Cómo sanar con el Salmo 23. Por Kenneth Hagin

 


Te has preguntado alguna vez si un capítulo de la Biblia puede tener suficiente poder para sanar tu cuerpo, calmar tu mente y restaurar todo lo que el enemigo está intentando robarte? ¿Qué pasaría si te dijera que el Salmo 23 no es solamente un consuelo en los funerales o unos versículos para memorizar en la escuela dominical? Es un plan divino para la total sanidad y restauración.

Es posible que ahora mismo estés batallando contra una enfermedad en tu cuerpo, con miedo en tu corazón o confusión en tu alma, pero hay una Palabra de Dios que puede sacarte de cada valle, romper todo yugo de aflicción y llevarte a un lugar de rebosante paz, poder y salud.

El Salmo 23 no es simplemente algo que lees, es algo que vives, algo que hablas y algo que crees hasta que todo cambia alrededor de ti. Esto no se trata de religión ni de tradición se trata de la presencia viva de un Pastor que conoce tu dolor, que camina contigo y que ya ha dado provisión para tu sanidad. Si estás listo para recibir fortaleza, fe y sanidad desde adentro hacia fuera, entonces abre tu corazón y permite que el Salmo 23 se convierta en tu confesión personal de sanidad. Caminemos hacia la Palabra y hacia tu milagro.

El Salmo 23 es mucho más que un consuelo poético, es la Palabra viviente de Dios llena de vida divina y sustancia espiritual. Cuando se habla en fe, se convierte en un canal a través del cual fluye el poder sanador. El primer versículo dice:

Salmo 23:1 El Señor es mi pastor nada me faltará.

Esa afirmación no se refiere únicamente a provisión, cubre cada área de la necesidad humana incluida la sanidad. Decir "nada me faltará", es decir que no me faltará salud, que no me faltará paz, no me faltará fuerza en mi cuerpo. La Palabra de Dios está viva, no muerta. Es una fuerza espiritual que entra en el corazón, renueva la mente y transforma la condición física. Hebreos 4:12 dice que “la Palabra de Dios es viva y eficaz”, esto significa que está llena de energía divina, de la respiración misma de Dios. Entonces, cuando un creyente declara el Salmo 23 desde su espíritu, el poder que creó el universo comienza a operar dentro de él.

La sanidad no comienza en el cuerpo, comienza en el espíritu, tu espíritu es esa parte de ti que está en contacto directo con Dios. Cuando el espíritu es alimentado con la Palabra viviente, viene la fe. Y la fe es la mano que recibe sanidad. Romanos 10:17 dice que "la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios", así que cada vez que el Salmo 23 es leído en voz alta, es meditado y hablado en fe, no es solamente un lenguaje hermoso, es medicina espiritual.

Proverbios 4:22 nos dice que “las palabras de Dios son vida para aquellos que las hallan y salud para todo su cuerpo”. Eso incluye el Salmo 23. Cuando el Espíritu Santo respira sobre los versículos de este Salmo, eso llega a ser salud para tu cuerpo, para tus huesos, para tus músculos, para tu sangre, tus nervios, para cada órgano. Hay poder en la Palabra porque lleva la naturaleza de Dios y Su naturaleza es sanidad.

La Palabra de Dios no envejece ni pierde fuerza, lleva la misma fuerza que tenía cuando Dios habló y creó el universo. El Salmo 23 es una palabra hablada por el espíritu a través de David, y el Espíritu de Dios nunca habla palabras vacías. Cada palabra está cargada con una asignación divina.

Cuando dices "el Señor es mi pastor" el cielo responde, los ángeles responden, el Espíritu Santo responde. Esa declaración hace un llamado al carácter y al pacto de Dios para que se vuelvan activos en su situación.

Un pastor guía, alimenta, protege y sana. Eso es lo que un verdadero pastor hace, y cuando confiesas al Señor como tu Pastor, lo estás confesando como tu sanador, lo estás trayendo al centro de tu condición. Estás quitando tus ojos del dolor y los estás poniendo en la promesa.

La frase "nada me faltará" no es una esperanza pasiva, es una declaración agresiva de fe. Es rehusarse aceptar cualquier cosa contraria a la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es sanidad. Jesús nos mostró la voluntad del Padre cuando sanó a los enfermos, limpió a los leprosos, abrió los ojos de los ciegos y resucitó los muertos. Esa misma voluntad es revelada en el Salmo 23. La Palabra es eterna, lo que significaba entonces significa ahora, y cuando la hablas con autoridad y expectativa, se convierte en una fuerza sanadora.

Tu boca es un arma, tu lengua es el interruptor que enciende la fe. Cuando tu espíritu está lleno de la Palabra, y tu boca la libera con fe, la sanidad comienza a fluir.

Mucha gente lee el Salmo 23 como si fuera una escritura para memorizar o una oración poética, pero es más que eso, es espíritu y vida. Es algo que está vivo.

Jesús dijo en Juan 6:63 “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. Eso incluye las palabras del Salmo 23, llevan vida y la vida expulsa la muerte, la vida expulsa la decadencia, la vida echa fuera la enfermedad.

Entonces, cada vez que declaras este Salmo con todo tu corazón, todo tu ser y con el espíritu activado, la sanidad fluye, puede que no siempre sea instantánea pero comienza.

Algunas veces la sanidad es progresiva, y a medida que la Palabra es hablada a diario, se edifica capa por capa en el cuerpo. Así es como la medicina viviente, funciona no, siempre la ves inmediatamente pero está trabajando.

El Salmo 23 no debe leerse apresuradamente, ni casualmente, debe ser absorbido, creído, hablado en voz alta y hay que aferrarse a él. El poder no reside solo en la lectura, sino en el creer y el hablar. Lo que tú crees en tu corazón y hablas con tu boca pone la ley espiritual en movimiento. La misma ley que gobierna la salvación también gobierna la sanidad, es por eso que este Salmo aunque a menudo se cita en momentos de duelo o temor es en realidad una confesión de vida.

El Señor no es un Pastor de muertos, Él es el Pastor de los vivos, y Su Palabra trae vida a tu cuerpo mortal. Habla el Salmo 23 hasta que tu corazón lo absorba, permite que more en ti ricamente, deja que emerja cuando yaces en el dolor, deja que salga de tu boca cuando el miedo intenta apoderarse de ti. Porque cuando esa palabra llegue a ser vida en tu espíritu, la sanidad se va a manifestar en tu cuerpo.

La fe no viene simplemente por desear, por esperar o incluso por necesitar algo profundamente, la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. Esa es la ley del espíritu. El Salmo 23 al ser leído, hablado, y declarado con regularidad llega a ser más que un pasaje familiar, llega a ser algo que edifica nuestra fe. Cada palabra en ese Salmo lleva la respiración de Dios, y lo más que lo escuchas, lo más que vas a escuchar la voz del Pastor a través de él. Las palabras comenzarán a penetrar desde tu mente hasta tu corazón.

Al principio, puede que solo sea una escritura que estás repitiendo, pero con el tiempo esas palabras comienzan a pintar una imagen en tu espíritu, una imagen de sanidad, una imagen de fortaleza, una imagen del Pastor que está contigo con poder y compasión. Esa imagen llegará a ser tu realidad y ahí es donde la fe comienza a levantarse.

El Salmo 23 es rico en verdad sobre el carácter de Dios y Su pacto con Su gente. No es solo teología es una promesa personal. Cuando lo escuchas lo suficiente, tu corazón comienza a creerlo. Y cuando tu corazón cree, tu boca comienza a hablar con autoridad.

“El Señor es mi pastor, nada me faltará”, se convierte en un arma contra la enfermedad.

“En verdes pastos me hará descansar”, eso llega a ser una declaración de paz para tu sistema nervioso.

“’El restaura mi alma”, eso llega a ser una orden para tus emociones quebrantadas, para tu cuerpo cansado, para tus órganos desgastados. Esto no es poesía, es una semilla viva que produce una cosecha cuando se siembra en tu corazón a través de escucharla repetidamente. La fe nunca trabaja sola, viene por el oír, pero opera a través del acuerdo. Debes escucharla, creerla y hablarla. Así es como el poder sanador se activa.

Escuchar el Salmo 23 una y otra vez no solo te hace familiarizarte con esta escritura, te hace familiarizarte con el Pastor mismo. Llegas a escuchar la melodía de su voz, y llegas a sentir su corazón, y comienzas a confiar en Su mano. Esa confianza llega a ser el fundamento de tu fe. Dejas de dudar si Él quiere sanarte y empiezas a saber que Él ya lo ha hecho. Dejas de preguntarte si esa promesa es para ti, y comienzas a declarar que la promesa ya está trabajando en ti.

Cada vez que escuchas el Salmo 23 y permites que sature tu espíritu, estás recargando o alimentando tu fe. Puede que no lo sientas al principio, los síntomas puede que no cambien de inmediato, pero la fe está creciendo, y a medida que crece comienza a dominar lo natural, comienza a anular los informes del enemigo, la voz del dolor y el miedo al fracaso.

No solamente estás escuchando palabras, estás edificando una estructura de fe en tu espíritu, y una vez que esa estructura esté lo suficientemente fuerte, la sanidad se manifiesta.

Es por eso que Salmo 23 debe ser escuchado diariamente, debe ser declarado con valentía y recibirse con alegría. Porque lo más que lo escuchas, lo más que tu fe se levanta para aferrarte a lo que Dios ya te ha provisto.

La fe viene por el oír, y el Salmo 23 es uno de los sonidos más poderosos que puedes permitir que tu espíritu escuche. Cuando el Salmo 23 comienza con las palabras “el Señor es mi pastor”, es mucho más que un hermoso título o una expresión poética, es una verdad espiritual llena de implicaciones divinas. Un pastor es responsable por el bienestar total de sus ovejas. No solo las guía al alimento y al agua, él toma cuidado de sus heridas, las protege del peligro, las cuida durante la noche, y las trae de vuelta cuando se extravían. Este es el tipo de papel que el Señor asume cuando lo declaras tu Pastor. No solo estás declarando un hecho religioso, te estás poniendo a ti mismo bajo Su cuidado, Su autoridad y Su poder sanador. Cuando dices "el Señor es mi Pastor", estás haciendo una declaración valiente de que Dios está velando por cada detalle de tu vida. Y eso incluye tu salud.

En los tiempos bíblicos los pastores llevaban aceite para ungir las cabezas de las ovejas heridas o irritadas, lo aplicaban para calmar, sanar y proteger. Esa misma imagen aparece más adelante en el Salmo 23: “Unges mi cabeza con aceite”, pero el fundamento de ese cuidado comienza con reconocer al Pastor. La sanidad comienza con una relación, el Pastor no es un extraño. Él está familiarizado con la condición de cada oveja. Él sabe cuándo una está cojeando, cuando una está débil, cuando una está agobiada y Él responde inmediatamente. Cuando tú declaras al Señor como tu Pastor, te estás poniendo a ti mismo en Sus manos para recibir cuidado divino y restauración.

Una de las primeras cosas que hace un pastor es alimentar a sus ovejas, y eso es significativo porque la Palabra de Dios es un alimento espiritual. La sanidad comienza cuando se recibe la Palabra, se cree y se actúa en ella. El Pastor te alimenta a través de la Palabra, del espíritu y de la revelación divina. Pero no se detiene en alimentar, Él fortalece. Él no se detiene en fortalecer la sanidad, Él sana. Pero no se detiene en la sanidad, Él permanece contigo para asegurarse de que camines en plenitud. Este no es un rescate de una sola vez, es un proceso continuo de sanidad y de vida que fluye desde Su presencia.

Las ovejas son unos de los animales más vulnerables, y sin un pastor están indefensas. No luchan, no huyen, dependen completamente de la presencia del pastor. Lo mismo es verdad para el creyente. Que el Señor sea tu Pastor significa que Él toma la responsabilidad de tu condición. Esto incluye cualquier dolor en tu cuerpo, cualquier enfermedad que intente persistir, y cualquier diagnóstico que intente definir tu vida. Él lo toma todo y comienza a derramar sanidad en todo. Su presencia llega a ser tu medicina. Su Palabra llega a ser tu alimento, su espíritu llega a ser tu fuerza.

Esta relación también demanda confianza. Una oveja sigue al pastor, no cuestiona el camino simplemente camina donde el pastor le guía. La sanidad no es diferente, tú la recibes a través de confiar en Él, en Sus tiempos, en Sus caminos, en sus métodos. Él puede guiarte junto a aguas quietas, o puede guiarte a través de un valle. Pero el Pastor está presente en ambos, su papel no ha cambiado, Él sigue siendo tu sanador, tu proveedor, tu protector. Puede que no entiendas todo lo que Él hace, pero si lo conoces como un Pastor, puedes descansar bajo Su cuidado y poder sanador.

Cuando verdaderamente crees que el Señor es tu Pastor, dejarás de cargar el peso de la sanidad tú mismo, dejarás de estresarte por cómo y cuándo sucederá, y simplemente descansarás en el conocimiento de que tu Pastor está cerca, y no descuida a Sus ovejas, Él no permite que las heridas se queden sin curar, Él no permite que la enfermedad se propague sin control, Él interviene, Él se mueve, Él toca, Él sana.

La sanidad no viene de la actividad religiosa ni de la lucha o del esfuerzo, fluye de una relación. Lo más que permanezcas en la presencia de tu Pastor la mayor sanidad que vas a experimentar. Te darás cuenta de que no estás intentando que Dios te sane, estás recibiendo lo que tu Pastor ya te ha provisto.

La sanidad no es distante, está en las manos del Pastor que camina contigo, que cuida de ti y que nunca te va a abandonar. La frase, “Él restaura mi alma” es más que una simple aliento espiritual, es una revelación de la naturaleza de Dios como un restaurador, como un sanador y renovador.

En el hebreo original, la palabra “restaurar” conlleva el significado de “volver atrás, recuperar, reparar o hacer entero otra vez”. El alma incluye la mente, la voluntad y las emociones, y cuando Dios restaura el alma, no deja ninguna parte de tu ser sin tocar. La restauración fluye desde adentro hacia fuera. Cuando tu alma está sana, tu cuerpo comienza a alinearse con esa sanidad.

Muchas dolencias físicas tienen su raíz en heridas del alma (el trauma emocional, la ansiedad prolongada, la depresión y el dolor no resuelto), pero cuando da la Palabra de Dios entra y comienza a restaurar el alma, desencadena una reacción divina en cadena que conduce a la sanidad física.

El poder sanador del Salmo 23 comienza a trabajar profundamente en este versículo porque toca el hombre interior. Algunas veces las personas oran por sanidad física, pero lo que realmente necesitan es restauración en su alma. Sus cuerpos están manifestando lo que sus corazones han estado cargando: años de estrés dolor, miedo, rechazo. El Señor no solamente parcha las cosas, Él las restaura. Trae de vuelta al alma a la paz, de vuelta a la fe, de vuelta al descanso. Y cuando el alma regresa a su lugar apropiado, la sanidad del cuerpo se vuelve mucho más fácil de recibir. Es por eso que Jesús solía a menudo decir “sé echó entero” y no solo “sé sano” (Salmo 23:3 LBLA). Estar entero incluye la restauración de tu alma. Cuando David escribió este Salmo no estaba hablando de un lugar de comodidad, él había enfrentado traición, guerra, soledad y momentos de profundo desaliento, y aun así dijo con confianza “Él restaura mi alma”. Eso no era una teoría para él, era experiencia, y el mismo Dios restaurador está vivo y trabajando hoy.

Cuando una persona toma el Salmo 23 y comienza a meditar en él diariamente especialmente esta parte, algo comienza a cambiar internamente. Donde había falta de descanso comienza a establecerse la paz, donde había agotamiento espiritual la fuerza comienza a volver, esto no es una terapia humana, es restauración divina por el poder del Espíritu Santo trabajando a través de la Palabra.

La Palabra de Dios es medicina, y cuando se habla en voz alta y se recibe con fe, trae sanidad a áreas que ni siquiera sabíamos que estaban rotas. Cuando tú dices "él restaura mi alma" estás declarando que cada área de tu vida que estaba fuera de orden está volviendo a alinearse nuevamente. La restauración no siempre ocurre en un momento, pero comienza con esa confesión. Tú no eres el restaurador Él lo es. Tu trabajo es creerlo y declararlo, Su trabajo es llevarlo a cabo. Él restaura lo que el enemigo intentó destruir. Él restaura lo que el trauma intentó robar, Él restaura lo que el miedo intentó dañar y a medida que restaura el alma, la sanidad comienza a emerger en el cuerpo físico. Esta restauración es personal y específica. Dios sabe exactamente qué parte de tu alma necesita reparación, Él no trabaja al azar trabaja con precisión. Si tu corazón ha sido roto lo remienda. Si tus pensamientos han sido atormentados, los calma. Si tu voluntad está débil, Él la fortalece. Y todo esto resulta en un cuerpo que responde a la paz que ahora está presente en tu interior. Cuando el alma es restaurada el espíritu se vuelve más sensible a Dios y el cuerpo sigue ese orden espiritual.

La paz en el alma trae orden al sistema inmunológico. El gozo en el corazón fortalece los huesos. La esperanza en la mente vivifica el cuerpo. Este es el poder de la restauración divina. No solo te hace sentir mejor, te hace entero.

El Salmo 23 es una puerta para recibir una sanidad profunda y duradera que solamente Dios puede dar. Las palabras "aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno", no son solo palabras de aliento son palabras de sanidad, revelan el camino divino para superar el miedo que es uno de los más grandes obstáculos para recibir sanidad. El miedo debilita la fe, el miedo abre la puerta al tormento. El miedo invita a la voz del enemigo a hablar más fuerte que la voz de Dios. Pero cuando el corazón está saturado con el Salmo 23 y estas palabras se hablan con convicción, el miedo comienza a perder su control.

El valle de sombra de muerte es un lugar de oscuridad, incertidumbre y peligro. Sin embargo al creyente se le dice que no tema, ¿por qué? Por la presencia del Pastor. La sanidad comienza a fluir cuando el miedo comienza a irse. La presencia de Dios desplaza el miedo, y donde no hay miedo la fe puede operar libremente.

Muchas personas están orando por sanidad pero están atadas por el miedo. Miedo a la muerte, miedo al dolor, miedo al empeoramiento de condiciones, miedo a los malos informes. Ese miedo abre la puerta para que las enfermedades persistan y retrasen la manifestación de la sanidad. Pero el Salmo 23 da al antídoto, no dice que el creyente evite el valle, dice que lo atravesamos sin temor. Este versículo no está negando la realidad del problema, está anunciando la realidad mayor de la presencia de Dios.

La clave de la sanidad reside en confiar más en la presencia de Dios que en el dolor, en el Pastor más que en la sombra. El valle es temporal pero Su presencia es eterna. Cuando la mente se renueva a esta verdad, el cuerpo comienza a responder. El sistema nervioso se aquieta, la presión arterial se estabiliza, el sueño regresa, la paz fluye. La sanidad comienza en la ausencia del miedo. Cuando dices "no temeré mal alguno", estás haciendo una decisión, no es solo un sentimiento, es una postura de fe, es decirle a tu cuerpo a tu alma y al enemigo que te rehúsas a dejarte dominar por el miedo.

Y cuando el miedo es expulsado, el amor y la sanidad tienen espacio para obrar. La sombra de muerte puede rodearte pero no puede consumirte. Las sombras no tienen sustancia, pueden parecer intimidantes pero no pueden tocarte cuando caminas en la luz de la Palabra de Dios. La sombra de un perro no puede morder, la sombra de una espada no puede cortar, la sombra de muerte no puede destruir a aquel que camina con el Pastor. La sanidad permanece a aquel que camina sin temor. El Salmo 23 equipa al creyente con una mentalidad de victoria incluso en los lugares más oscuros.

"Tu vara y tu cayado me consuelan o me infunden aliento", esto no es solo un lenguaje poético, es un lenguaje de pacto. La vara representa el poder de Dios y el callado representa Su guía. Ambos están contigo en el valle. Es por eso que puedes ser sanado en medio de la prueba. No tienes que esperar hasta salir del valle para recibir tu sanidad. Puedes ser sanado en la presencia del miedo y la muerte porque Su poder y guía ya están obrando. Él corrige lo que está fuera de orden, Él te guía paso a paso, Él no te deja solo para que descifres cómo resolverlo. Su presencia llega a ser tu atmósfera de sanidad. Caminar a través del valle no es un castigo, es un pasaje, es el lugar donde tu fe crece, donde tu alma aprende a depender del Pastor y donde tu sanidad comienza a manifestarse. Cuando aprendes a caminar a través de las dificultades sin miedo te vuelves inquebrantable.

La sanidad fluye más libremente cuando el corazón está descansado. Y la única manera que el corazón puede descansar es confiando en que Dios está contigo. "Tú estás conmigo" es la más poderosa declaración en el valle. Esa presencia te garantiza que no serás abandonado, que no serás olvidado ni derrotado y en esa presencia reside el poder para sanar, restaurar y liberarte de cualquier mal incluyendo la enfermedad.

Cuando el Salmo 23 dice: "unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando", está escribiendo un acto de sanidad divina y empoderamiento. En los tiempos bíblicos la unción con aceite no era meramente ceremonial, los pastores la usaban de una forma práctica para cuidar de las ovejas. Las ovejas a menudo se lastimaban la cabeza con espinas, piedras afiladas o parásitos que atacaban sus caras y orejas. El pastor aplicaba aceite a la cabeza de la oveja para calmar la irritación, evitar mayores daños y brindar alivio. Este era un acto de cuidado, protección y sanidad. Cuando David escribió estas palabras obtuvo esa imagen que muestra como el Señor es nuestro Pastor y nos atiende con el mismo cuidado y atención. Él no ignora nuestro dolor, nos unge con aceite, que es un símbolo del Espíritu Santo para traer sanidad y abundancia.

El aceite de Dios no es ordinario o común. Es un símbolo del poder del Espíritu Santo y Su presencia. Cuando la unción desciende sobre una persona, eso rompe yugos, alivia cargas y expulsa la enfermedad. Isaías 10:27 dice "el yugo será destruido a causa de la unción". Eso incluye el yugo de la enfermedad, el yugo de dolor crónico, el yugo del padecimiento.

Cuando tú dices “unges mi cabeza con aceite”, estás declarando que la unción está fluyendo sobre ti ahora para destruir todo lo que no pertenece a tu cuerpo. La unción no es pasiva, es agresiva contra las obras de la oscuridad. La enfermedad es oscuridad. El padecimiento es esclavitud, la unción la ataca y la expulsa.

El aceite en la Escritura se asocia también con gozo, vivificación y renovación. Eso significa que la sanidad no es solo un alivio físico, también es una restauración emocional y un empoderamiento espiritual. Cuando la unción fluye, la depresión se va, el miedo se va, la paz entra y la claridad regresa. La mente llega a ser más aguda, las emociones estabilizan, el corazón se fortalece. Eso es lo que sucede cuando tu cabeza es ungida con aceite. Afecta cada parte de ti comenzando desde arriba, Dios comienza desde la cabeza, y deja que fluya hacia abajo. Él sana el pensamiento, Él restaura la perspectiva, da visión y dirección nuevamente, y cuando la cabeza está bien, el resto del cuerpo puede seguirle.

David escribió "mi copa está rebosando", esa es una imagen de abundancia, de rebosamiento, de más que suficiente. La sanidad no está diseñada para hacer apenas lo suficiente, está diseñada para desbordarse. Dios no solo quiere que sanes, Él quiere que seas entero, que estés completo, fuerte, lleno de vida. Él quiere que esa sanidad sea tan completa que se extienda otras áreas de tu vida.

Ese desbordamiento no es solo para ti sino para aquellos que te rodean. Comienzas a llevar contigo una atmósfera de sanidad. Cuando tu copa está rebosando, llegas a ser portador de la unción. Entras en una habitación y la paz de Dios llena el lugar. Impones las manos sobre los enfermos, y la sanidad fluye a través de ti. Tú hablas la Palabra, y otros son levantados. Ese es el desbordamiento que describe David.

La unción no es un evento único, es un fluir diario. Así como las ovejas necesitan ser ungidas regularmente para mantenerse libres de irritaciones e infecciones, tú necesitas la presencia constante del Espíritu Santo para mantenerte libre de los ataques del enemigo. Lo más que mores en la presencia de Dios, lo más que la unción fluye. Lo más que medites en el Salmo 23 y lo declares por fe, lo más que tu cuerpo se va a alinear con la salud divina. Comienzas a sentir el aceite trabajando no físicamente sino espiritualmente, y ese flujo espiritual comienza a afectar tu condición física. El dolor pierde su control, la inflamación cede, los órganos comienzan a funcionar correctamente, la fuerza regresa a las extremidades débiles. Todo porque el Pastor está ungiendo tu cabeza con aceite y haciendo que tu copa se desborde con sanidad, poder y vida.

Todo en el Salmo 23 nos lleva a un lugar de sanidad, descanso y restauración divina. Este no es solo un mensaje poético, es un mapa espiritual hacia la sanidad integral, desde declarar que al Señor como tu Pastor hasta caminar sin temor por los valles más oscuros. Desde la restauración del alma, hasta el derramamiento del aceite de la unción. Esta canción transmite la imagen completa de lo que significa vivir sano, protegido y desbordante de la vida de Dios. La sanidad no es algo por lo que tengas que rogar, es algo que recibes mediante la fe cimentada en la Palabra viva. Cada versículo es una puerta entrada para que la sanidad entre en tu mente, tus emociones, tu cuerpo y tu espíritu.

Mientras meditas en él confiésalo, créelo y la sanidad llegará a ser algo más que una esperanza, llegar a ser tu realidad. El Pastor que te guía es el mismo que te sana, te restaura y hace que tu copa esté rebosando. Su presencia es tu respuesta y Su Palabra es tu medicina.

Que el Señor te bendiga mientras caminas en la luz de Su Palabra. Que la sanidad fluya desde la parte superior de tu cabeza hasta la planta de tus pies. Continúa declarando la verdad, continúa creyendo Sus promesas y nunca dejes a un lado tu fe.

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