Revelando el valor de Jesús. De Joseph Prince
Juan 12:3 Entonces María
tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de
Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
Nuestro Señor Jesús amaba
frecuentar Betania, donde podía estar entre sus amigos más cercanos, Marta,
María y Lázaro. Betania era un hogar lejos de su hogar para nuestro Señor.
Allí, sus amigos lo amaron, lo honraron y verdaderamente valoraron su
presencia. Por su parte, apreciaba mucho su compañía y siempre se sentía cómodo
y relajado con ellos.
Seis días antes de
entregarse para ser crucificado, reunió a sus amigos en Betania, que estaba
como a dos millas de Jerusalén. Habían preparado una fiesta en Su honor, pero
su reunión se vio ensombrecida por la Pascua que se avecinaba, para la cual
faltaba menos de una semana. Sus amigos entendieron hasta cierto punto lo que
el Señor se proponía hacer y sus corazones estaban apesadumbrados porque se
preocupaban profundamente por Él.
Mientras nuestro Señor
Jesús comía, María sacó un frasco de nardo, un aceite aromático muy costoso. De
hecho, era tan costoso que valía el salario de un año entero. Pero no fueron
las horas que había trabajado para ganar el aceite en lo que María pensó
mientras sostenía el frasco en sus manos.
Pensó en Jesús. Pensó en
su Señor.
Ella había venido
preparada para adorar a Jesús y su corazón rebosaba de un amor que no podía
expresarse con palabras mientras se acercaba a Él. La gratitud y la adoración
brotaron dentro de ella mientras se arrodillaba silenciosamente junto a Él.
Sin escatimar una gota de
su exquisito tributo, ungió los pies del Señor y los secó con sus cabellos. Y
toda la casa se llenó de la opulenta fragancia de su adoración a nuestro Señor
Jesucristo.
Al presenciar este gesto
fastuoso y extravagante, uno de los discípulos de Jesús, Judas Iscariote,
arremetió indignado: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos
denarios, y dado a los pobres?” (Juan 12:5).
La triste realidad es
esta: Judas pudo ver el valor del aceite de inmediato, pero no pudo ver el
valor de nuestro Señor Jesús. Él es como tantas personas hoy en día que conocen
el valor de los bienes raíces, las mercancías y las empresas que cotizan en
bolsa en el mercado de valores, pero no el valor de nuestro Señor Jesús.
María comprendió
implícitamente el valor de nuestro Señor. Debido a que ella estimaba tanto a
Jesús, ungirlo con su posesión más valiosa fue simplemente una representación
externa de cuánto amaba, valoraba y apreciaba a nuestro Señor Jesús
interiormente.
Lo que Judas Iscariote
vio como desperdicio, María lo vio como adoración. Para ella, la persona de
nuestro Señor Jesús no tenía precio.
¿Alguna vez te han dicho
que leer la Biblia es una pérdida de tiempo? ¿Que servir y participar en su
iglesia local es una pérdida de tiempo? ¿Que traer tus diezmos a tu iglesia es
una pérdida de dinero? Querido lector, siempre habrá voces acusatorias así en
el mundo. ¿Por qué? Porque estas voces no entienden el valor de nuestro Señor
Jesús.
Me alegra mucho que
aprecies el valor de nuestro Señor Jesús, por eso te estás tomando el tiempo de
leer este devocional que trata sobre la persona de Jesús. La revolución de la
gracia tiene que ver con revelar el valor de Jesús. Cuando conozcas el valor de
Jesús, quién es Él, qué ha hecho y qué sigue haciendo en tu vida hoy,
experimentarás una revolución de la gracia en tu vida.
Comenzarás a vivir por
encima de cada derrota, pecado, adicción, miedo, duda y desafío en tu vida
cuando tengas un encuentro personal con el Señor Jesús y sigas recibiendo
enseñanza llena de la abundancia de Su gracia y el don de la justicia. Valora
con precisión a nuestro Señor Jesús en tu vida y serás imparable.
Comentarios
Publicar un comentario