LAS DOS NATURALEZAS EN EL HIJO DE DIOS. Por E.W. Bullinger. Capítulo 8. CONCLUSIONES PRÁCTICAS
Traducción castellana:
Juan Luis Molina
Con la colaboración de
Claudia Juárez Garbalena
CAPITULO
8
CONCLUSIONES
PRÁCTICAS
Hay
algunos puntos restantes relacionados a nuestra responsabilidad en cuanto a las
dos naturalezas que son dados más bien como conclusiones prácticas, o recomendaciones,
que se derivan lógicamente de lo que hemos recibido de la Escritura. No
tratamos de poner a los lectores bajo ningunas normas o reglamentos. Pero,
después de lo que hemos aprendido de la Palabra de Dios, hay ciertas
responsabilidades que son inevitables si queremos disfrutar de la plena bendición
y frutos de la doctrina en nuestra propia experiencia. No es suficiente para
nosotros “abrazar la verdad” en cuanto las dos naturalezas. Es la verdad la que
debe “abrazarnos a nosotros”, si queremos conocer su valor y su poder. Si la
verdad nos sostiene a nosotros, entonces:
1.
DEBEMOS DÍARIAMENTE IGNORAR LA CARNE, Y NEGAR O NO DARLE OÍDOS A TODOS SUS Y RECLAMOS
O EXIGENCIAS.
Tenemos
que recordar que a pesar de que “no estamos en la carne”, la carne está en
nosotros, y que nunca podremos deshacernos de ella hasta la muerte o
resurrección. Si no somos capaces de mantener esto en mente todos los días, nos
sujetaremos a cualquier falso maestro, expuestos a caer en los errores que
puedan surgir, y ser guiados por el mal camino en cualquiera de las nuevas
modas y métodos modernos, en las artimañas y artificios de la religión carnal.
Todos estos errores en la doctrina y en la práctica provienen de esta única
fuente. Esta fuente es el reconocimiento de las demandas y capacidades de la
vieja naturaleza. Es la esencia y el fundamento de todas las religiones falsas,
como se ve en la Iglesia de Roma y en otros lugares. A continuación lo hemos
expuesto en una frase retirada de un
libro Católico Romano:
“Se
nos ha ordenado por el sufrimiento y muerte de Jesús por nosotros, que le
imitemos por medio de la crucifixión de nuestra carne, y a través de obras
diarias de mortificación.
¿En
qué difiere esto de las “santas” enseñanzas populares de nuestros días? Es
cierto, puede ser puesta de una manera diferente, puede ser apreciada desde otros puntos de vista,
pero este es el fin que persigue, el objetivo que procura todo aquel que
cultiva o atiende las demandas de la vieja naturaleza. Los medios empleados o
recomendados pueden variar, pero el resultado deseado es uno y el mismo, es
decir, llegar a alcanzar un estado donde más o menos no se cometan pecados.
Todo esto proviene de una raíz: por no dejar de lado e ignorar la carne, con todas
sus exigencias y demandas. Por no considerarla ya muerta.
Si
no se atiende a este práctico deber, la puerta permanecerá abierta para todo
tipo de error en que optemos caer. Si podemos mantener esta responsabilidad
recordándola a diario, nos guardará e impedirá
que emprendamos cualquier esfuerzo, planes o programas y esquemas que
tengan por objetivo el cultivo o la mejora de la carne. Nos preservará también de cualquier tipo de
enseñanza moderna que estimule la esperanza que, porque sigamos ciertas reglas,
la carne puede ser erradicada. Ambas esperanzas son absolutamente infundadas, y
sólo pueden terminar en una grave decepción. No nos engañemos en cuanto a este
hecho fundamental, y así además tampoco nos dejaremos engañar por las falsas
esperanzas que proclaman que, por medio del alimento adecuado y la correcta formación
o entrenamiento, podemos cambiar e ir haciendo de la carne, espíritu, o que,
por medio de afligirla o mortificarla de alguna manera, podremos conseguir
vernos libres de ella.
2.
LA MEJOR MANERA PRÁCTICA DE TRATAR LA VIEJA NATURALEZA ES DEJARLA MORIR DE HAMBRE:
Por
medio de mantenerla en una dieta baja. Pero eso no se puede hacer directamente
tomándolo como una meta o una “obra”. Solamente puede ser hecho indirectamente por
atender constantemente a las demandas y deseos, y satisfacer los siempre ascendentes anhelos
celestiales de la nueva naturaleza. Hemos visto que el alimento de la nueva
naturaleza es la Palabra de Dios. Mientras que nos mantengamos alimentándola
directamente con ella, estaremos sin darnos cuenta, o indirectamente, dejando
morir de hambre a la vieja naturaleza. Porque (y esto es el hecho importante), ¡no
podemos estar alimentando a las dos naturalezas al mismo tiempo! La
alimentación con la que una naturaleza se nutre hará morir de hambre a la otra.
Y este hecho separa o divide ambas vías. Si estamos alimentando la vieja
naturaleza con libros de hombres y enseñanzas del hombre, mantendremos la nueva
naturaleza desnutrida, empobrecida y debilitada. La vieja naturaleza se estriba
en la literatura general. Pero la nueva naturaleza se sustenta solamente en la
Palabra de Dios. Sus preciosas palabras “son espíritu y son vida” (Juan 6:63),
y sólo lo que es espiritual puede ser asimilado por el espíritu.
Muchos
cristianos están continuamente ocupados con los pensamientos del hombre y los
libros del hombre; y después se sorprenden con la baja condición de su vida cristiana
y su andar. Ellos entonces se proponen adoptar algún nuevo método que esté de
moda (igual que la vieja naturaleza se vuelve a los estimulantes o drogas), que
prometen suplir lo que se desea y el vacío que se ha creado, que es solamente cuestión
de dieta. Si, en la vida física, las personas persisten en comer y beber lo que
les hace mal, sufrirán las inevitables consecuencias. Es exactamente igual en
la esfera espiritual: y si los palpables efectos se manifiestan en nuestro andar
y conversación, entonces el único remedio es remover o echar fuera la causa. Esto
será mucho menos costoso; nos dará menos problemas; probará ser perfectamente
efectivo; y no seremos defraudados. Nuestra conclusión práctica, por tanto, es:
no leas ningún libro, ni escuches a ningún orador, maestro o predicador a menos
que tengas la certeza de que conocerás más sobre la Palabra de Dios después de
haberlo leído o escuchado que antes de hacerlo. No importa nada de lo que
cualquier hombre mortal piensa. A menos que te pueda ayudar a entender más
claramente lo que dice Dios, será más bien un obstáculo para ti en vez de una
ayuda. Tú no podrás prosperar, crecer y florecer, apoyándote en las palabras del
hombre. Es solamente “por toda palabra que sale de la boca del SEÑOR que el
hombre vive” (Deuteronomio 8:3). Si tú te alimentas en las palabras que
proceden de la boca del hombre, te hallarás hambriento. Las palabras de Dios “son espíritu y son vida”. No hables
demasiado acerca de las Escrituras. Estate más bien preparado para permitir que
sean ellas, las palabras de Dios, las que te hablen a ti. Con respecto a Sus
palabras, haz como Esdras el escriba hizo. En vez de intentar recordar imperfectamente lo que la Palabra
dice, y consecuentemente, citarla generalmente con errores, lo que se debe
hacer es “abrir el libro” (Nehemías 8:5). Dejarlo hablar por sí
mismo. Sus palabras
tendrán más peso que las tuyas, porque Dios se hallará por detrás de ellas para
hacer que “operen” efectivamente. Ata y abraza las palabras de la Palabra en tu
corazón. Porque:
“Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; hablarán
contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es
luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen” (Proverbios 6:21-23).
Siempre vas a encontrar gente que esté dispuesta a hablar
de cualquier tema menos de Dios, y Su Cristo, y Su Palabra. Hablarán acerca del
hombre, y de las noticias del mundo. Los domingos pueden variar, y en vez de
eso puede que asistan al local de la iglesia y recibir de sus ministros los
sermones y servicios; ¡pero siguen siendo palabras de hombres las que se hablan!
Aquellos que poseen la nueva naturaleza se dan cuenta que estas cosas no
satisfacen, siempre dejan un anhelo y un hambre de alimentarse con algo mejor
que todo eso. Nada podrá jamás satisfacer a nadie sino Dios Mismo, y la Palabra
Viva y la Palabra escrita. Si el “Salmo de alabanza de David” (Salmo 145) fue
verdad para él, cuanto más no será verdad acerca de nosotros. Cómo no diremos:
“Te exaltaré mi Dios, Mi Rey y bendeciré tu nombre,
eternamente y para siempre…en la hermosura de la gloria de tu
magnificencia y en tus hechos
maravillosos meditaré. Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres,
y yo publicaré tu grandeza. Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad y
cantarán tu justicia” (Salmos 145:5-7).
Como
vemos todo esto conlleva una conclusión práctica muy diferente hablando de las
elocuentes palabras de alguien, o los actos inconsistentes de otro, o las
maravillosas obras de un tercero. El primer ejemplo (Esdras) es un sembrar para
el espíritu, los posteriores (que hablan de los hombres y las noticias) es un
sembrar para la carne.
Si vamos a hacer que nuestra nueva naturaleza se
desarrolle, y si deseamos estar “robustos y bien nutridos”, debemos
alimentarnos de las palabras de Dios, y así dejar moribunda la vieja naturaleza
(Gálatas 6:8).
Siempre
vamos a tener que mantenernos ocupados con algo, ya sea con la carne o con el
espíritu, con la vieja naturaleza o con la nueva, y según sembremos para la una
o para la otra, así cosecharemos. Esta es la simple verdad y enseñanza que se
nos da en Gálatas 6:7, 8, comenzando con la solemne advertencia:
“NO OS ENGAÑEÍS”
Esto
fue dirigido a los santos de Galacia, que, habiendo ya antes comenzado a andar
en el espíritu (o la nueva naturaleza) ahora trataban de perfeccionarse en la
carne (Gálatas 3:3). Habían “corrido bien”, pero algunos se entrometieron entre
ellos y les ocasionaron muchos obstáculos, por lo que se volvieron atrás, y ya
no obedecían a esta importante verdad y enseñanza (Gál. 3:7) que ahora estamos
tratando de resaltar. Todos nosotros anhelamos (de acuerdo con el deseo de
nuestra nueva naturaleza) caminar de
manera que “no satisfagamos los deseos de la carne” (de la vieja naturaleza).
Así que, ¿qué es lo que vamos a hacer para lograr este nuestro deseo? Muchos
para conseguirlo se ponen y sujetan bajo un yugo de esclavitud, y tratan de
obedecer reglas, y hacer votos y adquirir compromisos, y de asociarse a
denominaciones. Pero todo esto es en vano. Todo esto, en vez de debilitar la
carne, lo único que hace es fortalecerla obedeciéndola en sus clamores, y obligándonos
a ocupar nuestras mentes con ella. La vía que emplea Dios es mucho más sencilla,
y dice: “Andad (de acuerdo) al espíritu (o nueva naturaleza), y no satisfagáis
los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). ¡Esta es la promesa de Dios y la regla
de Dios! ¡Intenta llevarla a cabo! Te librará de las manos del hombre. Te
librará de una esclavitud terrible. Brindará paz y bendición a tu vida. Traerá
a tu vida refrigerio y reposo. Anda de acuerdo al pneuma; ocúpate por ti mismo de tu nueva naturaleza; ministra y
atiende sus necesidades; toma las provisiones necesarias para eso, y para eso
solamente; sin ocuparte de nada más; y tú tienes la Palabra de Dios para todo
ello de tal manera que tu deseo será atendido. Él afirma “no satisfagáis los
deseos de la carne”. ¡Esta expresión ou me, es la más enfática que pueda ser
empleada! Es un doble negativo, que enfatiza e intensifica la afirmación a tal
grado que cada vez que es usada por el hombre, nunca se hace de manera positiva.
Pero siempre que fue empleada por el Señor, fue segura y ciertamente cumplida
de manera abundante. Cuando Él dijo: “El que viene a Mí, no le echo fuera”
(Juan 6:37), Él utiliza la expresión, ou
me, significando que de ninguna manera, en ningún caso, será echado
fuera.
Y ese es el caso con la Divina certeza de Gálatas 5:16:
“No satisfagáis los deseos de la carne.”
Permanezcamos bendecidos y agradecidos reposando en esta
Divina certeza.
3. NUNCA DEBEMOS PONERNOS NOSOTROS MISMOS DEBAJO DE LA
LEY (Romanos 7:6).
Esto es otra de las cosas que no debemos hacer jamás. En
el momento que olvidamos esto, avivamos
la carne en su actividad. La carne se revela en la ley, como ya hemos visto. La
ley fue enviada para la carne; pero solamente, y con el propósito de probar la
“debilidad” de la carne (Romanos 8:3). La ley nunca fue dirigida para el hombre
“en Cristo”. Así, pues, en el momento que caigamos de la alta posición en la
cual la gracia nos ha sentado, y nos ponemos a nosotros mismos debajo de ley,
despertaremos la carne en su gran actividad y poder.
Esto es lo que la Escritura quiere decir con la expresión
“de la gracia habéis caído”. Esto no significa alejamiento o apostasía, como lo
denominamos, sino que significa andar de acuerdo a la vieja naturaleza en vez
de la nueva; pensando en ella; cultivándola y teniendo atención de ella, en vez
de cuidar de la nueva naturaleza. “Cristo no produce ningún efecto en todos
vosotros, cualquiera de los que os justificáis por la ley” (Gálatas 4, versión
inglesa) No es de maravillarse, por tanto, que este importante capítulo
(Gálatas 5) comience con la solemne exhortación: “Estad pues firmes en la libertad
con que Cristo os hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”.
No os pongáis debajo de voto alguno, ni hagáis promesas o compromisos de
cualquier tipo. No os carguéis de fardos de ninguna clase. Son signos y símbolos
de “yugos de esclavitud” debajo de los cuales ustedes mismos se colocan. Son enredos e
implican o dan a entender que la gracia no es capaz de preservarte, ni
guardarte a parte de algunos apoyos y estrategias o planes humanos. Prácticamente lo que hacen es negar la Divina
certeza que dice: “Bástate mi Gracia” (2ª Corintios 12:9).
Es cierto, podemos sentir continuamente nuestra
debilidad, a través del ser carnal en nosotros; pero eso ha sido previsto del
todo por “el Dios de toda gracia”; porque Él dijo: “Mi poder se perfecciona en
la [en tu] debilidad” (2ª Corintios 12:9). Evita y rechaza, por tanto, todo
tipo de “reglas diarias de vida” todas las “directrices”, o guías para una
“vida devota”. Considéralas y recházalas y rehúyeles como si fuesen tu más
engañoso enemigo. Ellas resultarán fatales para tu paz; eclipsarán el sol en tu
vida; te convertirá de ser un hijo, en un esclavo; y minará tu poder espiritual
para llevarte a sus mareas. Cesa y termina con todos los esfuerzos tanto para
mejorar la carne como para obtener algún control sobre ella. Alimenta la nueva
naturaleza regularmente con la comida divinamente preparada, y todo lo demás
caerá naturalmente en su debido lugar. Abraza una total confianza en la gracia
de Dios y el poder de Dios (2ª Corintios 12:9). Y no eches mano ni adoptes
esquemas o planes que pudieran implicar que precises alguna ayuda fuera o además de la Palabra de Dios.
4. Finalmente, recuerda LA DISTINCIÓN ENTRE RELIGIÓN Y
CRISTIANDAD.
La Religión tiene que ver con la carne; pero Cristo
solamente tendrá que ver con la nueva naturaleza. La carne no sabe nada de
Cristo, el hijo de Dios, como nuestra Vida. Se dedica solamente con lo que
puede ser visto y oído y comprendido. Pero la nueva naturaleza no puede
quedarse satisfecha con cualquier cosa inferior o menor que Cristo Mismo. Ni
tan siquiera con la Cristiandad o la “religión Cristiana” tan separada de él.
En Filipenses 3: tenemos este gran contraste plenamente exhibido e ilustrado en
la experiencia personal y “modelo” del Apóstol Pablo. Su ejemplo nos ayudará
mejor que cualquier precepto. Nos está hablando acerca del maravilloso
fundamento de “la confianza en la carne” que en un tiempo tuvo por ser un
estricto religioso judío. Cualquiera que fuese la confianza en la carne que
pudieran tener otros, el podía con denuedo decir: “Yo más”: y las enumera en
siete particulares y las resume. (Filipenses 3:5, 6).
Pero en todo ese tiempo estaba ciego. No tenía consigo todavía la nueva naturaleza en su interior que le pusiese
delante la vieja y pecadora (aunque religiosa) naturaleza para que la viera.
Pero cuando recibió este invaluable don de la nueva naturaleza, entonces se dio
cuenta y descubrió que siempre había realmente sido un “blasfemo”, un perseguidor,
injurioso· y el “primero de los pecadores”. Pero cuando se le abrieron sus ojos
para conocer a Su Señor Jesús como su Salvador y su Señor, entonces él estaba muy
agradecido de desechar toda su religión, que tenía como judío, por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús su Señor (Filipenses 3:8). Él considero todo
como perdida, y como basura, comparado con Cristo. No fue meramente cambiar su
“religión judía” por la “religión cristiana”; sino que con agradecimiento se
despojó de toda religión para abrazar sólo a Cristo.
En cuanto a su posición delante de Dios, se gloriaba de
haber sido “hallado en Él” (Filipenses 3:9). En cuanto a su nuevo objetivo como
cristiano, era “a fin de conocerle” (Filipenses 3:10). En cuanto a su esperanza,
era ser “como Él es” en resurrección (Filipenses 3:21). Todo se reunía y
resumía en “Él”. Como judío que era, poseía la esperanza de la resurrección,
pero con mucho gusto se deshizo de ella por la esperanza más grande de hacer
parte de la que él denomina “la resurrección de entre los muertos” (Filipenses
3:11), que le correspondía como miembro del Cuerpo único espiritual de Cristo.
Eso no significa que él, como cristiano, esperase que por ciertos esfuerzos
pudiese obtener alguna ventaja sobre los demás cristianos, sino que, como un
cristiano (un hombre en Cristo), él ya poseía la más bendita esperanza que
cualquiera de las esperanzas que le pudiese ofrecer la “religión judía”. Él no
está hablando de deshacerse de sus pecados, sino de deshacerse de sus “ganancias”.
Todo lo que en un tiempo consideraba como ganancias religiosas él ahora lo
considera como basura, comparado con la verdadera “ganancia” que poseía en la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús su Señor; a fin de conocerle y el
“poder de su resurrección”, y lo que eso significa para todos los miembros del
Cuerpo Único: porque todos los que sois participantes en sus sufrimientos, ya
habéis muerto con Él en Su propia muerte (Filipenses (3:10). Nada menos que esto es cristiandad. Todo lo
que se quede más bajo que esto es religión. El Cristianismo consiste, no en
artículos o dogmas, ni credos, ni confesiones; tampoco en iglesias,
asociaciones de miembros, ni reuniones de comunión entre hermanos; sino, en una
Persona. Dios garantiza que todos y cada uno de nuestros lectores puede estar
capacitado por la gracia para decir de todas sus supuestas ventajas en la
carne: “Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida y
basura por amor de Cristo” (Filipenses 3:7).
5.
Pero, en conclusión NO TE OLVIDES QUE ESTE ES EL CAMINO DE DOLOR Y DE CONFLICTO
No
en nuestro interior, sino que procedente del exterior. No es solamente el
conflicto que surja proveniente de nuestra vieja naturaleza, sino proveniente
de terceros. Esto permanece siendo verdad, y continuará siendo verdad en
nuestra propia experiencia, y hasta el final: “Pero como entonces el que había
nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así
también ahora.” (Gálatas 4:29). El énfasis se halla puesto en las dos palabras
“entonces” y “ahora”: una es la palabra inicial en la frase, la otra es la última
de las palabras. Esto es para darnos la certeza de que no debemos procurar o
esperar ninguna mudanza en la vieja naturaleza; ni alteración alguna en estas circunstancias.
Todo lo que se nos exhorta hacer es que recordemos que somos hijos de la mujer
libre, y no de la esclava; y que tenemos que permanecer firmes en esta
libertad” (Gálatas 3:1). ! Bendita libertad! La palabra “entonces” en Gálatas
4:29 se refiere a Ismael e Isaac, pero apunta hacia atrás, hasta Caín y Abel, y
la persecución religiosa que culmina siempre, si puede, hasta en el mismo
asesinato. También señala el hecho de que fue en el núcleo entre los judíos, no
de entre el pueblo común, sino de “los sumos sacerdotes”, quienes estaban
determinados en la crucifixión del Señor Jesús. Igual está sucediendo “ahora”,
“Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán
persecución” (2 Timoteo 3:12). Y esta persecución aparecerá sobre todo
proveniente de la carne religiosa. ¿Quién entre nosotros será que no admita que
su mayor conflicto y obstáculo le sobreviene a través de la obra de la carne en
sus colaboradores cristianos? En vez de la persecución provenir como en la
antigüedad del mundo, que quebraba los huesos a las personas, ¡ahora proviene
de los hermanos creyentes, y lo que parten es el corazón de la gente!
Fue
precisamente cuando Saúl se empeñaba en llevar a cabo su religión más
tenazmente que se embarcó en la obra de persecución (Filipenses 3:6). Es la
religión la que ha derramado la sangre de los santos; es la religión la que ha
engrosado las listas del “noble ejército de mártires”.
“Mirad
cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por
esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.”
Esto
se halla en conexión con lo que se nos avisó: “No os maravilléis, hermanos
míos, si el mundo os aborrece” (1ª Juan 3:1,13).
“Si
el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si
fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo,
antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:18, 19, y
17:14).
Si
estas palabras fueron ciertas y verdaderas “entonces”, de los Apóstoles a
quienes fueron dirigidas, cuanto más verdaderas serán “ahora” en nuestra propia
experiencia. Por tanto, como poseedores de la nueva naturaleza, “no nos
maravillemos” ni en los conflictos con la vieja naturaleza dentro de nosotros,
ni en los conflictos externos de aquellos que los tienen con nosotros: sino que
más bien regocijémonos sabiendo que, en este conflicto, tenemos la garantía más
grande de que somos “hijos de Dios, y “Hechura Suya”. Esta es la prueba más segura
que podemos tener, como hijos de Dios, de que hemos sido escogidos de entre el
mundo; y “tengamos por sumo gozo” si tenemos el privilegio de sufrir cualquier
cosa por Aquel que sufrió todo por nosotros, “por el gozo puesto delante de Él”.
En el siguiente enlace esta disponible el libro "Las Dos Naturalezas en el hijo de Dios":
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"Las dos naturalezas en el hijo de Dios"
Por E.W. Bullinger
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