Donaciones
Fuera de México:

Check out with PayPal

Cuando Dios puede usarte. De Joseph Prince


1 Corintios 1:30–31 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

Es Jesús, Su sabiduría en tu vida, Su justicia y Su perfecta obra redentora en la cruz lo que te hace tener éxito. Entonces, cuando te jactas de tu éxito, sólo puedes jactarte de Jesús.

Sin Jesús, no tienes nada de qué gloriarte. Pero con Jesús en tu vida, puedes gloriarte de Él y sólo de Él por cada éxito y bendición que recibas a través de Su favor inmerecido.

Si eres fuerte, poderoso y sabio en ti mismo, entonces el favor inmerecido de Dios no puede fluir. Pero cuando te das cuenta de tus debilidades y necedades y, en cambio, dependes de Jesús, es cuando Su favor inmerecido puede fluir sin obstáculos en tu vida.

Vemos esto en la historia de Moisés. En sus primeros 40 años como príncipe egipcio admirado y respetado, pensó que lo sabía todo. La Biblia dice que en estos primeros 40 años, Moisés fue “poderoso en palabras y obras” (Hechos 7:22), pero Dios no pudo usarlo.

Sin embargo, en los siguientes 40 años, algo le sucedió a Moisés. Había huido de Egipto después de matar a un egipcio que golpeaba a un hebreo y se fue a vivir al desierto de Madián. Se convirtió en pastor y ya no se le consideraba poderoso en palabras ni en hechos. De hecho, incluso se había vuelto tartamudo (Éxodo 4:10).

Y en este punto de su vida, cuando probablemente pensaba que había sido algo, que ahora era insignificante comparado con lo que había sido, y que sus días de gloria habían quedado atrás, Dios se le apareció y le dijo: “Te enviaré a Faraón para que saques a Mi pueblo… fuera de Egipto” (Éxodo 3:10).

Cuarenta años antes, en el cenit de su capacidad, Moisés ni siquiera pudo enterrar adecuadamente a un egipcio a quien había matado; fue descubierto y se vio obligado a huir (Éxodo 2:11-15). Pero ahora, despojado de su dependencia a su fuerza humana y consciente de sus debilidades, aceptó su llamado, dependiendo únicamente del favor inmerecido de Dios. Y esta vez, cuando Moisés agitó su vara sobre el mar, el mar cubrió perfectamente a decenas de miles de egipcios (Éxodo 14:26-28).

La Biblia nos dice que “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia [favor inmerecido] a los humildes” (1 Pedro 5:5). Amado, Dios no nos impondrá Su favor inmerecido. Siempre que queramos depender de nosotros mismos y de nuestra sabiduría, Él nos permitirá hacerlo.

Su favor inmerecido se otorga a aquellos que reconocen humildemente que no pueden tener éxito con sus propias fuerzas y habilidades. Cuando dejamos ir y dependemos de Su favor inmerecido, ¡Él tomará el control y hará por nosotros lo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos!

Comentarios