida están en poder de la
lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” (Proverbios 18:21). ¡Es evidente
que Dios no quiere que subestimes el poder de tus palabras!
Nota que la cita del
apóstol Pedro fue hecha en el contexto de nuestras relaciones con las personas.
Así como has sido transformado por el evangelio de la gracia, Dios también
quiere transformar tus relaciones con las personas. ¡Estas personas podrían ser
tu cónyuge, hijos, padres, parientes, amigos, colegas, empleadores y socios
comerciales, y cualquier otra persona con la que entres en contacto!
Creo que las personas que
han sido tocadas por la gracia de Dios son portadoras de Su Espíritu de
humildad y gracia. No somos gente que devuelve mal por mal, injuria por
injuria. Somos personas llamadas a ser de bendición dondequiera que vayamos.
Esa es la revolución de la gracia en acción. Nuestro Señor Jesús primero
transforma tu relación con Dios de adentro hacia afuera, y esa gracia que has
experimentado se desborda en todas tus relaciones terrenales como un poderoso
maremoto.
Déjame mostrarte algo muy
interesante. La palabra griega original para “bendición” en 1 Pedro 3:9 es “eulogeo”,
que significa “hablar bien de” y de ahí proviene la palabra “elogio”. ¡Esa es
la clave para pronunciar una bendición! ¡Cada vez que hablas bien de algo,
estás bendiciendo esa cosa y siendo una bendición!
Así que habla bien de tu
matrimonio, de tus hijos, de tu familia y de tus amigos. Así es como bendices y
te conviertes en una bendición dondequiera que vayas. Bendice también a tu
cuerpo, hablando bien de él, ¡no sigas diciendo que estás envejeciendo!
Habla bien también de tu
relación con el Señor. Declárate a ti mismo el amado del Señor. Declara Su
protección, favor y justicia sobre ti y tus seres queridos y comienza a
experimentar Sus bendiciones como nunca antes. Cada vez que pronuncias Sus
bendiciones sobre tu vida, estás tomando posesión de tu lugar bendito en
Cristo.
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