La corrección del Padre. De Joseph Prince
Proverbios 3:12 (NLT) Porque el SEÑOR corrige a los que ama, como un padre corrige al hijo en quien se deleita.
Permíteme enseñarte cómo
probar cada doctrina, enseñanza e interpretación de las Escrituras. Pregúntate:
¿cómo es nuestro Señor Jesús valorado en esta enseñanza?
¿Te hace querer adorar,
alabar y glorificar al Señor Jesús con tu vida? ¿O te da más valor a ti y a lo
que tienes que llevar a cabo? ¿Te hace estar centrado y ocupado con la persona
de Jesús? ¿O te hace estar centrado y ocupado contigo mismo y en si has
fracasado o tenido éxito?
“Pastor Prince, ¿está
diciendo que el desempeño no es importante?”
¡Absolutamente no! ¡Estoy
compartiendo contigo la clave para un desempeño proveniente del poder de Su
amor, gracia y favor inmerecido en tu vida! Tú serás capaz de hacer lo correcto
cuando sepas que eres amado perfectamente.
Observa a los niños que
son valientes, confiados y seguros. Vienen de familias llenas de amor y apoyo
emocional. Familias que los liberan para triunfar. Estos niños no tienen miedo
de fallar y se destacan entre la multitud porque se atreven a ser diferentes
para la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Ellos se atreven a decir
no a las influencias del mundo. No se avergüenzan cuando sus compañeros se
burlan de sus valores cristianos. Al mismo tiempo que están en un ambiente de
amor, gracia y apoyo emocional, los padres del niño también con capaces de
disciplinar, corregir y guiar al niño para que aprenda a tomar buenas
decisiones por sí mismo sin aplastar su espíritu.
Algunas personas tienen
la idea errónea de que cuando estás bajo la gracia, no hay corrección y todo es
permitido. Hay quienes argumentan que si en verdad siempre somos altamente
favorecidos por el Señor, entonces no hay necesidad de que Él nos corrija y
discipline.
Mi querido amigo, déjame
ayudarte a entenderlo desde la perspectiva de un padre. Cuando mis hijos hacen
algo mal, Wendy y yo ciertamente los corregimos y disciplinamos. Pero en
nuestro corazón siempre son amados y favorecidos por nosotros, incluso cuando
han fallado e incluso cuando los corregimos.
¿Por qué? ¡Simplemente
porque son nuestros hijos! No importa cómo se desempeñen, siempre los amaremos
y siempre serán favorecidos en nuestros corazones.
Qué tan favorecidos son
para nosotros es una cuestión de su identidad, no de su desempeño. Se basa en
quiénes son y de quién son, no en lo que han hecho o no han hecho.
De la misma manera, nuestro estado de ser amados y favorecidos por nuestro Padre celestial es el resultado de nuestra identidad como hijos e hijas de Dios a través de la obra consumada de Jesucristo. ¡Podemos llamar a Dios nuestro Padre, y Dios puede llamarnos Sus hijos por lo que Jesús ha hecho en la cruz por nosotros!
A medida que crecemos en
la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, Él nos corregirá,
disciplinará y guiará. Pero es vital que sepas que nuestro Señor nunca nos
corregirá con trágicos accidentes, enfermedades y padecimientos.
La escritura de hoy dice:
"Porque el Señor corrige a los que ama, así como un padre corrige a un
hijo en quien se deleita". En otras palabras, el Señor corrige a aquellos
a quienes favorece altamente, así como un padre terrenal corregiría a un hijo
que ama.
¿Corregiría un padre a un
niño en el que se deleita infligiéndole dolor y sufrimiento? ¡Por supuesto que
no!
De la misma manera,
nuestro Padre celestial nos corrige no infligiendo dolor y sufrimiento, sino
con Su Palabra (2 Ti. 3:16). La corrección puede venir a través de la
predicación de Su Palabra, o a través de líderes piadosos con quienes Él te
rodea en una iglesia local, líderes que te aman y que se preocupan lo
suficiente como para hablar en tu vida.
La verdad es que cuando
las personas saben que su Padre celestial las ama, pueden recibir corrección y
disciplina con gratitud y humildad. Por eso es tan importante que todo hijo de
Dios experimente la revolución de la gracia: llegar a estar establecidos en Su perfecto
amor y anclados en Su gracia incondicional hacia ellos.
La gracia nos imparte el
poder para actuar y vivir una vida por encima de la derrota. La gracia es la
clave a santidad.
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