Sigue hablando tu justicia. Joseph Prince
Romanos 8:3 Porque lo que
era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a
su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado
en la carne.
Amo la escritura de hoy.
La respuesta, amigo mío, no se encuentra en la ley, sino en el Hijo. La ley fue
dada por un siervo, Moisés; la gracia vino a través del Hijo, Jesús.
La revolución de la
gracia comienza con una persona y Su nombre es Jesús. Cuando tienes a Jesús
como tu Señor y Salvador, y una revelación de Su gracia, lo tienes todo. Tú
tienes lo más importante, una identidad nueva y justa en Cristo.
Muchos creyentes no se
dan cuenta de esto, pero las revelaciones pueden ser robadas y olvidadas. Eso
es lo que le sucedió a la iglesia de Corinto y Pablo tuvo que intervenir para
recordarles su identidad justa en Cristo.
Por eso también es tan
esencial para ti ser parte de una iglesia local donde puedas seguir escuchando
y escuchando mensajes llenos de la persona de Jesús, y estar rodeado de líderes
y amigos Cristo-céntricos que siempre te señalarán de regreso al Señor y a tu justa
identidad en Cristo.
Quiero alentarte a tener
una conciencia diaria de tu justicia en Cristo hablando y confesando tu
justicia en voz alta. Cree que eres justo en Cristo y que la justicia es un
regalo que no puedes ganar. Aunque saber esto es fantástico, quiero que hoy des
un paso más conmigo y comiences a practicar la confesión diaria de tu justicia
en Cristo.
Mi querido amigo, cuando
estés estresado y mil cosas estén pidiendo a gritos tu atención, di en voz
baja: “Soy la justicia de Dios en Cristo”. Cuando leas alguna noticia horrible
en los periódicos de la mañana y tu corazón quede atrapado con miedo por tus
seres queridos, simplemente di en voz baja: “Soy la justicia de Dios en
Cristo”. Y cuando sientas la tentación de volver a entregarte a una adicción
pasada, ahora sabes qué hacer: di en voz baja: "Soy la justicia de Dios en
Cristo".
El que permanezcas en
victoria está directamente relacionado con cuán consciente eres de tu identidad
justa en Cristo. Si realmente deseas ver avances duraderos en tu vida y vivir
por encima de la derrota, ¡habla! Habla, habla y habla sin dudas. ¡Y te prometo
que vivirás más libre de estrés, más libre de temor, más valiente y más
victoriosamente que nunca!
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