FUIMOS HECHOS APTOS - Colosenses 1:12. Por Ethelbert W. Bullinger
Traducción Juan Luis Molina
Con la colaboración de Claudia Juárez
La Religión, siendo distinta de la Cristiandad, se
conoce por varias marcas o señales inconfundibles.
1. Le da muchas devociones al creyente
para que cumpla sus. Coloca pesadas cargas o demandas debajo de su
credulidad. Sea en India, China, Roma o Inglaterra en todas partes existe una
gran cantidad de demandas que tienen que ser asumidas.
2. Imparte sus
abundantes devociones en el hacer. Obras de toda y muchas
clases son siempre demandadas; y dones y pagos tienen que ser hechos. Estas
obras son incesantes, nunca tienen fin.
3. Sin embargo la
Religión da, en sus muchas devociones, muy poco por que esperar. Desde
el Cielo Chino, al cual se accede de acuerdo al mérito, pasando por el Cielo Mahometano
de licenciosa glorificación; el Purgatorio Romano de penas y
sufrimientos; y el cielo de los que profesan ser Protestantes, que consiste
mayormente en hallar una relación nueva a través de alguna “fuente” o en
alguna “puerta” que ellos abran. En todos los casos, hay muy poca esperanza en
comparación con “aquella bendita esperanza” revelada en el
Evangelio.
4. Pero uno de los
más grandes contrastes consiste en lo siguiente: ¡la incerteza en cuanto a
la salvación! En esto, la Religión y la Cristiandad son exactamente
opuestas. Siempre podrás reconocer la profesión
de la religión a través de esta marca o señal. Todas ellas niegan
prácticamente que la obra de Cristo ESTÉ YA finalizada, que la redención haya
sido concluida, y que la salvación haya sido cumplida y llevada del todo a cabo
en la Cruz; ¡que Él vino a salvar a Su gente, y que ya los
salvó! Eso es por lo que la gente religiosa, hoy en día, comenta y habla acerca
de que la gente tiene que buscar y preservar su salvación, no
haciendo caso de que todos los que se hallen en Cristo, ya
fueron por Él salvos en el Calvario.
Incluso los más religiosos entre
los Protestantes Evangelistas, si preguntamos si ellos realmente creen cuando
profesan y confiesan una y otra vez con sus labios – yo creo en el
perdón de los pecados –raramente no dirán y añaden a seguir: “espero
bien que así sea”, o afirmen que, “¡al fin y al cabo, nadie
puede saberlo en esta vida!” Nunca pueden hablar con certeza absoluta
acerca de esto. Algunos le llaman a esta actitud humildad, y
en ella tienen mucho orgullo, pensando que es presunción o arrogancia tomar el
firme fundamento en el cual nos ha sido ofrecida la gracia de Dios en Cristo
Jesús con toda seguridad.
Pero esto nos lleva a examinar ahora el contraste
entre todo esto y la Cristiandad que se revela en las Epístolas a la Iglesia.
1. La
Cristiandad nos ofrece la más sencilla materia o asunto a creer. Tenemos
que creer a Dios, es decir, lo que Dios dice y ha dicho en Su
Palabra, y eso solo, aceptar con mansedumbre Su Palabra, nos es contado por
justicia, es todo y lo único necesario para que Dios nos repute como justos
(Romanos 4:20-24).
2. No deja nada de nuestra parte por hacer en
cuanto a la salvación, porque Cristo ya lo hizo todo hace mucho tiempo
atrás; y todo lo que hacen ahora estos que son
salvos, es el irreprensible resultado proveniente de la Nueva naturaleza, ellos
no conocen un regocijo igual a este.
3. Nos
da una gran y bendita esperanza, que consiste en las sobre excelentes y
grandísimas y preciosas promesas. La esperanza de ser raptados para
encontrarnos con el Señor en el aire y así estar con Él para siempre,
glorificados en Su misma gloria.
4. Pero
además de todo eso, también se nos ha dado ahora y aquí una bendición
ciertísima en cuanto a nuestra presente salvación ya cumplida, y un dulce
regocijo de ella en nuestras almas.
Todos los que están en Cristo son los felices
poseedores de la Nueva naturaleza, a través de la cual son capaces de ver el
incorregible carácter de la vieja naturaleza (Romanos 8:7), y de tener una norma
o estándar para examinarla; y tenemos una evidencia diaria de que, en nosotros
mismos, no mora el bien (Romanos 7:8). Consecuentemente,
mientras que la gente religiosa nunca van más allá de sus esfuerzos para
mejorar la vieja naturaleza, el verdadero cristiano sin embargo ha aprendido
que la vieja naturaleza no puede agradar a Dios (Romanos 8:8), que es enemiga y
hostil a Dios, y que no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede hacerlo
(Romanos 8:7). Y si es verdad que esta conciencia le llena con un conflicto
diario y a veces con mucho desasosiego, sin embargo, al mismo tiempo, ésta
sola conciencia también es su gran base o suelo cierto donde reposa y halla
paz, la bendita evidencia de que es el feliz poseedor de este maravilloso don
de Dios (Romanos 6:23; Efesios 2:8), si fuese de otra forma, él no
sabría nada ni de su arruinada condición en cuanto a sí mismo, ni de la
perfecta posición que él detiene por la sola gracia en Cristo.
Esta era precisamente la posición de los santos en
Colosas, y debe ser también la posición de cada verdadero cristiano hoy en día.
La Epístola que se les dirige comienza con Gracia: la gracia
que se halla entre los perdidos, que nos liberta, nos limpia, y nos mantiene en
perfecta libertad delante de Dios nuestro Padre. Dios es Quien la revela, por
la Fe se disfruta, y por la fe se dejan de lado todos los razonamientos
provenientes de los sentimientos o experiencias personales.
Los santos en Colosas son nombrados como
estando en Cristo (vers.2) y por tanto completos en Él
(vers.9). En aquel por quien TENEMOS redención en su sangre, el
perdón de los pecados (ver.14). El cual nos HA LIBRADO del
poder de las tinieblas y nos HA TRASLADADO al reino de Su amado Hijo (vers.13).
Así, por tanto, se nos asegura ciertamente, y se
nos trata como teniendo ya, una presente redención, una presente
liberación y un presente traslado.
Y además de todo esto, aquellos que poseen tan
maravillosas e inconmensurables bendiciones, solo pueden y les cabe, cuando son
conscientes de ellas, adorar. No tenemos ya nada más que pedir o que orar en
cuanto a nuestra posición en Cristo. Esta posición, estamos
seguros, es y está completa en Él (vers.9), nada se le puede
añadir a esta plenitud. No podemos hacerla crecer o incrementarle nada.
Podemos, eso sí, aumentar y crecer en nuestro regocijo y apreciación, pero no
podemos crecer en cuanto a nuestra relación o comunión con Dios o en cuanto a
nuestra posición en Cristo.
Por supuesto, en cuanto a nuestro andar y nuestro
entero caminar, ahora sobre la tierra, es verdad que en todas las cosas a
través de súplicas y oraciones tenemos que hacer conocidas nuestras peticiones delante
de Dios; pero si nos damos cuenta y somos conscientes de nuestra verdadera
posición, nuestras oraciones estarán llenas de alabanza, porque nuestros
corazones están plenos de reposo, y nuestro vaso rebosante con bendiciones.
Por eso mismo, en el vers. 12, la oración del
Apóstol a través del Espíritu Santo por nosotros es para que podamos estar
ocupados dando gracias al Padre QUE NOS HIZO APTOS para participar de
la herencia de los santos en luz. Ciertamente seremos conmovidos
cuando nos demos cuenta de las riquezas de la gracia que han
logrado tan grandes cosas para y por nosotros.
¡Cuán pocos son, aun mismo entre los propios salvos
del Señor, los que conocen algo de la extensión de estas riquezas que
son suyas por gracia! ¡Cuán pocos se dedican a contar y a morar en estas
riquezas de la gracia! Los egoístas ocupan sus pensamientos con ellos
mismos y con su manera de andar; y por eso, el inevitable
resultado que obtienen con eso es que incesantemente procuran desarrollar por
sí alguna obra que esté todavía por concluir en ellos y por
ellos, que los haga aptos delante de Dios. Algunos piensan que
las aflicciones y las dificultades les ayudan a lograrlo; otros juzgan que la
santidad de vida les dará algunas ventajas, no dándose cuenta que ellos ya
han sido hechos aptos para la gloria, y no queriéndose dar cuenta
que es algo que no es para hacer, sino que ya ha
sido hecho.
El hecho solemne es que, con tales cosas por hacer,
no solamente pierden la paz y bendición y regocijo de la presente certeza en
cuanto a su posición; sino que además, al tomar una posición que implica la
posibilidad de que se le puede añadir una jota o una tilde para ganarse el
Cielo, ellos (1) niegan la verdad en cuanto a la ruina que impera en la carne
del hombre, (2) dejan de parte la obra de Dios habiendo hecho de nosotros una
nueva creación en Cristo, y (3) ponen en duda el pleno valor de la obra de
Cristo quien a través de una sola ofrenda HIZO PERFECTOS para siempre a
los santificados (Hebreos 10:14).
Estas palabras no se limitan solo a
Colosenses 1. También son verdaderas refiriéndose a los "niños fluctuantes
en Cristo"; hablando de los más humildes, pobres, débiles y más ignorantes
creyentes; porque se refieren a la
obra de Dios en Cristo, y no
a nuestras propias habilidades o atributos personales Es verdad que podemos olvidarnos de esto, podemos tener dudas y
miedos, y podemos además a través de nuestras enfermedades y debilidades ser
conscientes de nuestros muchos fracasos, pero eso no afecta ni puede afectar ni
por un momento la obra de Dios en Cristo para y por nosotros.
¡No señor! La nuestra es ahora una aptitud
presente, siempre una completa aptitud perfecta. Hemos sido
hechos perfectamente APTOS. ¡Oh! ¡Qué paz y descanso tan grandes para nuestros
corazones! ¡Y en TODA la obra y don del Padre, y en todo lo que hay en
Cristo! (Efesios 1:2).
La única cosa que esperamos es por la redención de
nuestros cuerpos; solo aguardamos por la propia herencia en sí misma. Pero en
cuanto al perdón de TODOS nuestros pecados, justificación, santificación,
unidad con Cristo, identificación con Cristo, plenitud en Él, perfección en
Él, no tenemos que aguardar más por esto, porque todo
es nuestro y lo poseemos ahora, porque escrito está:
Que NOS HIZO APTOS para participar de la herencia
de los santos en luz.
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