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LA FUERZA MAS PODEROSA EN EL UNIVERSO - Por Claudia Juárez

ARCHIVO DE ARTÍCULOS ANTERIORES

Carta Publicada el miércoles, 23 de febrero, 2011

Tan amada familia de Dios:

Nuestro Padre es sencillamente maravilloso. Con Su elegancia nos muestra cada bendito día más, si así se lo pedimos y permitimos, Sus preciosos caminos y pensamientos.

Le pido a nuestro Abba Padre que nos alumbre el entendimiento en la sencillez y el gozo que es andar Su Amor. Cuando primeramente llegamos a saber y comprender que hemos sido tan amados por Dios sólo por Su gracia, sin ningún merito, esfuerzo o logro nuestro es algo muy sanador. El amor de Dios hacia nosotros NO varía, NO cambia, NO se modifica por nuestro comportamiento. Si dejamos de hacer, tanto como si hacemos mucho para Él, eso no modifica una milésima el amor eterno que nos tiene nuestro Dios a cada hijo Suyo.

1 Juan 4:10: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

Este inigualable amor nos constriñe (nos invita una y otra vez) y nos atrae a Él aborreciendo el pecado y deseando vivir para glorificarlo.

El amor de Dios es la fuerza más poderosa en el universo, y ser motivados por este amor es algo maravilloso que nos inunda con gran plenitud de gozo. Es muy hermoso comprender que somos tan amados incondicionalmente. Cuando nos motiva este amor en vez de la culpa, el temor o la obligación es una bendición indescriptible.

Por la gracia de Dios hemos sido llamados a Su Presencia sin culpa, sin mancha, sin pecado. Somos justos ante Él, POR LA OBRA FINALIZADA DE CRISTO y NO por nuestras obras, para que nadie se gloríe. Y esto es un descanso absoluto para nuestras almas.
Romanos 3:10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;11  No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno…3:19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. 27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Romanos 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
La preciosa libertad del pecado que hemos recibido por el trabajo finalizado de Jesucristo es asombrosa y esta misma libertad nos atrae a nuestro Padre agradecidos anhelando cumplir Su Voluntad. El anhela quietud para nuestras almas. El más profundo deseo de nuestro Padre es que sepamos que Él nos ama apasionada y entrañablemente y que esto nada tiene que ver con nuestro comportamiento. La parábola del Padre que perdona es una ilustración bellísima del amor que nos tiene nuestro Dios. Este padre esperó pacientemente a que su hijo, que se había ido de casa, volviera. Y cuando lo hizo, lo recibió con los brazos abiertos, lleno de gozo, ni siquiera escuchó su disculpa llena de vergüenza y su intención de ser hecho como uno de sus trabajadores. Este padre esperó pacientemente a que su hijo supiera cuanto lo amaba y a que regresara a casa. ¡Hizo fiesta para recibirlo sin reprocharle su conducta!

¿Cómo reaccionaría este hijo después de haber probado la miseria del mundo y llegar a la condición de desear comer la comida de los cerdos que cuidaba, teniendo un Padre rico que lo cobijó amorosamente de nuevo en casa? Creo que debió estar muy agradecido, debió saber y entender lo tanto que era amado por su padre y seguramente sintió el profundo deseo de no apartarse de lado de su padre nunca más y disfrutar del amor de su generoso padre. Quizá también pudo ser un necio, y desear irse de nuevo con  parte de la riqueza de su padre y malgastarla otra vez. Esto era decisión suya. Su padre le había demostrado su incondicional amor y el podía gozar en casa de este privilegio, o irse a vagar por el mundo a comer algarrobas y terminar viviendo miserablemente.

Así es la gracia de Dios que nos ha recibido en Su Casa, y al igual que este hijo en la parábola, tenemos el tremendo privilegio y gozo de disfrutar una dulce comunión con nuestro Padre o tenemos la opción de vivir en medio de la miseria del mundo.

Si decidimos vivir en Su Casa, disfrutaremos de Sus riquezas, de Su amor, de Su sosiego, de Su paz. Si dejamos vivir a Cristo en nosotros, en vez de nuestra propia vida, seremos cada día transformados de gloria en gloria y fluirán de nosotros naturalmente todos los frutos del espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

El amor de Dios entre nosotros ES UN FRUTO DEL ESPÍRITU, una consecuencia natural de vivir en Cristo. El genuino amor genuino de Cristo jamás es una obra forzada u obligada. Yo no amo con el amor de Dios “porque tengo que hacerlo” amo con este amor y fluye naturalmente de mi mientras dejo vivir la vida de Cristo en mi.
Dios es el que nos muestra personalmente cómo vivir este amor cada día más entre nosotros. Él nos instruye, nos enseña, nos guía si nosotros se lo pedimos y se lo permitimos.

Les recomiendo la lectura del documento “El poder de vivir en el amor”, el cual habla del poder del amor fluyendo naturalmente de un hijo de Dios. Este hermano comparte varios testimonios del amor viviendo entre el Cuerpo de Cristo y el maravilloso efecto que hacen en la comunidad donde ellos viven. Pero deseo dejar muy claro algo de parte de nuestro Padre. CADA MIEMBRO DEL CUERPO TIENE SU PROPIA Y UNICA FUNSION, no imitamos a otro hermano necesariamente en lo que está haciendo, sino que pedimos a Dios que sea Él mismo quien nos muestre cómo amar con este maravilloso amor a nuestro prójimo.

Amar con el amor de Dios, NO es una obra mas que hay que hacer, es un maravilloso privilegio, un gozo, un deleite sin igual y este amor fluye espontánea y naturalmente de nosotros andando en Cristo.

A la luz de esto, deseo citar un fragmento de una carta de Juan Luis Molina:

“Es impresionante la unidad en el espíritu que compartimos con nuestros hermanos por la gracia del Padre. Es un mismo sentir el que habita en nuestros corazones. A veces tenemos días en que  sobrellevamos  todo por la fe sola. Es una familia muy hermosa la que nos ha puesto el Padre, para que tengamos cuidado los unos por los otros. Es necesario que comprendamos bien la gracia, y el tesoro que supone vivir por la fe sola DEL Hijo en nosotros. Esta noche Dios me confortó muchísimo, haciéndome recordar el versículo de Gálatas que dice que tu y yo ya fuimos crucificados. A este sencillo versículo se resume todo. Porque si sabemos que ya no vivimos más nosotros, sino que es la vida de Cristo la que reina ahora en nuestros corazones, su fe, y no la nuestra, su fe es la que nos mantiene conectados al Padre, de donde provienen todos los tesoros por añadidura.

Qué bien lo declara nuestro hermano Lutero en su estudio de Gálatas y Romanos: La mejor obra y la más alta es la fe, y todo lo que no se haga con esa fe es pecado. Todo lo que no se haga en esa bendita conexión de nuestro espíritu con el Padre, no vale para nada. Me encanta esa parte en la que Lutero dice: "Dices tú: ¿Cómo puedo yo saber que soy agradable para Dios si parloteo demasiado, no hago las cosas que debería hacer, duermo cuando debería estar despierto y me sobrepaso en muchas cosas que no son provechosas ni edifican a nadie? - y el espíritu de Lutero responde: Necio, eso indica precisamente que tu pones la fe como una obra más, y no por encima de todas las obras. Pues, por eso mismo es la más alta de todas, porque por encima de todos nuestros pecados se levanta esta bendita fe, y los limpia y borra de nuestra memoria una y otra vez. Por eso la más alta y la más buena obra es la fe. Todo lo que se hace con esta conciencia en el Padre Le agrada a nuestro Dios sobremanera.”  

Romanos 1: 17 declara: “El justo por la fe vivirá”. No andamos por ningún tipo de obras en la presente administración de gracia, y amar con el amor de Dios,  no es una obra más que tenemos que hacer. Es un maravilloso, natural y espontaneo fruto del espíritu que florece naturalmente si le permitimos a Cristo vivir su vida en vez de la nuestra. (Gálatas 2:20,21).

Estas son palabras de George Müller y las citó Juan Luis en otra carta suya. A este punto llegamos cada hijo de Dios que recibe y acepta como un niño Su bendita gracia:

“Ahora bien, ¿A qué conclusión llegó?: "Me siento muy dichoso de encontrarme aquí, me mantendré aquí permanentemente y ya no saldré más de este bendito lugar." Esto nos muestra lo que el hijito de Dios encuentra en su identificación con Cristo Jesús; no es que diga sólo que, "Mi copa está rebosando; me encuentro repleto de felicidad." Pero es que además, "Recibo casi más de lo que puedo sobrellevar, no cabe en mí todo lo que me ha sido otorgado. He visto que todo es tan apacible, tan en extremo apacible, en este maravilloso camino, que estoy persuadido de que nunca más me volveré a salir de aquí, ni tomaré cualquier otro camino. Permaneceré en la casa de mi Padre para siempre."

“! Esta es la posición a la que hemos sido traídos creyendo en Cristo! Y, si es cierto que estamos caminando en los caminos del Señor, y verdaderamente rindiéndole el corazón a Dios, éste es el resultado y a éste es el estado al que llegamos. Vemos que es tan apacible, tan precioso aun para esta vida, que ya no tenemos ningún deseo de salirnos de los caminos del Señor. En nuestra condición mundana natural, íbamos detrás de los placeres; pero nunca los llegábamos a alcanzar. El resultado no era otro sino la continua decepción, porque después de unas pocas horas todo aquel placer mundano desaparece. Pero en la posición que se nos ha otorgado al creer en el Señor Jesucristo, no solamente se nos garantiza placer y felicidad por unos pocos días, o unos pocos meses, o unos pocos años, sino por los siglos de los siglos. De tal manera nos llena Cristo, que decimos en nuestros corazones: "Me mantendré en este camino; soy muy feliz en este camino; nunca me olvidaré de este camino."

Vivir en El Camino más excelente (El Amor de Dios), es un deleite inigualable. Aquí no hay obligaciones, ni deberes para con los demás, sino una profunda motivación por amor a dar, servir, perdonar, sobrellevar, apoyar, sostener, confortar, consolar, ayudar y bendecir. ¡Amar con el amor de Dios produce un gozo sin igual! Amo porque he sido amada(o) primero. Doy porque he recibido primero. Perdono porque he sido perdonada(o) primero. Tengo paciencia porque Dios la tiene conmigo. Veo el corazón hermoso de mi Padre y quiero imitarlo a Él. El Cristo que llevamos dentro tiene la misma naturaleza de nuestro Padre: AMOR. ¡Somos una gotita de la esencia de Su Ser!

Quiero dejar bien claro lo que les estoy compartiendo ahora: Es absolutamente maravillosa la forma en que Dios nos ama y amamos PORQUE ÉL NOS AMÓ PRIMERO. Amar con Su amor es la fuerza más poderosa de la que podemos echar mano para vivir nuestras vidas y tocar las vidas de otros, para bendecir. El amor de Dios sana de raíz, transforma nuestras vidas y nos permite mostrar a otros el corazón del Dios Vivo y Verdadero, nuestro Abba Padre, a Quien amamos y servimos.

Pido en el nombre de Jesucristo a nuestro Dios, al TODOPODEROSO, que alumbre los ojos de nuestro entendimiento para crecer en entendimiento de este precioso tesoro que Él  ha colocado en nuestro vasos de barro.

También es mi oración, que El nos muestre a cada uno como vivir este amor con nuestro prójimo, con los de Casa y con los de afuera. Que nuestro amoroso Abba con Su gran sabiduría nos guie para hacer Su Voluntad a cada uno, cada día, así disfrutaremos del gozo y privilegio que hay en Su Presencia.

¡Dios los bendiga!

Sirviéndole a Él y al Cuerpo de Cristo por amor,

Claudia Juárez Garbalena

Lecturas sugeridas:

“El poder de vivir en el amor”:

“1 Corintios 13 en lenguaje contemporáneo”:

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