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LAS DOS NATURALEZAS EN EL HIJO DE DIOS Por E. W. Bullinger ( Capitulo 6)


Traducción castellana:
Juan Luis Molina
Con la colaboración de
                                            Claudia Juárez Garbalena

NUESTRAS RESPONSABILIDADES RESPECTO A LA VIEJA NATURALEZA

Hemos visto que, aunque las dos naturalezas residen lado a lado en la misma personalidad, está claro que tenemos ciertas responsabilidades con respecto a cada una de ellas, lejos y aparte de preceptos, reglas, reglamentos y “mandamientos de hombres”.

1.      Nuestra primera responsabilidad es ACEPTAR LA ESTIMACIÓN QUE DIOS LE DA.
La Palabra de Dios no  nos revela la doctrina sin darnos, además, la necesaria instrucción. La Santa Escritura es “provechosa para ambas cosas” (2ª Timoteo 3:16), de esta forma, con la “instrucción” podemos saber cómo hacer uso de la “doctrina”, y cómo conocer nuestras responsabilidades, y llevarlas a cabo para nuestro provecho y nuestra paz. Si reconocemos esto como nuestra primera responsabilidad, entonces reconoceremos que nuestra vieja naturaleza “murió con Cristo” (Romanos 6:11). No hay duda alguna en cuanto a lo que significa. El versículo comienza diciendo: “Así también vosotros:” ¿Así cómo? Los versículos anteriores nos dicen:

“Porque el que ha muerto ha sido (y es) justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos (de nuevo) con él: sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere, la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió de una vez por todas, más en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:8-11).

Observe bien, no dice que tenemos que sentirnos como muertos; o que tengamos que realizarlo; sino que lo “consideremos” como siendo así bajo el punto de vista de Dios, como si fuese un hecho consumado. Estos cuatro versículos (Romanos 6:8-11) se añaden como una explicación e ilustración de la declaración del hecho en el versículo previo (6:6). “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él (Cristo).” Tenemos el mismo hecho relatado en Romanos 7:6: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos”. Tenemos el mismo testimonio en Gálatas 2:20, donde el Apóstol resalta o enfatiza una importante, independiente y dogmática declaración utilizando la figura, epanadiplosis, que comienza y acaba la frase o declaración (en el griego) con la misma palabra “Cristo”; realzando así y señalando la declaración; distinguiéndola y llamando nuestra atención hacia ella, remarcándola. “(Con) Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas en mí vive Cristo”. Así es como el Apóstol “reconocía” que había muerto para la ley, porque si murió con Cristo entonces ha sido libertado de la ley. Su búsqueda, por lo tanto, después de eso, incluso para la justificación en o a través Cristo sería una negación práctica de ese gran hecho revelado que ya ha sido logrado. Aun así, es nuestro primer deber ser delimitado a tener en cuenta que estamos (en cuanto a la ley y todos sus derechos sobre nosotros) como muertos.  

Esto no es una cuestión de sentimientos, sino de FE. Si nos guiamos por nuestros sentimientos nunca lo disfrutaremos. Nos corresponde "creer en Dios". "La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Rom. 10:17). Dios ha declarado este gran hecho en su Palabra (o nunca lo hubiéramos conocido), escuchamos la Palabra, la fe la cree, y se regocija en lo que oye y cree en Dios, más allá de la cuestión de cualquier sentimiento. Así que nuestra primera responsabilidad en cuanto a la vieja naturaleza es aceptar la estimación de Dios de la misma, y considerarla (como Él lo hace) como que ha muerto con Cristo cuando Él fue crucificado.

2. Nuestra siguiente responsabilidad es que hemos de CONSIDERARLA COMO ESTANDO MUERTA TANTO PARA LO QUE ES BUENO, ASÍ COMO PARA LO QUÉ ES MALO.

Cuando decimos "bueno", nos referimos, por supuesto, bueno para Dios, bueno a los ojos de Dios, bueno para la eternidad, bueno en la estimativa de Dios, bueno en relación a lo que Él busca y puede aceptar. A sus ojos, en la vieja naturaleza (como ya hemos visto) "no hay nada bueno". Así que cuando decimos que no hemos de cultivar el bien en él, no nos referimos a lo que el hombre llamaría "bueno", sino a lo que Dios considera como "bueno". Hemos de considerar la vieja naturaleza muerta en todas sus cosas buenas, así como en toda su maldad y de acabar con todas las expectativas de producir cualquier cosa para Dios proveniente de ella, ya que hablamos de, o estamos tratando con alguien que está realmente muerto y enterrado. Cuando Dios dice que está muerto, Él espera que nosotros creemos que está muerto, porque así dice Él que se encuentra. Dios espera que la demos por sepultada. En el hombre natural pueden encontrarse características naturales religiosas y características amables, y bien puede además cultivarlas. Pero el hijo de Dios no tiene necesidad de hacerlo, y no está o fue hecho, para cultivarlas. Porque, caminando de acuerdo con la nueva naturaleza, y guiado por ella, ¿qué necesidad habría de cultivar la carne? Guiados por ella, tenemos a Cristo en el lugar de la "religión"; nosotros tenemos "la mente de Cristo". Esta nueva vida es infinitamente superior a cualquier cosa que alguna vez pudiera producir cualquier intento de cultivar la vieja naturaleza. Esto nos conduce a...

3. Una tercera responsabilidad, que es la de "no proveáis para la carne" (Rom. 13:14):

Pero siempre debemos recordar que "la carne para nada aprovecha" (Juan 6:63). Esto es lo que el hombre llama "la enseñanza de Jesús", nuestro adorable Señor y Maestro. Pero aunque el hombre la llame así, él no lo quiere recibirla ni la poseerá. En cualquier caso,  escogerá y elegirá la "enseñanza" que a él más le guste. Sin embargo, esto es lo que nuestro Señor enseñó: "la carne (o vieja naturaleza) para nada aprovecha". Si creemos en el punto de vista de Dios, nunca vamos a tratar de hacer, o forzarnos a hacer algo para Dios, ni tan siquiera en la forma de adoración o servicio, nunca vamos a intentar hacer algo para satisfacer la demanda de Dios por justicia. Debemos recordar que toda justicia del hombre es como "trapos de inmundicia" (Isaías 64:6). La carne puede ser muy religiosa. De hecho, es justamente esto lo que distingue a la "religión" del cristianismo. La religión tiene que ver únicamente con la carne. Todos sus ordenanzas son sobre, o relacionados con la carne. Son todas las cosas que la carne puede realizar. En Isaías 1, tenemos una imagen de lo que la "religión" consiste. Cuando nuestro Señor apareció en la tierra, esta exposición de la religión estaba en su pleno apogeo. Nunca hubo un cumplimiento mayor o más puntilloso de todas sus ordenanzas y ceremonias. Sin embargo, esas cosas no pueden dar paso a una nueva naturaleza, o cambiar la vieja, lo demuestra el hecho de que fue la parte religiosa de la nación la que crucificase al Señor Jesús. Eso es en lo que una religión, incluso cuando fue administrada por Dios, culmina, cuando es pervertida y mal utilizada por la vieja naturaleza. Es a esto a lo que pasajes como estos se refieren: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. (1 Samuel 15:22). “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. (Santiago 1:27). Entonces, si se trata de una cuestión de religión, es decir, actos externos y observancias, pues, las obras de misericordia y bondad son más puras y mucho mejor que todos los actos externos religiosos de servicios y ceremonias; tales como inclinarse y arrodillarse, hacer travesías y rosarios, acercándose a Dios de labios, y observar de los días y guardando las fiestas.

Esta es la esencia del argumento en la Epístola a los Colosenses, que lo resume con esta pregunta: "Si habéis muerto con Cristo a los ordenanzas religiosas del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas, (‘tales como no tocar, o saborear, ni manejar’, si todas estas cosas se destruyen con el uso);  siguiendo a los mandamientos y doctrinas de hombres?" (Colosenses 2:20-23). La carne puede entender y estar al servicio de estas ordenanzas, porque todas pertenecen a las "cosas terrenales", mientras que, "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Co1. 3:1-3). Así se nos enseña, como poseedores de la nueva naturaleza, a no proveer nada para la vieja naturaleza, a no nutrirla con el alimento que ardientemente desea, a no tratar de agradarla o complacerla, ni siquiera en lo que a la vista del hombre pueda parecer como "bueno".

La vieja naturaleza está llena de orgullo. Esto es por lo que esas reuniones y congregaciones están abarrotas donde la enseñanza es lo que se denomina "práctica", y a los oyentes se les dice que deben "hacer" esto o aquello (no es que necesariamente ellos piensen llevarla a cabo después que la oyen), pero aun así, esto es lo que gratifica a la vieja naturaleza del hombre religioso, y, a la vieja naturaleza en sí, incluso al hijo de Dios, le encanta escuchar "mandamiento tras mandamiento, precepto tras precepto". Pero, debemos permitir que Dios sea honrado y Cristo glorificado, Su Palabra magnificada y el hombre humillado, eso es lo que la vieja naturaleza nunca hará suyo. Estarán las iglesias y capillas desiertas donde ésta doctrina sea predicada, y donde la adoración sea realmente espiritual. Todo esto es odioso para la vieja naturaleza; y simplemente te dirá que le disgusta completamente. Pero, dónde haya provisión para él, donde haya un montón de música en el coro, y el "precepto tras precepto" en el púlpito, y ordenanzas mundanas en la sala de la parroquia, allí se encontrará él, con la multitud.

         Hay más peligro para los hijos de Dios en las cosas que pertenecen a la “religión”, y en los deseos refinados de la mente carnal, de aquel que se haya en los bajos y vulgares “deseos de la carne”. El hijo de Dios no estará tan dispuesto, o tan fácilmente tomara tales provisiones para la carne. Su verdadera trampa se tiende cuando la provisión es hecha por otros que no estén abiertamente asociados con vicios e irreligiosidad, modas mundanas o inmoralidad.   

4. El quinto versículo de Colosenses 3 añade otra responsabilidad: “HACED MORIR, PUES, LO TERRENAL EN VOSOTROS” (Mortificad, pues, vuestros miembros que están en la tierra. (Traducción en la Versión inglesa) (Colosenses 3:5).
Esto nos suena extraño al principio, después de que se nos dijera repetidamente que estamos “muertos con Cristo”. Suena también a “practica”. Sin embargo, para que una cosa sea práctica, debe ser practicable. Debe haber alguna cosa que podamos y estemos capacitados de hacer. La palabra “Haced morir” o “Mortificad” (en la versión en ingles) es nekroo, hacer morir; de ahí, tratar los miembros como muertos. El significado en la Escritura de la palabra, aquí, se debe obtener por su uso. Sus otras dos ocurrencias nos muestran, sin lugar a dudas, cuál es este uso:  

En Romanos 4:19 está escrito sobre Abraham: “No se debilitó en la fe, al considerar su cuerpo que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.”

Hebreos 11:12, “Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto”. No es una cuestión de lo que la palabra signifique en el léxico; o cómo era empleada por los griegos: sino que es una cuestión de cómo la emplea el Espíritu Santo. Y vemos por estos dos pasajes aquí citados que la utiliza hablando de alguien que todavía está vivo; sin embargo, “estando casi muerto”, es decir, impotente por sí mismo de producir vida, y para cualquier propósito práctico. Además, la palabra se utiliza en Colosenses 3:5, no de la vieja naturaleza misma, sino de sus “miembros” (como los miembros de Abraham y Sara): y la exhortación es consecuente con la doctrina en los versículos anteriores. Comienza con “Por lo cual”, y el argumento es: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra; poned vuestra mente en Cristo y en el hecho bendito de que estáis “completos en él”, y cuando él aparezca en gloria vosotros también seréis manifestados en gloria. No seáis debilitados en la fe: ni consideréis vuestros miembros que están en la tierra; sino considerarlos como muertos, “habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestidos del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:1-10).

Se debe al hecho de que hayamos muerto con Cristo, y por tanto, que hayamos puesto de lado al Viejo hombre, y a que nos hemos vestido del nuevo, que ahora podamos tener en cuenta y “considerar” los “miembros” de nuestro cuerpo “como muertos”, y reconocerlos como siendo impotentes, e incapaces para producir algo “vivo”, o “buenas obras”.

Todas las denominadas “buenas” obras hechas por la vieja naturaleza son “obras muertas”. Son producidas por nuestros miembros que están, en la apreciación de Dios, “como muertos”. Solamente son “buenas obras” aquellas que el propio Dios ha preparado de antemano para que andemos en ellas” (Efesios 2:10); y que son hechas en el poder espiritual de la nueva naturaleza.

¡Ojalá que la estimativa de Dios pueda ser la nuestra!: que, igual que Abraham, no seamos “débiles en la fe” en este importante asunto; sino fuertes, para creer a Dios; y así, ser libres para centrar nuestra atención en las cosas que provienen de lo alto, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, y esperar por nuestra manifestación con él en gloria.



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