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No consideres tu propio cuerpo. De Joseph Prince

 

Romanos 4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.

¿Qué debes hacer cuando continúas enfrentándote a síntomas o incluso cuando el enemigo sigue recordándote a fulano de tal que no fue sanado? Continúa participando de la santa Comunión y agradeciendo al Señor que todo lo que necesitas para tu sanidad ya ha sido provisto a través de la cruz.

Las Escrituras nos dicen que Cristo ya te ha redimido de la maldición de toda enfermedad y dolencia (Gálatas 3:13). Cuando nuestro Señor Jesús instituyó la santa Comunión, tomó la copa y “dio gracias” (Mateo 26:27). La palabra griega para “dar gracias” es “eucharisteo”, que significa “expresar gratitud”.

Por eso la santa Comunión también se conoce como la Eucaristía. Das gracias por algo que ya está hecho, que ya has recibido. Entonces, incluso si los síntomas todavía están en tu cuerpo, puedes dar gracias y llamarte a ti mismo sano porque Su Palabra declara que “por Su llaga hemos sido curados” (Isaías 53:5).

No trates de “obtener” sanidad para ti o tu ser querido. ¡Ya es tuya! El enemigo ha sido vencido (Col. 2:15). Jesús ya te ha dado la salud divina. Recuerda siempre esto: como creyente, no luchas por la victoria; luchas desde la victoria.

Amigo mío, seamos como Abraham, quien estaba convencido de que Dios podía hacer lo que había prometido. Aunque Abraham era muy avanzado en años, creyó en la promesa de Dios de que lo haría padre de muchas naciones y no consideró su propio cuerpo ni la esterilidad de la matriz de su esposa Sara.

Y tú conoces la historia: Isaac le nació a Abraham cuando él ya tenía cien años (Gén. 21:5) y Sara tenía unos noventa años. En lo natural, eso era imposible ya que ambos habían pasado la edad natural de procrear.

Pero Abraham no consideró la muerte de su propio cuerpo; consideró la promesa de Dios. Romanos 4:20–21 nos dice que “no dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era poderoso para hacer lo que había prometido”.

De la misma forma, ¿puedo alentarte a ser como Abraham? No consideres los síntomas de enfermedad en tu cuerpo. En vez de eso, fija tus ojos en nuestro Señor Jesús y considera la promesa en la Palabra de Dios, que declara que por las llagas de Jesús tú ya has sido curado. Continúa participando de la Comunión con fe, agradeciéndole que Su cuerpo fue partido para que el tuyo pudiera ser sano. Y mientras participas, como los hijos de Israel, prepárate y sigue esperando tu liberación física.

 Del libro "El poder sanador de la santa comunión" de Joseph Prince

 

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