MIRAD CUÁL AMOR NOS HA DADO EL PADRE. Por E. W. Bullinger
Un extracto de “Things to Come” (“Las cosas por venir”)
Vol. VII, No. 2 – Agosto 1900
Traducción Juan Luis Molina
Traducción Juan Luis Molina
Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de
Dios. (1ª Juan
3:1).
Observe en estas maravillosas palabras:
EL
DIVINO MANDAMIENTO:
¡MIRAD! No es una mera exclamación,
sino un verbo; un mandamiento imperativo: ¡MIRAD! ¡VED! ¡OBSERVAD! ¡NOTAD!
Esta palabra mirad aparece siempre especialmente
asociada con el Espíritu Santo; puesto que es Él quien así llama nuestra
atención para lo que ahora nos escribe a continuación y revela para nuestra
instrucción.
De la misma manera, la palabra verdaderamente aparece
asociada con el Señor Jesús; porque es Él quien la emplea para llamar nuestra
atención para las importantes palabras que a continuación va a emplear.
Y ¡Sí! o Amén, aparece siendo la expresión en conexión del
Padre; porque todas las promesas de Dios son “Sí,” ciertas y
seguras, en la fidelidad de Su pacto asegurado.
Siempre que nos encontremos con esta palabra mirad debemos
esperar encontrarnos con alguna cosa digna de la más profunda atención.
Así sucede aquí; puesto que hay algo en esta declaración que llena
nuestros corazones con admiración, gozo y alegría cuando se nos lleva a conocer
y apreciar y experimentar…
EL AMOR DEL PADRE
Este es el gran y central tema principal de este pasaje. A través de la
Figura Literaria Hipérbaton, el sujeto el Padre, que
se pone generalmente primero o de antemano casi siempre en la frase, es (en el
griego) puesto aquí al final de la frase, para
llamar nuestra atención al hecho de que es el amor del Padre hacia
nosotros, y no el nuestro hacia Él, esta es la gran
maravilla que tenemos que MIRAR y que considerar
imperativamente.
El soberano otorgante de Su amor es únicamente el Padre; Él
solo de Su parte es quien lo ha derramado sobre nosotros.
Ahora, para que no nos apropiemos de lo que no nos pertenece a nosotros, es
importante que consideremos esta palabra nosotros.
Se halla claramente definida y limitada y explicada en la parte
inmediatamente anterior de esta Epístola.
Somos nosotros quienes hemos sido palpados y contemplados por
la fe del Cristo de Dios – La Palabra o Verbo de Vida (1ª Juan 1:1).
Somos, nosotros que
tenemos comunión con el Padre, y le conocimos como tal, pero solo en Cristo y
no en nosotros (1a Juan 1:3)
Somos nosotros, que
somos conscientes de nuestras fragilidades, debilidades y pecados; y conocemos
aquel precioso Abogado a quien el Padre ha providenciado para
Sus pecadores hijos (1ª Juan 2:1), y…
Somos nosotros que
sabemos que somos hijos de Dios, y no hijos del diablo (1ª Juan 3:10).
No que nosotros tengamos algo de que jactarnos, ni mérito
alguno de nuestra parte y en nosotros mismos. Porque el efecto de este Divino
amor derramado en nuestros corazones nos revela precisamente: nuestra
falta total de amor. A la luz de este amor solo de Dios es como nos damos
cuenta de nuestra propia enemistad y oposición a la verdad de Dios, al Cristo
de Dios, y a la gente de Dios; y aprendemos que nosotros mismos fuimos
en otro tiempo necios, desobedientes, engañadores, siervos de los deleites y
placeres carnales, viviendo en malicia y envidia, odiosos y odiándonos los unos
a los otros. PERO, - y aquí viene a darnos la causa del
gran cambio– fue, cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador, y Su amor para con nosotros. No por obra alguna de justicia
que nosotros hubiéramos hecho de antemano, sino que solo por
Su misericordia ÉL NOS salvó…cuando aún éramos pecadores (Tito 3:3-5).
Esto nos lleva a…
CUÁL AMOR (Qué tipo de Amor)
Fue otorgado libremente de sola gracia, dado sin merito alguno, sin
obras de por medio, sin causa alguna. Fue…
(1) Sin influencia alguna de nuestra parte.
Esta es de hecho la cosa más grande en el mundo. No que
nosotros le hayamos amado a Él, sino que Él nos amó a nosotros. ¡Qué gran perversión
es tergiversar este orden Divino, y hablar diciendo que nuestro amor a Dios y
el que tenemos unos con los otros es la cosa más grande en el mundo! ¡Esto
es solo pura palabrería!
¡No puede ser! Es solamente cuando se nos muestra a la luz Divina
nuestra verdadera condición – como rebeldes y proscritos hijos que somos,
determinados a hacer nuestra propia voluntad, inclinándonos a nuestra propia
destrucción, sin ningún rasgo redentor, sin ninguna cualidad compensatoria; con
todo en contra nuestra para atraer sobre nosotros la ira Divina – y entonces, y
solo entonces, veremos cuál es la cosa más grande del universo: el amor
del alto y santo Dios derramado y ofrecido sobre nosotros…cuando aun éramos
pecadores.
Este amor fluye y mana por sí mismo, independientemente de cualquier
extraña influencia humana.
Sin embargo nuestro así denominado amor es exactamente
lo opuesto. Lo derramamos solamente en casos merecidos. Ningún
otro amor precisamos esperar que sea derramado por nosotros o
que provenga de nuestros corazones.
Pero la única razón que Jehová dio, acerca del por qué siempre que hizo
alguna cosa o dio algo a Su gente es: porque te amó. Eso es
todo; nadie ni nada lo influenció o llamó exigiéndole para derramarlo, ¡sino
que lo dio porque Le place! (Lea Deuteronomio 4:37; 7:7-9;
9:5, 6; 10:15; Números 14:8; Salmos 86:2; 2ª Samuel 15:25, 26).
(2) Eterno…
En cuanto a su origen. Eterno y para siempre en cuanto a su duración. A
Israel le dijo Dios: Te amé con un amor eterno (Jeremías
31:3). ¿Cuánto más entonces no debe ser eso mismo dicho de los que están en
Cristo?
¿Qué podemos acrecentar diciendo sobre esto, queridos amigos y lectores?
Solo nos queda humillar nuestras cabezas en adoración, y decir ¿quién
soy yo, oh Señor Dios, y qué soy yo para que te acordases de mí?
(3) Infinito.
No solamente no tiene límite alguno en tiempo o duración, sino que no
está sujeto tampoco en cuanto a extensión. No conoce límite alguno. Nada bueno
en nosotros lo trajo en concretización, y ningún pecado nuestro puede
separarnos de él. Es infinito, en cuanto a sí mismo, en naturaleza,
manifestaciones y comunicación. Es infinito en cuanto a nuestras profundas necesidades,
nuestra débil fe y nuestra tenue esperanza y amor.
(4) Inagotable.
Como hubo amado (de la misma forma) a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin (Juan 13:1). Hasta el fin
del tiempo, hasta el fin de sus necesidades, hasta el fin de sus pecados; y ni
el Pecado, ni Satanás, ni la Muerte, ni el Infierno entero, ni todas estas
cosas juntas podrá jamás menguar o disminuir este amor del Padre de lo alto
hacia cada uno de Sus hijos.
(5) Invencible.
Sobrepasa todos los obstáculos; derriba todas las barreras; quita y
remueve todas las limitaciones; hace humilde al ser más orgulloso; somete las
más férreas voluntades; derrite los más duros corazones; y purifica todos
nuestros pecados.
¡Sí!, y además de todo esto, endulza nuestra amargado vaso,
conquista nuestros más grandes enemigos, y triunfa sobre la muerte y la
sepultura.
Tal es la grandeza del Amor Divino.
Su amor no tiene fin ni conoce medidas,
No cambia ni puede mudar su curso;
Es el mismo eternamente, y fluye…
De la única FUENTE ETERNA Y CELESTIAL.
EL OBJETIVO DE ESTE AMOR
Para que seamos llamados Hijos de Dios, y en los mejores textos griegos concordando con la Versión R.V se añaden
las palabras,… y eso es lo que somos.
Aquí de nuevo vemos que no hay interferencia humana alguna de parte del
hombre. Dios no está dando aquí ninguna de Sus instrucciones. Él otorga y concede
de gracia, y es Él quien así nos llama y denomina.
Hemos sido llamados por el Padre de acuerdo a Su solo propósito y buena
voluntad,
Llamados por el Hijo en Su obra de redención,
Llamados por el espíritu santo en Su vivificante poder.
Llamados a Dios Mismo; llamados a Su reposo; llamados a Su gloria
eterna.
¡Oh, Dios mío, Cuán maravilloso llamamiento! ¡Cuán maravilloso es Tu
amor!
Ojalá que tanto nosotros como nuestros lectores tengamos oído para oír
este llamamiento, y un corazón lleno con este amor tan único, derramado dentro
nuestro por la Divina gracia y Su solo poder.
E.W. BULLINGER
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