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Importa cómo comes. De Joseph Prince

 

Éxodo 12:8-9 Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas.

No te limites a hojear el libro de Éxodo y verlo como un registro histórico antiguo. Me encantan los pequeños detalles que el Espíritu Santo dejó escritos, y creo que, cuando te tomes el tiempo de buscar en las Escrituras, los ojos de tu entendimiento se abrirán y verás revelaciones de Jesús que nunca habías visto, y experimentarás sanidad y liberación. Me encanta contemplar a Jesús en la Pascua.

Por ejemplo, mira las instrucciones de Dios sobre cómo debían los israelitas comer el cordero de la Pascua. Se les dijo que no comieran el cordero de Pascua crudo. ¿Cómo se aplica esto a nosotros? Cuando participamos de la Santa Cena, no deberíamos centrarnos en la vida de nuestro Señor Jesús en crudo, antes de haber sido “quemada” por el fuego del juicio de Dios en la cruz. No deberíamos verlo como un bebé en un pesebre o como se narra en los evangelios antes de la cruz. Sí, él es un gran maestro y líder. Sí, él es el Hijo de Dios encarnado. Él es Emanuel, Dios con nosotros. Y sí, vivió una vida perfecta, pero no fue su vida perfecta la que nos salvó. Fue su sacrificio y muerte en la cruz. En otras palabras, necesitamos verlo “asado en el fuego”. Eso es lo que tenemos que meditar cuando tomamos la Santa Cena.

También se dijo a los hijos de Israel que no comieran ninguna parte del cordero “cocida en agua”. Creo que esto significa que no debemos diluir ni limpiar lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Como vimos anteriormente, debido a los azotes y los golpes que sufrió, en la cruz el rostro de Jesús quedó irreconocible. Su apariencia estaba más estropeada que la de cualquier otro (Isaías 52:14). Cuando tomas la Santa Cena, imagina a Jesús en la cruz y recuerda cómo sufrió por tu perdón y tu salud.

Dios también les dijo a los hijos de Israel que comieran el cordero “asado al fuego”. Esa es una imagen del fuego del juicio de Dios desatado sobre Cristo. El pecado tenía que ser castigado y, mientras colgaba de la cruz, Jesús gritó: “Tengo sed” (Juan 19:28) porque el fuego de la santa venganza y la justa indignación de Dios cayó sobre él. Él se sometió al juicio de Dios, para que tú y yo nunca caigamos bajo la ira de Dios (Romanos 5:9-10). Como nuestros pecados ya han sido castigados en el cuerpo de nuestro sustituto, sería injusto que Dios castigara los mismos pecados dos veces.

Hoy, la santidad y la justicia de Dios están de nuestro lado, demandando nuestra justificación, nuestro perdón, nuestra sanidad y nuestra liberación. La próxima vez que tomes la Santa Cena y tengas el pan en la mano, contempla su cuerpo quemado y herido con tus pecados y enfermedades en la cruz, y comienza a caminar en la plenitud de los beneficios de todo lo que consiguió por ti en la cruz.

EL PENSAMIENTO DE HOY

En la cruz, Jesús no sólo tomó nuestros pecados; fue hecho pecado para que nosotros pudiéramos ser justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21). También tomó nuestras enfermedades y las cargó en su cuerpo (Isaías 53:4; Mateo 8:17). Cada temor, cada bulto canceroso, cada deformidad, cada artritis reumatoide, cada tipo de enfermedad, él los cargó sobre si en la cruz. Él los llevo todos para que tú no tuvieras que cargar con ninguno de ellos en tu cuerpo.

LA ORACIÓN DE HOY

Padre, gracias porque el fuego de tu justo juicio por mi pecado se desató sobre Jesús. Gracias por haberme hecho justo en él, y porque tu santidad y tu justicia están ahora a mi favor, asegurando mi justificación, perdón y sanidad. Ayúdame a ver el cuerpo de Jesús en la cruz, quemado y herido con mi pecado y mis enfermedades. Recibo una nueva impartición de tu amor y tu poder de curación ahora mismo. En el nombre de Jesús, amén.

 

 

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