DIOS QUIERE BENDECIR TUS FINANZAS. De Keneth Hagin
Amado, quisiera comenzar
haciéndote una pregunta sencilla hoy. ¿Qué es lo que está cargando tu corazón
ahora mismo? ¿Es paz o es preocupación? Para muchos, la primera cosa que viene
a su mente por las mañanas, y la última cosa que preocupa su corazón por las
noches es el dinero, las cuentas por pagar, las deudas, la carencia y el miedo
del futuro.
La preocupación se ha
hecho una compañera para muchos creyentes. Pero la preocupación nunca estuvo
destinada a ser tu parte. Dios nunca te creó para vivir en estrés, noches sin
dormir o días de ansiedad. Él te creó para vivir en paz, en provisión y en Su
abundancia. Hoy vine a decirles esto: deja de preocuparte y comienza a orar,
porque la oración no es solo un ejercicio religioso, es la llave que abre los
recursos del cielo. La preocupación no cambia nada, pero la oración mueve la
mano de Dios. El miedo drena tu fuerza, pero la fe en la oración invita al
suministro sobrenatural. Y si confías a Él tus finanzas, Dios es poderoso para hacer
mucho más de lo que jamás hayas podido imaginar.
La preocupación es uno de
los mayores ladrones en la vida de un creyente. Roba tiempo, roba la paz, y lo
más importante roba la fe. La preocupación es como una mecedora, te da algo que
hacer pero no te lleva a ningún lado. Puedes andar de un lado a otro toda la
toda la noche pensando en las cuentas por pagar, las deudas, acerca de cómo vas
a llegar a fin de mes, pero cuando la mañana llega tu situación será la misma o
peor. La preocupación nunca suma, solo resta.
La Biblia nos dice
claramente, “¿Quién de ustedes podrá por mucho que se preocupe añadir una hora
al curso de su vida?”, si la preocupación no puede añadir nada, entonces ¿por
qué desperdiciar tu preciosa energía en ella? Dios nunca diseñó que la
preocupación fuera parte de tu vida diaria. Sino que diseñó que la oración fuera
una ayuda crucial para la vida. La oración no es solo un ritual religioso, es
una conexión con la ilimitada sabiduría y poder de Dios.
Mientras la preocupación
mira el problema, la oración mira la respuesta. La preocupación magnífica la
carencia, la oración magnifica la provisión de Dios.
Cuando te preocupas, tu
mente se llena de miedo, ansiedad y confusión. Pero cuando oras tu espíritu se
llena de paz, claridad y fe. La oración es el puente que te lleva desde la
desesperación a la esperanza, del vacío a la abundancia o desbordamiento.
Por eso debes tomar una
decisión, cuando la preocupación toca la puerta, no le abres, en vez de eso
envías una oración para responder.
Muchas personas piensan
que preocuparse demuestra lo mucho que les importa una situación. Piensan que
si no se preocupan significa que no están siendo responsables. Pero permíteme
decirte que la responsabilidad no es lo mismo que la preocupación. La
responsabilidad dice: “Haré mi parte fielmente”, la preocupación dice “todo
depende de mí y no sé cómo manejarlo”.
La responsabilidad
planifica, prepara y actúa sabiamente. La preocupación entra en pánico, duda y
drena tu fe. Es por eso que la oración es un constructor, quita la
responsabilidad de las manos humanas solamente, y la pone en las manos
poderosas de Dios.
La oración dice: “Señor
he hecho lo que he podido, pero sé que Tú puedes hacer lo que yo no puedo”.
Imagínense un hombre
intentando llevar una carga pesada sobre sus hombros, él se tropieza, suda y
está a punto de colapsarse. Luego aparece un camión fuerte perfectamente capaz
de llevar esa carga con facilidad. Se le invita al hombre a que coloque su
carga en el camión, pero en lugar de eso, él insiste en mantenerla sobre su
espalda. Así es exactamente como se ve la preocupación. Dios está diciendo “echa
tu carga sobre Mí, porque yo cuido de ti”. Pero en vez de eso, muchos insisten
en llevar esa carga por sí mismos.
La oración es cuando
finalmente dices: “Señor pongo esta carga sobre ti. Confío en ti más de lo que
confío en mí mismo”. La verdad es que la oración y la preocupación no pueden
vivir en la misma casa. Si la preocupación se sienta en el trono de tu corazón,
la oración queda relegada a un rincón. Pero si la oración se sienta en el
trono, la preocupación no tiene cabida.
Cada vez que eliges orar
en lugar de preocuparte, le estás diciendo a Dios: “confío en Ti más de lo que
confío en la economía. Confío en ti más que en mi sueldo. Confío en ti más que
en lo que confío en las noticias”. Esa es fe en acción.
La fe no niega la
existencia de las cuentas por pagar o las deudas, les niega el derecho de gobernar tu
vida y tu paz. La fe dice: “Dios, Tú eres más grande que esta montaña”.
Una de las cosas más
grandes acerca de la oración es que no solamente cambia situaciones, te cambia
a ti. Cuando oras, tu mente comienza a alinearse con la perspectiva de Dios. Lo
que parece imposible comienza a parecer posible. Lo que parecía abrumador se
vuelve manejable. Lo que parece como un callejón sin salida, se convierte en
una puerta abierta. La preocupación reduce tu visión hasta que todo lo que ves
es el problema. La oración expande tu visión hasta que todo lo que ves es la
grandeza de Dios. La preocupación reduce tu futuro, pero la oración lo amplía.
La preocupación te hace sentir que te estás ahogando, pero la oración te hace
sentir como si estuvieras caminando sobre el agua con Jesús a tu lado. Piensa
acerca de esto, los pájaros no se preocupan de dónde vendrá su próxima comida,
las flores no se preocupan de cómo van a crecer, sin embargo nuestro Padre
celestial toma cuidado de ellas día tras día. Si Él provee para el gorrión más
pequeño, ¿Cuánto más proveerá para ti, Su hijo amado?
La preocupación dice, “¿y
que si no tengo lo suficiente?”, la oración dice “Dios es más que suficiente”.
La preocupación dice: “podría perderlo todo”, la oración dice “mi Dios suplirá
todas mis necesidades conforme a sus riquezas en gloria”.
Verás, la oración
transforma tu lenguaje. Cambia tu confesión de la derrota a la victoria, del
miedo a la fe, de la carencia a la abundancia. Cada vez que te sorprendas
preocupándote, tómalo como la alarma de un despertador que suena en tu
espíritu, no te quedes ahí sentado y permitas que la alarma siga sonando.
Contéstala con oración. Si te desvelas pensando: “¿Cómo voy a pagar la renta?”,
detente y ora, “Señor Tú eres mi proveedor y confío en ti”.
Si está sentado en tu
escritorio en el trabajo calculando números que no cuadran, detente y ora: “Dios
Tú eres el dueño del ganado en mil colinas y Tú abrirás un camino para mí”. Si
ves una billetera vacía, detente y ora: “Señor pongo mis finanzas en tus manos,
multiplica lo que tengo y trae oportunidades para crecer”. Recuerda esto: la
preocupación es fe en lo negativo. La oración es fe en lo positivo. La
preocupación es creer que algo malo sucederá. La oración es creer que Dios
actuará a tu favor. No puedes vivir en ambos mundos. O eliges la habitación
oscura de la preocupación o eliges la habitación luminosa de la oración. Y
cuando eliges la oración, no solo estás eligiendo palabras, estás eligiendo la
presencia misma y el poder de Dios para que invada tus circunstancias.
La oración no siempre
trae resultados instantáneos, pero siempre trae paz instantánea. Y esa paz te
sostendrá hasta que llegue la respuesta. Así que deja de darle a la
preocupación una renta gratis en tu mente, ya ha ocupado demasiado espacio.
Sácala con el arma de la oración.
Cada vez que sientas la
pesadez de la preocupación presionándote, levántate y di: “no voy a estar
ansioso por nada, sino que, en toda oración y súplica con acción de gracias
presentaré mis peticiones delante de Dios”, luego párate firme en Su promesa de
que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará tu corazón y tu
mente en Cristo Jesús.
Así es como te mueves de
la preocupación a la victoria, de la ansiedad a la abundancia. Dios nunca nos
ha prometido una vida libre de desafíos. Pero se nos ha prometido que no
tenemos que enfrentarlos solos.
En cuanto a las finanzas,
una de las más grandes batallas que libramos es la de la ansiedad. Llegan las
facturas, se acumulan deudas, las oportunidades parecen escasas e
inmediatamente la mente comienza a llenarse de preocupación. Pero escúchame,
Dios nunca te llamó a vivir en ansiedad constante por tu provisión. Te llamó a
vivir en fe y a confiar en Su promesa de que Él proveerá. La Palabra de Dios lo
deja claro, Él promete provisión no ansiedad. La ansiedad no es tu porción como
hijo de Dios, la paz y la provisión lo son.
Jesús mismo se refirió a
esto cuando dijo: “no se preocupen por su vida qué comerán o beberán, ni por su
cuerpo, qué van a vestir? ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más
que la ropa?” (Mateo 6:25). Luego nos dio ejemplos, señaló a las aves del
cielo, ellas no siembran, no almacenan en graneros y aun así cada uno de sus
días tienen que comer, ¿por qué? Porque el Padre celestial las alimenta (Mateo
6:26). Luego volteó a los lirios del campo, no trabajan no hilan, y aun así su
hermosura es más grande que las ropas reales de Salomón (Mateo 6:29). Si Dios
se preocupa tanto por las flores que florecen hoy, y se marchitan mañana, ¿cuánto
más se preocupará por ti, Su hijo o hija, creado a Su imagen?
La ansiedad es una señal
de que te estás enfocando más en tu carencia que en la abundancia de Dios. Es
una señal de que tus ojos se han desviado de la promesa al problema. Y cuando
tus ojos están fijos en el problema, el miedo crece. Pero cuando tus ojos están
fijos en la promesa de Dios, la fe crece.
La promesa de Dios
siempre ha sido provisión. En el desierto, cuando Israel no tenía alimento, Él hizo
llover maná del cielo. Cuando no había agua, sacó agua de una roca. Cuando ya
no había un camino para seguir adelante, Él dividió el Mar Rojo. Una y otra vez
demostró Su nombre “Jehová Jireh”, el Señor que provee. Ese es Su carácter, esa
es Su naturaleza, Él no ha cambiado y no te va a fallar.
Lo que hace la ansiedad
es ponerte en un ciclo de miedo. Empiezas con una pequeña preocupación: “¿Cómo
voy a pagar esta cuenta?”, la preocupación se multiplica hasta eclipsar todo lo
demás. La ansiedad es como una bola de nieve que rueda cuesta abajo, haciéndose
más grande y pesada hasta que te aplasta. Pero la promesa de la provisión de
Dios supera la ansiedad. Su Palabra dice “mi Dios suplirá todo lo que les falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19). Observen que el
versículo no dice: solo alguna de sus necesidades, ni solo las más pequeñas,
dice todas sus necesidades, eso incluye el alquiler, la comida, la ropa,
educación, gastos médicos, y sí, incluso emergencias inesperadas. Él ya tiene
provisión para cada necesidad que puedas llegar a enfrentar.
Pero para acceder a esa
promesa, debes cambiar tu enfoque. El enemigo quiere que magnifiques la
carencia, Dios quiere que magnifiques y engrandezcas Su fidelidad. La Biblia
dice: “engrandeced al Señor conmigo y exaltemos a una su nombre” (Sal. 34:3). Cuando
magnificas a Dios, lo ves a Él más grande que tus cuentas por pagar, más grande
que las deudas, más grande que la cuenta bancaria vacía.
La ansiedad reduce tu
perspectiva, pero la adoración y la oración la amplían. La provisión no fluye
en la preocupación, fluye en la fe. Y la fe es edificada cuando dejas de darle
vuelta una y otra vez a tus carencias, y comienzas a declarar las promesas de
Dios.
Piensa acerca de esto, la
ansiedad realmente es una confesión de que no confías plenamente en que Dios
proveerá. Puede que suene fuerte pero es la verdad, la ansiedad dice “no sé si
Dios realmente va a ayudarme esta vez”, pero la fe dice “si lo hizo antes, lo
hará otra vez”. La ansiedad dice: “puede que me quede sin nada”, la fe dice: “el
Señor es mi pastor nada me faltará”. La ansiedad dice: “la economía es
demasiado inestable”. La fe dice: “no estoy atado a la economía de este mundo,
estoy atado a la economía del cielo”.
Verás, cuando reemplazas
los pensamientos ansiosos con palabras de fe, te estás alineando con las
promesas de Dios, y ahí es cuando empezamos a ver Su provisión manifestarse.
Hay otra verdad
importante, la provisión de Dios no se limita al dinero. Algunas veces pensamos
que la provisión significa solamente un avance financiero. Pero la provisión
puede ser sabiduría para administrar lo que ya tienes, la provisión puede ser
una nueva idea para generar. La provisión puede ser favor con alguien que abre
una puerta de oportunidad. La provisión puede ser un recurso que ni siquiera
sabías que existía hasta que Dios lo puso en tu camino.
Dios no siempre deja caer
dinero del cielo, en vez de eso, te ofrece soluciones, estrategias y fortaleza
para crear incremento. Pero si estás consumido con la ansiedad no oirás Su voz
guiándote. Es por eso que es tan vital que dejes a un lado las preocupaciones y
que confíes.
Miremos el ejemplo de
Elías durante la hambruna. Dios lo envió a un arroyo y ordenó a los cuervos que
lo alimentaran. Después lo envío a una viuda que no tenía nada más que un poco
de harina y aceite. En ambos casos, Dios proveyó sobre naturalmente. ¿Elías se
quedó sentado preocupándose acerca de dónde vendría su próxima comida? No, él
siguió la instrucción de Dios, confío en Su Palabra y la provisión llegó.
Las promesas de Dios no
le fallaron a Elías, y tampoco te van a fallar a ti. El mismo Dios que sostuvo
a Sus profetas y a Su pueblo es el mismo Dios que te sostiene hoy. Entonces, ¿qué
debes hacer? Reemplaza la ansiedad con la oración y acción de gracias. Cada vez
que el pensamiento de la preocupación intente infiltrarse, declara en su lugar la
promesa de Dios. En vez de decir “no sé cómo voy a pagar esta cuenta”, di: “Señor,
gracias porque suples todas mis necesidades”. En lugar de decir “tengo miedo de
no lograrlo”, di: “el Señor es mi proveedor y confío en Él”. En vez de decir “podría
perderlo todo”, di: “Dios es fiel y veré Su bondad”.
Recuerda que la Biblia
dice que por nada estemos ansiosos, sino que sean conocidas nuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego con acción de gracias (Fil. 4:6), este
es el antídoto contra la ansiedad. Cuando eliges creer en Sus promesas de
provisión, la paz va a guardar tu corazón, no te quedarás despierto toda la
noche atormentado por los “qué tal si”. Serás capaz de descansar sabiendo que
el Dios que nunca duerme está trabajando a tu favor (Sal. 121:4). Podrás
sonreír incluso cuando otros están en pánico por el dinero porque tu confianza
no está en el hombre sino en Dios. Y cuando Su provisión llegue, sabrás sin
sombra de duda que no fue tu propia fuerza, que no fue suerte, que fue la
fidelidad de tu Padre en el cielo.
Por eso digo nuevamente:
Dios promete provisión no ansiedad. La ansiedad puede llamar a tu puerta, pero
no tienes que dejarla entrar. En vez de eso mantente firme en Sus promesas, ora
con acción de gracias y permite que tu corazón descanse en Su fidelidad. Si Él
alimenta a las aves y viste a las flores, ciertamente cuidará de ti, Su Palabra
no puede fallar y Su provisión nunca se agotará.
La fe no es solo una
palabra que usamos en la iglesia, es la moneda misma de cambio del cielo. Sin
fe, dice la Biblia que es imposible agradar a Dios, y en el área de las
finanzas, esta verdad se hace especialmente clara. Muchas personas claman a
Dios para que solucione sus problemas de dinero, pero lo hacen en miedo, duda o
desesperación más que en fe. Sin embargo las Escrituras nos enseñan que es la
fe la que activa los recursos del cielo. La fe es la mano abierta que recibe lo
que Dios ya ha provisto. La fe es la llave que abre los almacenes de las bendiciones
del cielo. La fe es el puente que conecta tu necesidad con la provisión de
Dios.
Verás, los recursos de
Dios son ilimitados, no hay escasez en el cielo. Las calles están pavimentadas
con oro, las puertas están hechas de perlas y los muros están construidos con
piedras preciosas. En Su reino no existe la carencia, la pobreza no puede
reinar en Su presencia. Pero aunque Su suministro es ilimitado, el acceso a
ello está determinado por la fe. Porque así como la electricidad corre a través
de los cables, pero debe ser conectada a un interruptor para liberar luz, así y
las promesas de Dios corren a través de Su Palabra, pero deben estar conectadas
a la fe para liberar la manifestación. Sin fe, la provisión está presente pero
no se experimenta. Con fe la provisión se hace visible y tangible en tu vida.
Permíteme ilustrar esto,
imaginemos a un hombre rico que deposita una gran herencia en una cuenta
bancaria para su hijo. Esa herencia le pertenece por completo a su hijo, pero
hasta que el hijo no acceda a ella por los medios adecuados a través del número
de cuenta, firma o identificación correcta, permanecerá intacta. De la misma
manera, Dios ya provisto para tus necesidades financieras a través de Cristo,
la herencia es tuya, pero es la fe la que escribe el cheque. Es la fe la que
hace el retiro. Es la fe la que se apodera del suministro. La preocupación no
solucionará el problema, quejarse no solucionará el problema, el miedo no
solucionará el problema, solo la fe puede abrir la puerta. Ese es por qué Jesús
a menudo relacionaba los milagros directamente con la fe.
A los ciegos les dijo:
“conforme a vuestra fe o les sea ha hecho”. A la mujer que tenía el flujo de
sangre le dijo: “tu fe te ha sanado”. Cuando el centurión le pidió que diera
una palabra de sanidad, Jesús se maravilló y dijo: “no he hallado una fe tan
grande”.
Una y otra vez, el
mensaje es claro. La fe es el detonante que hace descender el poder del cielo a
las circunstancias terrenales. Y si esto es verdad en la sanidad, también lo es
en las finanzas. La fe en las promesas de Dios acerca de la provisión abrirá la
puerta para Su suministro sobrenatural.
Pero seamos claros, la fe
no es un deseo, la fe no es una vaga esperanza de que tal vez algo bueno
sucederá. La fe es una confianza segura en lo que Dios ha dicho incluso cuando
las circunstancias gritan lo contrario. La fe cree por entero en Su Palabra, y
se niega a dejarse llevar por lo que ve. La fe dice “no me importa cómo se ve a
mi cuenta bancaria, mi Dios suplirá todas mis necesidades”. La fe dice: “no me
importa lo que esté ocurriendo con la economía, mi Dios es el dueño del ganado
en mil colinas”. La fe dice: “no me importa cuán grande parezca la deuda, mi
Dios es más grande y creo que Él abrirá un camino”. Esa es la fe que activa los
recursos del cielo.
Ahora, algunas personas
confunden la fe con los sentimientos. Creen que “si me siento fuerte y
alentado, entonces tengo fe, pero si me siento débil o dudoso entonces no tengo
fe”. Pero la fe no es un sentimiento, es una decisión. La fe elige creer la Palabra
de Dios sin importar cómo te sientas en el momento. Puedes despertarte
sintiéndote ansioso pero la fe dice: “voy a declarar las promesas de Dios de
todos formas”. Puedes mirar los números y sentirte abrumado, pero la fe dice: “no
voy a caminar por vista, voy a caminar por fe”. Cuando te mantienes firme en
Su Palabra a pesar de tus sentimientos, ahí es cuando verdaderamente estás
caminando en fe.
Otra clave para activar
los recursos del cielo es hablar palabras llenas de fe. La Biblia dice que “el
poder de la muerte y la vida están en la lengua” (Pv. 18:21). Si constantemente
hablas palabras de carencia: “nunca saldré adelante, siempre estoy en quiebra,
no hay salida”, estás reforzando la preocupación y cerrando la puerta a la
provisión de Dios. Pero cuando hablas palabras de fe: “yo soy bendecido, Dios
es mi proveedor, el aumento está llegando a mí”, estás alineando tu boca con
las promesas de Dios. Recuerda la fe cree con el corazón y confiesa con la
boca. Si quieres ver los recursos del cielo, debes permitir que tu
confesión esté alineada con el suministro del cielo.
Ahora, hablemos de la
expectativa. La fe no solamente cree que Dios puede proveer, sino que espera
que provea. Muchos oran con un plan de respaldo pensando que si Dios no
responde, tal vez algo más va a funcionar, eso no es fe, eso es duda envuelta
en lenguaje religioso.
La fe dice: “Señor tú
eres mi única fuente y espero que me abras un camino”.
La fe no ruega, espera.
La fe no entra en pánico,
confía.
La fe no duda, actúa como
si la respuesta ya estuviera en camino.
Cuando esperas que Dios se
mueva, te preparas para la bendición, dejas espacio para la cosecha antes de
ver brotar la semilla. Actúas como alguien que ya tiene la respuesta porque en
fe ya la tienes.
La verdad es que la fe
trae consigo estrategias sobrenaturales y también provisión. Algunas veces Dios
responde enviando una bendición financiera inesperada, otras veces te da una
idea que produce ingresos. Él podría conectarte con alguien que te abra una
puerta de oportunidades pero todo esto proviene de la misma raíz: la fe en Su
provisión. La fe te posiciona para escuchar Su voz claramente, para reconocer
las oportunidades divinas y moverte en obediencia.
Sin fe perderás las
puertas abiertas que Él pone delante de ti. Con fe verás Su mano guiándote paso
a paso hacia la libertad financiera. Así que déjame preguntarte, ¿estás
viviendo en miedo o en fe? ¿estás activando la preocupación o estás activando
los recursos del cielo?
Si quieres ver a Dios
arreglando tus finanzas, debes levantarte en fe. Deja de darle vueltas al
problema y empieza a declarar la promesa. Deja de magnificar la carencia y
comienza a magnificar al Señor. Deja de decir “no puedo”, y empieza a decir “con
Dios todas las cosas son posibles”. Tu fe atraerá provisión hacia ti como un
imán. El cielo está lleno de tus respuestas, pero la fe es lo que las atrae a
tu vida.
Nunca olvides que la fe
no es pasiva, no se queda sentada esperando. La fe da pasos audaces o
valientes. La fe siembra semillas incluso cuando la tierra parece seca. La fe
diezma incluso cuando el dinero escasea. La fe da gracias antes de que llegue
la respuesta. La fea habla como si la necesidad ya estuviera satisfecha. Y
cuando caminas en esa clase de fe, el cielo responde. Los ángeles se mueven,
las puertas se abren, las oportunidades llegan, los recursos fluyen. Porque la
fe activa los recursos del cielo en cada ocasión.
La confesión es una de
las herramientas espirituales más poderosas que tienes en tu viaje financiero. Aun
así, a menudo se pasa por alto. Lo que dices moldea lo que ves. Tus palabras
son como semillas plantadas en el suelo de tu vida. Cuando consistentemente
hablas palabras de preocupación, miedo y carencia, está sembrando malas hierbas
que ahogan tu cosecha. Pero cuando confiesas y declaras las promesas de Dios
sobre tus finanzas, está sembrando semillas de fe que producen abundancia. La
Biblia lo deja muy claro: la vida y la muerte están en poder de la lengua y el
que la ama comerá de sus frutos (Pv. 18:21).
Si quieres ver vida en
tus finanzas, debes hablar vida en ellas. Piensa en como Dios creó el universo,
Él no formó el mundo con Sus manos, Él habló y llegó a existir. Él dijo: “sea
la luz y fue la luz”. Dijo: “que la tierra produzca vegetación, y fue así” (Gén.
1:3, 11 y12). El universo entero se mantiene unido por el poder de la Palabra
de Dios, y porque fuiste creado a Su imagen tus palabras también tienen poder.
Puede que no creen galaxias, pero crean la atmósfera de tu vida. Las palabras
pueden abrir la puerta a la provisión de Dios o encerrarte en ciclos de
carencia. Cuando se trata de las finanzas, la confesión y la declaración son críticas.
Demasiadas personas
maldicen su propia provisión con palabras de preocupación. Ellos dicen: “nunca
voy a salir de mis deudas”, “el dinero se me escapa entre las manos” o “no
puedo permitirme eso”. Cada vez que esas palabras salen de su boca refuerzan la
esclavitud misma de la que quieren ser libres. Pero tú puedes darle la vuelta a
esta situación. En ves a alinear tu boca con el problema alinéalo con las
promesas, comienza a decir: “soy cabeza y no cola”, “presto a muchos y no tomo
prestado de nadie”, “Dios se deleita en la prosperidad de su siervo”, “el Señor
es mi pastor nada me faltará”.
Cuando declaras la Palabra
de Dios no estás simplemente recitando afirmaciones positivas, estás liberando
autoridad divina sobre tus finanzas. La confesión va mano con mano con la fe.
La fe cree con el corazón y la confesión habla con la boca. Romanos 10:10 dice:
“porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación”.
El mismo principio aplica
a todas las áreas de la vida. Si la confesión trae salvación, también puede
traer provisión. Si la confesión asegura la vida eterna, también puede asegurar
un avance financiero. Tu boca es el vehículo a través del cual la fe viaja. La
creencia silenciosa es poderosa, pero hablar en fe es imparable.
Permítanme darles una
ilustración. Imagínense a dos agricultores, a ambos se les da semillas para
plantar. Un agricultor mira las semillas, las tienen su mano y dice: “esto
nunca va a crecer, el suelo es demasiado duro, el clima es demasiado
impredecible, ¿para qué intentarlo siquiera?”. El otro agricultor dice: “estas
semillas van a crecer, la tierra va a producir, vendrá la lluvia, cosecharé una
cosecha”. ¿Qué agricultor creen ustedes que preparará el terreno, regará la
tierra y cuidará el campo con expectativa? Aquel cuya confesión está alineada
con el crecimiento, y porque sus acciones coinciden con sus palabras, verá una
cosecha.
Lo mismo es cierto para
ti. Si confiesas carencia, vas a vivir en carencia. Si confiesas abundancia, vas
a posicionarte para la abundancia. Las declaraciones no son algo que deseas que
ocurra. Tienen sus raíces en la eterna Palabra de Dios. Cuando tú declaras “mi
Dios suplirá todas mis necesidades conforme a sus riquezas en gloria”, no estás
inventando algo, estás basándote en una verdad divina.
Cuando dices: “soy
bendecido en la ciudad y bendecido en el campo”, le estás dando eco a las
promesas del pacto de Dios. Cuando declaras: “en mi casa hay abundancia y
riqueza”, te estás poniendo de acuerdo con lo que la Escritura dice acerca del
justo. Y aquí está la clave: el cielo responde cuando te pones de acuerdo con
Dios. Los ángeles se mueven al sonido de Su Palabra. El reino espiritual se
alinea con la autoridad de las Escrituras habladas en fe.
La confesión también
silencia las mentiras del enemigo. El diablo quiere llenar tu mente con miedo:
“Siempre estás luchando y nunca vas a salir de deudas, Dios no te ayudará”. Si
meditas en esas mentiras, moldearán tu realidad. Pero cuando abres tu boca y
declaras “soy más que vencedor a través de Cristo”, esas mentiras se rompen.
Cuando dices “la bendición del Señor enriquece y no añade tristeza con ella”,
el miedo no tiene más espacio para quedarse. Cuando declaras “Dios está
abriendo las ventanas de los cielos y derramando bendición que no puedo
contener”, las acusaciones del diablo se harán impotentes. Tu confesión es un
arma contra la carencia y repele la oscuridad cada vez.
Ahora, hablemos de la
consistencia y constancia, la confesión no es algo que ocurra una sola vez, es
un estilo de vida. Así como un agricultor no planta una semilla y espera un
bosque, no puedes hacer una sola declaración y esperar una cosecha para toda la
vida. Debes regar tu futuro financiero con palabras de fe. Despierta cada
mañana y declara “hoy voy a caminar en abundancia, hoy Dios va a proveer
oportunidades, hoy el dinero fluirá a mis manos para toda buena obra”. Habla
vida sobre tu billetera, sobre tu cuenta bancaria, sobre tu trabajo, sobre tu
negocio. Sigue hablando hasta que lo que dices se alinee con lo que ves.
Pero la confesión sin
alineación en la acción puede resultar vacía. Si declaras un avance financiero,
pero vives descuidadamente con el dinero, tus palabras pierden poder. La
confesión debe ir acompañada de la obediencia. Cuando hablas abundancia y
además administras sabiamente tus recursos, das fielmente y sigues las
instrucciones de Dios, creas una atmósfera para los milagros. Las palabras
preparan el terreno, la obediencia lo riega, juntos producen una cosecha.
Una cosa más, la
confesión también edifica tu propia fe. Cuando te escuchas a ti mismo
declarando las promesas de Dios eso fortalece tu hombre interior. La Biblia
dice que “la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios”. Cada vez que
pronuncia Su Palabra en voz alta, tu espíritu la escucha y tu fe se fortalece,
y esa fe creciente expulsa la duda, el miedo y la preocupación. En poco tiempo
te encontrarás pensando de una manera diferente, esperando de una manera
diferente y recibiendo de una manera diferente.
Pero permíteme desafiarte
a hacer un inventario de tus palabras. ¿Qué has estado confesando sobre tus
finanzas? ¿Tus palabras han estado construyendo o destruyendo? Desde hoy, elige
ser intencional con tu boca. Deja de repetir lo que el mundo dice sobre la
carencia, y comienza a declarar lo que Dios dice sobre la abundancia. Deja de
darle la vuelta una y otra vez a los problemas y empieza a declarar Sus promesas.
Llena tu boca de vida, llena tu atmósfera de fe y observa como tu realidad
financiera comienza a cambiar.
Nunca olvides que la
confesión y la declaración no son solo ejercicios espirituales, son claves para
desbloquear la provisión del cielo. Cuando alineas tus palabras con la Palabra
de Dios, estás invitando a Su poder sobrenatural en tu vida financiera. Así que
levanta tu voz, declara Sus promesas y observa cómo se abren puertas, como las
deudas se disuelven, oportunidades aparecen y las bendiciones se desbordan.
La obediencia es una de
las claves más vitales para desbloquear las bendiciones de Dios especialmente
en el área de las finanzas. Muchos creyentes oran apasionadamente para que Dios
solucione sus problemas económicos, sin embargo pasan por alto la importancia
de alinear sus acciones con las instrucciones de Dios. La oración abre la
puerta, pero la obediencia la mantiene abierta. La oración invita a Dios a tu
situación, pero la obediencia le da espacio para moverse. La verdad es esta, la
obediencia desbloquea bendiciones, sin obediencia incluso las oraciones más
fervientes pueden parecer impotentes. Pero con la obediencia las promesas de
Dios fluyen libremente en tu vida.
Desde el comienzo mismo
en las Escrituras vemos el vínculo entre la obediencia y la provisión. En
Deuteronomio 28, Dios estableció un pacto con Su gente. Y Él dijo: “si obedecen
diligentemente la voz el Señor su Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre
ustedes y los alcanzarán”. Después hace una lista de las bendiciones de
abundancia, fecundidad, aumento y prosperidad. Pero esas bendiciones estaban
condicionadas a la obediencia. Noten que Dios no dijo “si se preocupan lo
suficiente, si se quejan lo suficiente o si ruegan lo suficiente”, Él dijo “si
ustedes desobedecen”. La obediencia es el fundamento de toda bendición
duradera.
Una de las áreas más
prácticas donde la obediencia afecta tus finanzas es en el diezmo y las
ofrendas. La Palabra de Dios dice: “traigan todos sus diezmos al alfolí para
que haya alimento en mi casa y pruébenme ahora en esto, dice el Señor
Todopoderoso si no abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros
bendición hasta que no tengan lugar donde contenerla” (Malaquías 3:10). Este es
el único lugar en las Escrituras donde Dios nos invita a ponerlo a prueba, ¿Por
qué? Porque Él sabe que la mente natural se resiste a dar. La mente natural
dice que “si doy un 10% tendré menos”, pero el principio de Dios dice: “si me
honran con la primera porción, Yo multiplicaré lo que queda”. Diezmar no se
trata de perder dinero, se trata de liberar el fluir sobrenatural de la
bendición.
La obediencia y la
generosidad también rompen las garras de la codicia y el miedo. El dinero puede
fácilmente llegar a ser un amo si se lo permites. Pero cuando obedeces a Dios
dando, tú estás declarando: “Señor, Tú eres mi fuente, no mi sueldo, confío en
ti más de lo que confío en los números, pongo mis finanzas en tus manos”, esa
postura de obediencia transforma tu relación con el dinero, en vez de liberarlo
con miedo, lo liberas con fe, y lo que liberas en fe, Dios lo multiplica y lo
devuelve en bendición. Dar nunca es una pérdida, es una semilla. Y cada semilla
de obediencia traerá una cosecha.
Pero la obediencia va más
allá de dar, también incluye administración sabia. Dios no va a bendecir la
negligencia, si te confía recursos y los malgastas, te descalificas a ti mismo
para obtener incremento. Recuerda la parábola de los talentos, el amo le dio a
un siervo cinco talentos, a otros dos y a otro uno, quienes invirtieron y
multiplicaron recibieron una mayor recompensa, Pero aquel que enterró su
talento por miedo, perdió incluso lo que tenían. El principio es simple: Dios
bendice a aquellos que son fieles en lo poco para poder confiarles mucho.
La administración es
obediencia en acción: pagar las cuentas a tiempo, administrar con sabiduría,
evitar deudas innecesarias, todas estas son formas de honrar a Dios con lo que Él
te ha dado.
Otra dimensión de la
obediencia es la generosidad hacia los demás. La Biblia dice “el que da al
pobre presta al Señor, y Él le pagará” (Pv. 19:17). Esto significa que cuando
das a los que están en necesidad, Dios mismo se responsabiliza por reembolsarte
más de vuelta.
La obediencia para
bendecir a otros crea un ciclo de bendición en tu propia vida. Lucas 6:38 dice:
Dad, y se os dará; medida
buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo.
Cuando obedeces a Dios
siendo generoso, activas este principio divino de la abundancia. La obediencia
también significa escuchar las instrucciones específicas de Dios para tu vida.
Algunas veces Él puede guiarte a aceptar un nuevo trabajo, a emprender un
negocio o a sembrar una semilla especial. Otras veces puede guiarte a recortar
ciertos gastos o a cambiar la forma en que administras el dinero. Estas
instrucciones pueden no siempre tener sentido en lo natural, pero la obediencia
te posiciona para la provisión sobrenatural.
Piensen en Pedro que trabajó
toda la noche sin pescar nada, entonces Jesús le dijo que echara la red al otro
lado. No tenía ningún sentido lógico, pero Pedro obedeció y como resultado,
pescó tantos peces que las redes comenzaron a romperse. Ese milagro no se debió
solo a la habilidad de Pedro, se debió a la obediencia a la palabra de Jesús.
El mismo principio se aplica a ti. El progreso financiero a menudo se logra
tras la simple obediencia. Puede ser un acto de generosidad, un paso de fe o un
ajuste práctico en la forma en que administras tus recursos. Lo que sea que sea,
cuando obedeces, liberas la bendición del cielo en tu situación. Dios no está
buscando personas perfectas, Él estaba buscando a los obedientes. Tu obediencia
habla más fuerte que tus excusas y atrae favor, provisión y oportunidades a tu
vida.
Pero también permíteme
decirte esto: la obediencia requiere consistencia y constancia, un acto de
obediencia es poderoso pero un estilo de vida de obediencia es imparable.
Cuando continúas honrando
a Dios con tus finanzas, administras tus recursos fielmente, das generosamente
y sigues Su guía, creas un entorno donde la bendición se convierte en algo
normal, no tendrás que perseguir milagros financieros, ellos te perseguirán.
La Palabra dice que las bendiciones te alcanzarán. Eso significa que mientras
andas en obediencia la provisión correrá detrás de ti hasta que te alcance.
Así que pregúntate ¿estoy
obedeciendo a Dios con mis finanzas? ¿Estoy dando como Él ordena? ¿Estoy
administrando lo que tengo sabiamente? ¿Estoy escuchando Sus instrucciones? Si
la respuesta es sí, entonces prepárate porque la obediencia siempre conduce a
la bendición. Pero si la respuesta es no, entonces hoy es el día para
realinearte. No solamente ores por un avance, posiciónate mediante la
obediencia.
Recuerda esto: la oración
invita a Dios a moverse, pero la obediencia libera Su provisión. Cuando
combinas las dos, ocurren milagros, puertas se abren, deudas son canceladas,
aparecen oportunidades, el aumento fluye, y verás con tus propios ojos que Dios
es fiel para bendecir a aquellos que lo honran con obediencia.
La paz es uno de los
mayores tesoros que un creyente puede llevar, y también es una de las pruebas
más claras de que realmente estás confiando en Dios.
Cuando entregas tus
finanzas al Señor en oración y obediencia, vas a notar un cambio en tu
interior. La ansiedad que antes te mantenía despierto por la noche comienza a
desvanecerse, el miedo que solía dominar tus pensamientos pierde su grillete, y
una calma sobrenatural se instala en tu espíritu. Esa paz no es producto de
buenas circunstancias. Es el resultado de una confianza genuina, la paz es una
prueba de tu confianza. Si aún te sientes inquieto, temeroso y consumido por la
preocupación al dinero, significa que no lo has dejado ir del todo. Pero cuando
la paz inunda tu corazón es la evidencia de que estás poniendo tu futuro
financiero en las manos de Dios.
La Biblia dice en Filipenses
4:6 y 7 “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús”.
Nota la progresión:
primero la oración, luego la paz. La preocupación no puede producir paz, pero
la oración siempre lo hará. Y esta paz no es lógica, sobrepasa todo
entendimiento. No viene porque hayas resuelto todo, o porque de repente hayas
pagado todas tus cuentas. Viene porque el Príncipe de paz mismo se ha hecho
cargo de tu situación. La paz es un arma espiritual en tu viaje financiero. ¿Por
qué? Porque el enemigo prospera en el caos y el miedo. Cuando estás preocupado
y estresado, te vuelves vulnerable a tomar malas decisiones. Puedes apresurarte
a pedir un préstamo, entras en pánico, vendes algo de valor o aceptar una
oportunidad que no viene de Dios. La ansiedad nubla el juicio, pero la paz
aclara la visión. Cuando estás en descanso puedes escuchar claramente la voz de
Dios. Cuando estás en calma puedes discernir entre una oportunidad dada por
Dios y una trampa falsa. Es por eso que la paz es tan poderosa, te protege de
las maquinaciones del enemigo.
Piensa en Pedro caminando
sobre el agua. Mientras sus ojos estuvieron puestos en Jesús, él caminó en paz
y poder sobrenatural. Pero en el momento en que miró el viento y las olas, el
miedo reemplazó la paz y comenzó a hundirse. Lo mismo ocurre con tus finanzas,
cuando tu atención se centra en las cuentas por pagar, deudas y carencia, la
paz se va y el miedo hace que te hundas más profundamente. Pero cuando te
enfoque está en Jesús, la fuente de la provisión, la paz te mantiene firme y
caminas por encima de la tormenta. La paz es la prueba de que tu confianza está
anclada en Él y no en tus circunstancias.
Es importante entender
que la paz no significa pasividad. Algunos piensan que confiarle sus finanzas a
Dios significa no hacer nada, esperar ociosamente que el dinero caiga del
cielo. Pero la verdadera paz es activa, significa que tú tomas los pasos que
Dios te muestra sin estrés ni miedo. Diezmas con paz sabiendo que Dios
multiplicará. Calculas tu presupuesto con tranquilidad sabiendo que Él estirará
lo que tienes. Aprovechas las oportunidades con paz sabiendo que Él está
guiando tus pasos. La paz no te paraliza, te empodera para actuar con confianza
y libre de pánico.
Otra cosa acerca de la
paz es que es contagiosa. Cuando otros alrededor de ti ven tranquilo que estás
en medio de los desafíos financieros se preguntarán cómo puedes estar tan
estable. Esa paz se convierte en un testimonio. La gente puede decir “todos los
demás están estresados por los despidos, pero tú pareces tan tranquilo ¿por qué?”
Y puedes declarar con valentía: “porque sé que mi fuente no es mi trabajo, mi
fuente es Dios”.
En un mundo consumido por
el miedo financiero, tu paz se convierte en una luz que señala a otros hacia
Cristo. La paz también guarda tu corazón contra la envidia y la comparación.
Muchas personas pierden el gozo porque constantemente comparan sus finanzas con
la de otros. Ven a alguien conduciendo
un auto mejor, viviendo en una casa más grande o ganando un mejor salario e
inmediatamente se sienten inadecuados.
Pero cuando tienes Su paz,
ya no perseguirás más el estilo de vida de otro. Descansas en la verdad de que
Dios es tu proveedor y en que Él sabe exactamente qué es lo que necesitas y
cuándo lo necesitas. La paz te mantiene contento mientras esperas tu avance. Te
libera de los celos y te posiciona para celebrar las bendiciones de los demás
mientras confías en Dios por las tuyas propias.
Seamos honestos las
tormentas financieras seguirán llegando. Incluso los creyentes fieles pueden
enfrentar temporadas de escasez, gastos inesperados u oportunidades retrasadas.
Pero la paz es lo que te lleva a través de esas temporadas sin quebrarte.
Pensemos en Jesús en la
barca con sus discípulos durante la tormenta. Mientras ellos entraban en pánico,
Él dormía descansando en perfecta paz. Cuando lo despertaron aterrorizados de
poder ahogarse, Él simplemente habló y dijo: “paz, calla enmudece”, y la
tormenta obedeció. Esa misma paz está disponible para ti cuando la tormenta de
la presión financiera se levanta. Tú puedes descansar en la verdad de que Jesús
está en tu barca, y si Él no está preocupado, ¿por qué deberías estarlo tú? La
paz es también la atmósfera en la que ocurren los milagros. Cuando estás
frenético y estresado, te cierras a escuchar las soluciones de Dios. Pero
cuando descansas en paz, creas espacio para que Él se mueva.
A la viuda en 2 Reyes 4
solamente le quedaba un poco de aceite, y sus acreedores venían a llevarse a
sus hijos. Ella pudo entrar en pánico, pero en lugar de eso, siguió las
instrucciones del profeta con tranquila obediencia. Mientras ella derramaba un
poco de aceite con fe, Dios lo multiplicó hasta que cada frasco estuvo lleno.
Su milagro ocurrió en un ambiente de paz y confianza.
Así que, ¿cómo cultivamos
esta paz? Primero, a través de la oración, cada vez que surja la preocupación
por el dinero conviértala en una oración. No permitas que permanezca en tu
mente. Entregásela a Dios inmediatamente.
En segundo lugar,
mediante la acción de gracias. Agradécele no solo por lo que ya ha provisto,
sino por lo que está a punto de hacer. La gratitud edifica la paz.
En tercer lugar, a través
del enfoque en la Palabra. Medita en las Escrituras de provisión y abundancia
hasta que se vuelvan más fuertes que la voz del miedo, y finalmente a través de
la entrega. Libera la necesidad de controlarlo todo y reconoce que los caminos
de Dios son más altos que los tuyos.
Cuando vives en esta paz,
descubrirás que las puertas se abren naturalmente, que las oportunidades fluyen
y la provisión llega sin el estrés ni la tensión del mundo. La paz de Dios no
es solo un sentimiento, es una evidencia. Demuestra que confías plenamente en
Él, que crees que Él es tu proveedor, y que tu fuente es segura. La paz es el
sello de tu oración, es la manera que Dios tiene de susurrar “descansa hijo,
tengo esto bajo control”.
Así que deja de permitir
que la preocupación te robe el descanso, deja de permitir que el miedo dicte
tus pensamientos, entra en la paz de Dios, permite que esa paz guarde tu
corazón y tu mente, que guíe tus decisiones financieras y que te ayude a
atravesar cada tormenta.
Cuando caminas en paz,
estás caminando en la prueba de que tu confianza está en Él y esa confianza
nunca será defraudada.
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