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¿Qué pasó realmente en la cruz? De Joseph Prince

 


2 Corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Una vez, el Señor me mostró una visión de lo que sucedió en la cruz. Vi cómo todos los pecados de toda la raza humana (mentira, engaño, envidia, amargura, adulterio, adicción, esclavitud, asesinato) y todas las consecuencias del pecado (miedo, enfermedad, culpa, dolencia y condenación) se arremolinaban alrededor de Jesús como espíritus malignos y demonios, riéndose atrozmente, burlándose y atormentándolo. Jesús se volvió como un imán para todo pecado y por su propia voluntad aceptó todo este pecado en Su propio cuerpo.

Tú y yo nunca podremos imaginar el dolor insoportable que desgarró Su cuerpo en la cruz. Todo cáncer letal, todo tumor, toda enfermedad y todo padecimiento le sobrevinieron al mismo tiempo.

Aquel que no conoció pecado tomó sobre sí el enorme peso de los pecados más oscuros y repugnantes de todos los hombres. Él mismo lo tomó todo.

La Palabra dice que “Él mismo tomó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores” (Mateo 8:17). “Él mismo”: un pronombre reflexivo singular que significa la exclusión de ti y de mí.

Dado que Él mismo ha recibido todo el castigo, juicio y condenación por todo pecado, tú y yo estamos excluidos de todo castigo, juicio y condenación por todo pecado cuando lo recibimos como nuestro Salvador.

Pero la historia no terminó ahí. Jesús no murió en la cruz mientras recibía sobre sí mismo todos los pecados de la humanidad. Él lo tomó todo y lo aceptó todo en Su cuerpo. Entonces el fuego del juicio de Dios se desató sobre su precioso Hijo, y sólo hasta que el último pecado hubo sido castigado, Jesús clamó: “¡CONSUMADO ES!” momentos antes de dar su último aliento (Juan 19:30).

¿Puedes ver eso? Jesús aguantó en la cruz hasta que cada uno de los pecados que hayas cometido y que cometerás fueron castigados en Su propio cuerpo. Es por eso que llamamos “obra finalizada” a lo que Jesús logró en la cruz.

Ahora bien, ¿cuál es tu parte hoy? Tu parte es creer con el corazón y confesar con la boca que Jesucristo es el Señor de tu vida y que todos tus pecados han sido pagados en la cruz.

Si crees que todos tus pecados han sido perdonados, el pecado ya no tendrá poder sobre ti. Ya no tienes que andar con “una montaña de pecado” sobre tus hombros porque esta “montaña de pecado” fue puesta directamente sobre los hombros de otro: Jesús. Él mismo ya pagó el precio por tus pecados, ¡así que deja de condenarte!

 

 

 

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