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El perdón y la sanidad van de la mano. Joseph Prince

 


Marcos 2:5, 10-12 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados... Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados", le dijo al paralítico: "A ti te digo: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa". Al instante le levantó, tomó el lecho y salió en presencia de todos, de modo que todos se maravillaron y glorificaron a Dios, diciendo: '¡Jamás hemos visto cosa igual!".

Te aliento a comenzar hoy con esta reflexión: la manera de dejar de ser consciente del pecado es escuchar más enseñanzas sobre la obra consumada de Jesús y cómo Su sangre nos ha limpiado y perdonado todos nuestros pecados. Cuando crees que tus pecados ya han sido castigados en el cuerpo de Jesús y lo recibes a Él como tu ofrenda por el pecado, tu corazón será purificado con Su sangre de una mala conciencia.  Al escuchar enseñanzas que exaltan a Cristo, en lugar de aferrarse a la conciencia del pecado y la condenación en la mente y el corazón, serás lavado con el agua pura de la Palabra de Dios. Esto, a su vez, afectará tu cuerpo físico y traerá sanidad a todo lo que no esté bien.

Algunos cristianos no pueden recibir sanidad para sí mismos ni para sus familias porque no reciben el perdón. Siguen siendo conscientes de pecado y dudan de Su perdón. Creen que Dios puede haber perdonado sus pecados pasados, pero no los pecados de toda su vida. Dios sabe que las personas necesitan la seguridad de que sus pecados son perdonados antes de poder recibir sanidad en sus cuerpos, por lo que la Biblia deja muy claro Su perdón de nuestros pecados. En el Salmo 103, cuando el salmista enumera los "beneficios" del Señor, comienza con "el que perdona todas tus iniquidades" antes de pasar a "el que sana todas tus dolencias".

Hace poco, recibí este testimonio de Patricia, quien vive en Sudáfrica. A su esposo le diagnosticaron cáncer y se preparaban para ir al hospital para una tomografía por emisión de positrones (TEP) cuando leyó uno de mis devocionales diarios sobre la Santa Cena. Abrumada por la preocupación por su esposo y la condenación por no poder confiar la situación completamente en las manos del Señor, tomó la Comunión y, por primera vez, comprendió que el cuerpo de Jesús fue golpeado para que nuestros cuerpos sanaran y se volvieran completos. También meditó sobre cómo la sangre de Jesús fue derramada para el perdón de nuestros pecados. Después de eso, Patricia dijo: "Sentí una paz que solo Dios puede dar. Pude entrar en un estado de descanso y fe sin ningún esfuerzo por mi parte. Me enorgullece decir que mi Salvador reina. No se encontró cáncer en los órganos de mi esposo y los médicos no pudieron explicar por qué". ¡Qué testimonio tan asombroso del poder de saber que estás perdonado en Cristo!

En Marcos 2:1-12, leemos el relato del paralítico que fue bajado por el techo y colocado ante Jesús. Jesús le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados", antes de decirle: "Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa". ¿Por qué? Porque Jesús sabía que, a menos que el hombre tuviera la seguridad de que todos sus pecados habían sido perdonados, no tendría la fe para levantarse, tomar su lecho y salir de aquella casa.

Amado, tus pecados te son perdonados. Deja de castigarte y condenarte. ¡Cree en la verdad del evangelio y deja que tu conciencia quede satisfecha! Empieza a disfrutar de todos sus beneficios porque son tus derechos comprados con sangre. El perdón es tuyo. La sanidad es tuya. La redención de la destrucción es tuya. Ser coronado de bondad amorosa y entrañable misericordia es tuyo. ¡Aleluya! Simplemente cree que tu deuda de pecado ha sido saldada y vive en estas bendiciones hoy mismo.

 

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