Donaciones
Fuera de México:

Check out with PayPal

Creer correctamente siempre lleva a vivir correctamente. De Joseph Prince

 

Mateo 12:35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.

La mayoría de nosotros pensamos que si pudiéramos cambiar nuestras circunstancias, podríamos tener la vida que queremos. Sin embargo, la escritura de hoy nos muestra que eso no es lo que dijo Jesús. ¿Ves en Sus palabras que tu vida hoy es un reflejo de lo que ha estado escondido y has llevado en tu corazón todo este tiempo?

Si no quieres que tu vida siga siendo la misma, la solución no está en cambiar tus circunstancias. Está en cambiar tu corazón, cambiando lo que crees.

Amigo mío, por cada área de debilidad, fracaso o derrota que puedas estar experimentando en este momento, te aseguro que hay algo de creencia equivocada en esa área. Escudriña las Escrituras en busca de la verdad. Tu respuesta está en creer correctamente.

Ahora, apréndete esto de memoria: ¡creer correctamente siempre lleva a vivir correctamente!

Dilo en voz alta porque esta es una poderosa revelación que no te puedes perder.

Permítame compartir contigo un poderoso testimonio de un precioso hermano de mi iglesia que luchaba contra el hábito de fumar. Había estado fumando durante muchos años y consumía al menos un paquete de cigarrillos al día. Además de sentirse mal cada vez que fumaba, se sentía condenado y escuchaba constantemente la voz del acusador bombardeándolo con acusaciones:

¿Cómo puedes llamarte cristiano? Mírate, ¡eres un fumador! ¡Ríndete, hipócrita! No eres digno de ser cristiano.

Cuanto más escuchaba las acusaciones, más fumaba. Aunque trató de reunir toda su fuerza de voluntad para superar este hábito destructivo, simplemente no pudo hacerlo. Sabía que su cuerpo era un templo de Dios y deseaba sinceramente glorificar al Señor, pero no tenía poder para hacerlo.

Entonces, me escuchó predicar sobre cómo el Espíritu Santo está presente en él para convencerlo de justicia, y cómo cuanto más creía que era justo por causa de Jesucristo, más se alinearía su comportamiento con lo que creía. Entonces comenzó a confesar esto diariamente: “Soy la justicia de Dios a través de Jesucristo”, incluso cuando sucumbía a la tentación y encendía un cigarro. Cada día, se despertaba, se miraba en el espejo y decía: “Veo a un hombre justo parado frente a mí”.

Este hermano realmente creía que era justo, no por lo que hacía, sino por lo que Jesús había hecho. Y cuanto más creía que él era la justicia de Dios en Cristo, más se desvanecía su adicción a la nicotina.

Él comenzó a tener una fuerza sobrenatural para reducir su consumo diario de tabaco en un corto período de tiempo. Comenzó a reemplazar la voz del acusador que lo llamaba hipócrita con la voz del Espíritu Santo que declaraba: “Tú eres justo a los ojos de Dios. Dios te ve tan justo como Jesucristo hoy”.

La voz del Espíritu Santo se hizo más y más fuerte hasta que finalmente escuchó solo Su voz, y un día se despertó y se dio cuenta de que el deseo de fumar ya no estaba más allí. ¡Aleluya!

¿Puedes verlo? La liberación de los hábitos destructivos vino simplemente creyendo en la voz del Espíritu Santo y viéndose a sí mismo como la justicia de Dios en Cristo todos los días.

El simple hecho de ser fiel en creer y confesar: “Soy la justicia de Dios en Cristo”, hará que se libere un poder en tu vida que vence la esclavitud a los cigarrillos, la pornografía, el alcohol, las drogas o los juegos de azar. Hoy es el día en que el Señor te librará de toda mentira, culpa y condenación con la que el acusador te ha estado bombardeando.

Por favor haz esta oración conmigo ahora mismo. Amigo mío, silenciemos la voz del acusador y permitamos que Jesús te haga libre para reinar:

Señor Jesús, te doy gracias por la cruz. Te agradezco que cuando moriste por mí, Tu sangre me limpió de todas mis injusticias y los pecados de toda mi vida. Tú eres mi Señor y Salvador. Te doy todas mis adicciones (y/o esclavitudes) hoy. Estoy harto y cansado de ser derrotado y condenado por el acusador. Hoy, confieso que por Tu sangre, yo soy en este momento la justicia de Dios. Por la fuerza sobrenatural y el poder del Espíritu Santo que está presente para convencerme de mi justicia, se me recordará cada día que soy la justicia de Dios a través de Ti. ¡Amén!

 

Comentarios