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Paz en medio de la tormenta. De Joseph Prince

 

Salmo 91:1,4 El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente… Con sus plumas te cubrirá, y bajo sus alas estarás seguro.

Recuerdo haber leído sobre un concurso de arte cuyo tema era “la paz”. El artista que representara la paz de manera más efectiva en su obra de arte ganaría el concurso. Los artistas reunieron sus pinturas, lienzos y pinceles y comenzaron a crear sus obras maestras.

Cuando llegó el momento de juzgar las obras de arte, los jueces quedaron impresionados por las diversas escenas de tranquilidad ilustradas por los artistas. Había una obra majestuosa que capturaba el brillo de la puesta del sol sobre una exuberante vegetación, otra que representaba un paisaje sereno de colinas iluminadas por la luna y otra pieza evocadora que mostraba a un hombre solitario caminando tranquilamente por un arrozal rústico.

Luego, los jueces se toparon con una pieza peculiar que parecía casi horrorosa y tal vez hasta fea para algunos. Era la antítesis de todas las demás obras que habían visto los jueces. Era una cacofonía salvaje de colores violentos y la agresividad con la que el artista había azotado el lienzo con su pincel era evidente.

Representaba una tormenta furiosa en la que las olas del océano habían crecido hasta alturas amenazantes y se estrellaban contra los bordes escarpados de un acantilado con una fuerza estruendosa. Los relámpagos zigzagueaban por el cielo ennegrecido y las ramas del único árbol que estaba encaramado en lo alto del acantilado eran barridas hacia un lado por la fuerza del vendaval. Ahora bien, ¿cómo podía ser esta imagen el epítome de la paz?

Sin embargo, los jueces otorgaron por unanimidad el primer premio al artista que pintó la tormenta turbulenta. Si bien los resultados inicialmente parecieron espantosos, la decisión de los jueces se hizo evidente de inmediato una vez que se observó más de cerca el lienzo ganador.

Escondida en una grieta del acantilado había una familia de águilas cómodamente en su nido. El águila madre se enfrentaba a los vientos huracanados, pero sus polluelos no se daban cuenta de la tormenta y se habían quedado dormidos bajo el abrigo de sus alas.

¡Ésa es la clase de paz que Jesús nos da a ti y a mí! Nos da paz, seguridad, cobijo y protección incluso en medio de una tormenta.

El salmista lo describe hermosamente: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso… Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”.

No hay lugar más seguro que bajo el abrigo protector de las alas de tu Salvador. No importa qué circunstancias puedan estar asolándote. Puedes clamar al Señor por Su favor inmerecido, como lo hizo David en el Salmo 57:1: “Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos”.

La Nueva Biblia Estándar Americana dice: “Sé bondadoso conmigo, oh Dios, sé bondadoso conmigo, porque en ti se refugia mi alma; y a la sombra de tus alas me refugiaré hasta que pase la destrucción”.

¡Qué bendita seguridad podemos tener hoy, sabiendo que incluso si la destrucción ruge a nuestro alrededor, podemos refugiarnos en el Señor!

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